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El Aleph de Cărtărescu

9788415979388

El Levante

Mircea Cărtărescu

Impedimenta, 2015

ISBN: 978-84-15979-38-8

240 páginas

20,95 €

Traducción de Marian Ochoa de Eribe

Prólogo de Carlos Pardo

 

 

Rebeca García Nieto

Crítico, tú que siempre tienes en las manos el machete y la vara, piensa en todo esto; tú, que has querido ser un autor inmortal, alabado en cantares, pero que no has podido depositar en el agua fría, plateada, de la Inspiración ni siquiera unos barquitos de papel: ¡si maldices mi epopeya, solo te maldecirás a ti mismo!”.

Con esta espada de Damocles sobre el cuello me dispongo a empezar esta reseña… Tarea nada fácil, ya que este artefacto literario, este artificio, que es El Levante es un libro aleph, en el que cabe todo y todos (los personajes, los lectores, las “amadísimas lectoras” de pestañas largas, el propio Autor y su máquina de escribir, Erika). Se trata éste de un libro inabarcable (entre otras cosas, porque en realidad no acaba) que tiene como padres putativos a Joyce y, sobre todo, a Borges: “Borges, ángel con alas de nácar, cuya madre fue un espejo y cuyo padre un laberinto, habla de un poeta que aspiraba a crear en su poema la Esfera entera (…)”. Por obra y gracia de la literatura, Cărtărescu se convierte en el poeta del que hablaba Borges y El Levante, en ese poema. Esta “epopeya heroico-cómica” recuerda en forma a esa esfera que Borges depositó en el sótano de la casa de Beatriz en El aleph. En el cuento del argentino, esa esfera de aproximadamente tres centímetros, el aleph, es el espejo donde se refleja todo, alberga un universo entero, el mar, el alba, la tarde, las muchedumbres de América… Por su parte, la esfera del rumano incluye al Che Guevara, Pirandello, Mafalda, Unamuno, una vejiga gigante, el napalm, La guerra de las galaxias y todos los tiranos que en el mundo han sido, ya que, aunque el libro trata de unos valerosos guerreros que tratan de derrocar a un tirano, el vaivoda, en el siglo XIX, hay cosas que nunca cambian y los tiranos, por mucho que estemos en el siglo XXI, siguen siendo iguales: “El Tirano es el mismo con capa o con frac”.

La trama es más o menos la siguiente: el poeta Manoil encabeza, junto a su hermana Zenaida y otros soldados, llamados palicari, una revolución para liberar Valaquia de los turcos. Valaquia era el nombre de un principado rumano hasta el siglo XIX, pero, como digo, hay mucha más actualidad en el libro de lo que parece: “El que aspira al poder no reconoce en este mundo ni padre ni madre, arrolla a millones de esclavos y los somete al trabajo; él, que no ha trabajado jamás. A sus hijos los coloca sucesivamente en los mejores puestos (…)”. No obstante, la trama, en un libro como éste, es lo de menos. Lo de más es que lo de fuera y lo de dentro, que dirían los Extremoduro, son indistinguibles (sí, Lector, me he permitido el lujo de citar a los Extremo, ya que Cărtărescu tampoco se corta y mete en su epopeya al grupo de rock rumano Phoenix): lo mismo “entra” el Autor en el libro para unirse a los revolucionarios como “salen” los personajes al tráfico denso del Bucarest contemporáneo… Porque, por encima de todo, esta carcajada, como el Autor define su propia obra, es un relato postmoderno (aunque el autor, como muy bien dice Carlos Pardo en el magnífico prólogo, “postmodernamente” no se crea mucho el adjetivo).

Pero si El Levante destaca por algo es por la alta calidad de la prosa del rumano y por su inagotable imaginación (en este libro Cărtărescu parece presa del espíritu del «Lucy in the Sky with Diamonds», travesía psicodélica por excelencia). Si, como decía Nabokov en sus clases sobre literatura rusa, Gogol sacaba al cantante de un coro de iglesia de los ladridos de un perro, Cărtărescu hace nacer a un fornido oficial de un puñetazo en la mesa. Una genialidad tras otra, vamos.

Ahora bien, y éste es el momento en que noto la espada de Damocles acariciándome el cuello y temo que el propio Cărtărescu salga de entre las teclas de mi ordenador y aparezca en mi casa, como les pasó a los personajes de El Levante, para decirme alguna frase de las suyas, como “de la borrachera te espabilas, pero de la estupidez no”… Creo que también hay que decir que El Levante es un libro muy exigente con el lector. Y no lo digo sólo por las interpelaciones directas (“He utilizado a propósito el anacronismo para poner en evidencia a los lectores adormilados, pues el maíz llegó a Europa muchos siglos después, tal y como apuntan los almanaques”), sino por la abundancia de filigranas y florituras que hacen que el estilo del libro sea en ocasiones algo barroco, por no decir, rococó.

Habiendo dicho esto, y con la cabeza aún sobre los hombros (espero), termino recordando que, según cuenta, la idea del libro le vino a Cărtărescu leyendo el Ulises (concretamente, el capítulo «Los bueyes del sol»). Si en dicho capítulo Joyce hace un repaso de la literatura inglesa (parodia el Beowulf, a Sterne, a de Quincey…), en El Levante Cărtărescu hace lo propio con la literatura rumana. No hace falta ser un experto en la literatura de este país para disfrutar del libro, pero conviene no perder este hecho de vista para entender el verdadero alcance de este artilugio, valiente y ambicioso como pocos. Además, el lector encontrará en él elementos que caracterizan la obra posterior del rumano (la extraña belleza de algunas imágenes, los libros dentro de libros, los sueños dentro de sueños), una obra que algún día le hará ganar un premio Nobel que sin duda merece.

admin

3 comentarios

  1. Es un libro fantástico. Lo único que cabe lamentar es no poder pillar muchas de las referencias a la historia/literatura rumana.

    Estupenda reseña, por cierto.

    • Es verdad, José. Imagino que los rumanos podrán disfrutar del libro más que nosotros. Muchas gracias por tu comentario!

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