ALEJANDRO LUQUE | Aunque la mayoría de las noticias sobre Irán las acaparen sus ayatolás y las disputas con Estados Unidos en torno al control del estrecho de Ormuz, lo cierto es que este país es uno de los que más miman a sus poetas en todo el mundo. No entraremos en considerar si esto es bueno o malo, pero basta ver cómo se levanta en Shiraz todo un parque en honor al poeta nacional Hafez, y con qué devoción acuden los paisanos cada tarde a pasear por él y rendirle homenaje, para entender que en la vieja Persia esto de los versos es cosa muy seria.
Sorprende sin embargo, o no tanto, con qué cuentagotas nos llega a los lectores españoles la producción poética iraní, aunque de vez en cuando aparecen destellos de esperanza. En relativamente poco tiempo han llegado a nuestras librerías dos libros de sendas autoras procedentes de estas latitudes: la poesía completa de Forugh Farrojzad, la malograda poeta hoy elevada a la categoría de clásica, publicada por Gallo Nero; y un debut, el de Sanaz Davoodzade Far, que bajo el título Camino sobre palabras muertas nos sirve una joven editorial, Cute Killa Press.
Confieso que no he podido encontrar mucha información sobre la autora, de quien en el libro se nos informa que es “poeta y artista teatral” con poemas traducidos y publicados en varias lenguas. Sí he podido descubrir a través de este libro al artista Farzad Adibi, autor de la portada encantadoramente imaginativa en su sencillez.
A veces carecer de información sobre el o la poeta que vamos a leer hace más libre la experiencia. Sí se nos avisa, y esto es relevante, que el texto que leeremos fue originalmente escrito en persa, traducido al árabe, vertido luego al inglés y extraído a partir de ahí al castellano, no sin contar con la supervisión del poeta e hispanista iraquí Abdul Hadi Sadoun. Puesto que traducir se parece a veces a transportar agua poniendo las manos en forma de cuenco, podemos presumir de entrada que se habrán perdido muchas gotas en el camino, pero también está ahí la esperanza de que la esencia de los poemas se conserve. Adelanto que el resultado final, siendo muy legible, podría haber sido un poco más limado, y en algunos pasajes es manifiestamente mejorable, pero se agradece el esfuerzo.
Como sucede con su paisana Farrojzad, Sanaz Davoodzafe Far nos invita a preguntarnos si buena parte de lo que llamamos poesía amorosa no es poesía desamorosa, del desengaño y la decepción ante el fracaso. Casi siempre entendemos el sentimiento amoroso en términos bursátiles, como una inversión que no puede sino dar sus frutos deseados. Cuando la operación no sale bien y se produce la caída, la bancarrota y hasta la ruina, lo que queda sobre el parqué, en primer término, es una desasosegante mezcla de incredulidad e indignación. ¿Cómo ha podido ocurrir? ¿Adónde han ido las palabras y los actos que permitían presagiar que todo iba a ir bien?
A falta de libro de reclamaciones, está la hoja en blanco que albergará el poema. Camino sobre palabras muertas está lleno de dolor y decepción, todo ello concentrado en poemas muy breves, que a veces lindan con el aforismo. Cuanto más sucinto el mensaje, a veces, más poderoso, como cuando describe: “Tú me sirves el silencio en el vaso/ Y yo me bebo tu sombra”. Por otro lado, ignoro si Quevedo y su idea del amor más allá de la muerte habrán llegado a Irán, o más bien habrá en la tradición persa formulaciones similares, pero lo cierto es que la autora dedica no pocos versos a especular con el fin del amor y el fin de la vida: “Incluso cuando muera, estarás en mi imaginación”.
Entre una cosa y otra, la metáfora de lo que ayer era sólido y verificable y hoy se vuelve humo comparece en muchas de estas páginas, propiciando algunos de los mejores versos: “Con el humo de tus últimos cigarrillos,/ me deshago// Con el humo de otro más, me consumes…”, dice en uno. Y más adelante: “Enciendes un cigarrillo./ Yo doy vueltas en la espiral/ del humo”. Y más aún: “Enciende el cigarrillo con el fósforo/ de mi imaginación”.
Hay tabaco en este libro para varios enfisemas, no solo como imagen de lo que se volatiliza, sino también como la última huella del amado. Cuando todo se desvanece en la memoria, los rasgos, la voz, el tacto, a veces queda tan solo el recuerdo del detalle, “tus manos en mis hombros/ con un cigarrillo entre los dedos”, al que asirse desesperadamente.
En general, el registro de Davoodzade Far tiende al clasicismo, sin concesiones a aspectos de la modernidad. Su discurso quiere ser esencial y atemporal, como es el grito de esa bróker del corazón ante el crack de sus íntimos valores. Cuando comparece algún elemento más actual, como una mención al ISIS, o cuando se adopta un tono de compromiso, como en el poema dedicado “a las madres del Oriente Próximo”, hay algo que no acaba de sonar bien con el conjunto, una pérdida de unidad que se habría evitado reservando esos poemas para futuras entregas. Nuestra autora no es –no aquí, al menos– una cronista de la sociedad iraní u oriental. Mejor no abarcar demasiado, cuando se tiene toda una carrera por delante.
Reseña publicada en la revista digital M’Sur.
Camino sobre palabras muertas (Cute Killa Press, 2018) | Sanaz Davoodzade Far | 150 páginas | 10,40 euros | Traducción de Tive Martínez