JOSÉ MARÍA MORAGA | Hace poco escuché decir a Luis Alberto de Cuenca que la verdadera poesía era la épica: la que de verdad valía la pena. ¿La otra? Un divertimento. Irónico, porque lo dijo al acabar un muy exitoso recital de sus poemas líricos. Valga empero el guiño elitista, lo épico tiene prestigio –incluso se ha hecho un hueco en la jerga internauta (epic fail)-, por lo que saludo el título de la nueva antología de Roger Wolfe aparecida en Renacimiento. Algo más épico sin duda, en un principio me dio vergüenza recitárselo a mi librera de confianza hasta que reparé en que precisamente estaba haciendo eso (recitando), pues el título del libro lo es también de uno de los poemas de Wolfe.
Entiendo que este volumen, con selección y prólogo del propio autor, viene a sustituir en el catálogo de la editorial al anterior Días sin pan, ya descatalogado. Roger Wolfe es un autor que me fascina: nacido en Kent en 1962, se afincó en Alicante de niño y es uno de los más interesantes poetas vivos en lengua española. Por simplificar, se le suele encuadrar en un llamado “realismo sucio”, etiqueta equívoca que en la narrativa anglosajona incluye a autores como Raymond Carver o Charles Bukowski y que no me interesa nada. Podemos ponernos de acuerdo en que hay realismo en Wolfe, como hay poesía de la experiencia, pero una panorámica de su producción nos sirve para darnos cuenta de que también hay voluntad de experimentación formal, además de esa veta culturalista pop tan cara al propio de Cuenca.
Volviendo a la épica, tras leer la antología de Wolfe pudiera sacarse la impresión de que toda su obra presenta una lucha constante: Wolfe es lírico pero, hablando figuradamente, en su poesía hay batallas más o menos sordas que se están librando siempre. Combate interior en el yo poético atormentado que el autor presenta, lucha lingüística por intentar subvertir las convenciones morfosintácticas y ortográficas, intentos de concordar su herencia inglesa con la tradición española en que se incardina, eterna contienda entre “alta” y “baja” cultura… Todas estas tensiones, que creativamente resultan de una fertilidad extraordinaria, no son aparentes en cada poema (casi holgaría decirlo), pero sí pueden trazarse de uno u otro modo en diferentes etapas, lo que contribuye a su riqueza.
Los grandes temas presentes son los sentimientos negativos (melancolía, depresión, ansiedad), las reflexiones sobre la creación literaria, el sexo/amor, y esa vida canalla descrita con doloroso realismo, todo trufado de referencias a lo elevado (Mozart, Kavafis, Sartre) y a lo popular (Carmen Maura, Lou Reed, la revista Hola). Sobre este posmoderno diálogo de referentes léase como ejemplo delicioso el poema “Es lo que dice”. La doble herencia anglosajona e hispánica se hace presente a través de tantas citas y alusiones (deudas) indistintamente a Celaya, JRJ y Goytisolo o a John Berryman, Ezra Pound y William Carlos Williams, por no hablar de los obligados homenajes a Cervantes y Shakespeare.
No está ausente el sentido del humor de la poesía de Wolfe, sea en forma explícita de chiste, sea introduciendo el coloquio informal en el poema, sea cargando de bathos una alusión a Homero o T.S. Eliot, o incluso en los temas utilizados (“Poema para los progresistas”). La experimentación formal es la otra pata sobre la que se sustenta esta obra, visible en los poemas extraídos de sus libros entre 1998 y 2006, donde (una vez más la dualidad) Roger Wolfe parece haber puesto una vela a e.e. cummings y otra a Huidobro. No quiero lastrar esta reseña con más ejemplos, citas o títulos, los poemas de Wolfe se defienden solos y no requieren de ninguna glosa, si acaso de una mano amiga que os los ponga delante y ese quiero ser yo.
Si las características del posmodernismo eran (según las codificó Ihab Hassan) la ironía, la indeterminación, el significante, la dispersión, el intertexto, el juego… entre otras similares, entonces la poesía de Roger Wolfe es un monumental ejemplo de literatura posmoderna. Tal vez lo que de Cuenca llama “un divertimento”. Decir esto es una obviedad, ya que por época y contexto literario casi todos los contemporáneos lo son, pero he querido subrayar este aspecto en Wolfe porque me parece un ejemplar verdaderamente paradigmático. Digno de estudio, de los que merecen la posteridad. Qué diantres: digno de ser leído. Epic success.
Algo más épico sin duda. Antología poética (Renacimiento, 2017), de Roger Wolfe | 408 páginas | 14,90 euros | Prólogo del autor