La parte inventada
Rodrigo Fresán
Literatura Random House, 2014
ISBN: 978-84-3972-737-8
576 páginas
22,90 €
“When I feel that the world’s too much for me
I think of the Big Sky, and nothing matters much to me.”
“Big Sky” (Raymond Douglas Davies)
Fran G. Matute
Ya en el estupendo primer libro de cuentos de Rodrigo Fresán, Historia Argentina, estaba el germen de su nueva novela, La parte inventada. No sólo en ideas y conexiones (como no podía ser de otro modo estamos ante una novela que se conecta y se bifurca con el resto de su obra), también en una de las citas que abrían aquel libro: la carta de Gerald Murphy a Francis Scott Fitzgerald: “Sólo la parte inventada de nuestra historia -la parte más irreal- ha tenido alguna estructura, alguna belleza”.
Y es que la poderosa estructura y belleza y melancolía que exuda La parte inventada resultan fascinantes por la ambición que demuestra. No es que los demás libros de Fresán no fuesen ambiciosos, lo son, pero éste, al igual que sucede en la infancia, se conforma, más si cabe, como un “mecanismo sofisticado”, y una defensa de la Literatura (en mayúsculas) como germen creativo, de formación, vital.
* El Crítico escucha “Big Sky” de los Kinks mientras repasa esta reseña que no es suya pero que lo pretende y por eso escucha esa canción, porque así cree que podrá captar la “esencia” de la novela de Rodrigo Fresán, que no ha leído. Escoge “Big Sky” porque así se titula la reseña que pretende hacer suya y asume que esa canción es importante en la novela. Pero piensa ahora el Crítico que es pretencioso querer captar la esencia de una obra que supone “una defensa de la Literatura (en mayúsculas)” a través de una canción, una canción pop además, a pesar de que Fresán afirma en su novela que “En ‘Big Sky’ (…) Ray Davies invoca, sin angustiarse demasiado, a una suerte de deidad desconocida y que no se preocupa mucho por nosotros”. ¿Es el Gran Cielo de Ray Davies la Literatura con mayúsculas? El Crítico no tiene una respuesta clara, más que nada porque, insistimos, no ha leído La parte inventada de Rodrigo Fresán y es entonces cuando la pregunta se le presenta igualmente pretenciosa. No digamos ya la posible respuesta. No obstante, no deja de resultar curioso que en la página 106 de La parte inventada, Fresán escriba “(…) flotando aquí y allá, en el Gran Cielo observando desde lo alto a esta pequeña tierra” y sea justo a partir de ahí que en la novela se inserten fragmentos escritos con otro tipo de letra (y hasta tono, lo que dificulta que las personas de mayor edad -como Mercedes de Pablos, que califica esta obra como “la novela con la letra flojita”- o que padezcan de problemas con la vista puedan seguir correctamente la trama) en un juego de voces que el Crítico pretende copiar, burdamente, con esta reseña en un ejercicio que, en principio, podría parecer ingenioso (o, al menos, un homenaje) pero que termina, cómo no, resultando igualmente pretencioso.
La fascinación por la escritura, pero sobre todo por la lectura. La fascinación por la infancia, pero sobre todo por cómo en ese periodo se gesta (casi) todo. La fascinación que genera la lectura adictiva de este libro, que te hace recuperar esa extraña ilusión infantil y juvenil de cuando uno se enfrenta a cualquier cosa como si fuera la mayor (y única) aventura posible. El amor, la familia, la muerte, las obsesiones, los miedos, el paso del tiempo, la porosidad entre la memoria y la imaginación, los referentes como amigos que te ayudan a construirte en este camino de baches que es la vida, la literatura como salvación aunque su búsqueda sea tan perdida e irrecuperable como el amor de Gatsby por Daisy.
* El Crítico está obsesionado con los Kinks. Cayó de pequeño [“la infancia, (…) cómo en ese periodo se gesta (casi) todo”] en una marmita llena hasta rebosar de canciones de Ray Davies. Y ahora cuando lee que en la reseña que intenta hacer suya, pero que -insistimos de nuevo- no ha escrito él, se habla de la Daisy de El gran Gatsby (1925) de Scott Fitzgerald se le viene a la cabeza inmediatamente la Daisy del “Village Green” de los Kinks, una de sus canciones favoritas. ¿Son la misma Daisy?, se pregunta el Crítico y esta ya no le parece pretenciosa porque ¿cómo funciona la cabeza de un crítico? El autor de la reseña que el Crítico pretende hacer suya no puede evitar introducir la obra de Scott Fitzgerald en su análisis, en su valoración. Es importante para él. Si este reseñista algún día escribiera una novela, seguramente la principiaría con una cita de El gran Gatsby, ¿por qué no? Son sus obsesiones. Igual que ahora resulta imposible que el Critico deje de asociar a Scott Fitzgerald (al que tampoco ha leído, por cierto) con los Kinks, en concreto con la citada “Village Green”, canción que se incluye en el álbum The Village Green Preservation Society (1968), el mismo que, miren ustedes por dónde, alberga “Big Sky”. Fresán y el autor de esta reseña que el Critico pretende hacer suya confluyen gracias al ‘background’ del Crítico. La asociación es válida, responde a la labor de cualquier crítico. Comparar términos. Masticar referencias. Pero toda asociación depende del ‘background’ del analista. Raro hubiese sido que otro que no fuera el Crítico hubiera hecho la anterior asociación que, por otro lado, lleva a una nueva e inevitable pregunta: ¿es posible que el autor de la reseña que el Crítico pretende hacer suya sea también el autor de la novela? ¿Se prestaría Fresán a participar en este juego metacrítico? Aquí y ahora el Crítico se dispersa.
Todos estos elementos están en La parte inventada de Rodrigo Fresán. Una novela total en el sentido más amplio. Es como ser abducido por un agujero negro y entrar en esa “Dimensión desconocida” donde todo, absolutamente todo, es posible. La literatura, la obra, esta novela de Rodrigo Fresán está viva, es un organismo vibrante que provoca sacudidas al lector; un Víctor Frankstein poderoso que es capaz de revivir o despertar a alguien del coma. Y esto que parece una exageración, un ditirambo, no lo es, al contrario, porque La parte inventada funciona como una explosión y como una radiografía sin medias tintas de lo que es la literatura y de lo que representa la impostura actual de la misma, de lo que es ser escritor y de lo que representa ser un sucedáneo de escritor preocupado por las redes sociales y los “Me gusta” y los tuits y toda esa parafernalia efímera y vacua que se confunde con lo que no es. Porque en esta extraordinaria novela tenemos a un Escritor y a un Chico que admira al Escritor, que desea ser escritor. Tenemos a Penélope, la hermana perturbada del Escritor, y a IKEA, alguien que es como un vampiro/a que se preocupa más por lo accesorio que por la escritura. Tenemos una familia, los Karma (parece salida directamente de una película de Wes Anderson), que nos remite a otra familia delirante, los Mantra (aquella novela lisérgica sobre México). Tenemos una defensa de un modo de vida (y de ser y de estar en el mundo) que está desapareciendo (como decide hacer el Escritor) frente a este modelo contemporáneo de apariencia y prisas y estupideces en el que no se sabe muy bien de dónde venimos y menos aún hacia dónde vamos.
* “Una novela total”. Me gusta. El Crítico volverá luego a este concepto. Pero ahora quiere divagar sobre su labor, sobre la labor del crítico, de los críticos. Si la novela de Fresán es “una radiografía sin medias tintas de lo que es la literatura y de lo que representa la impostura actual de la misma, de lo que es ser escritor y de lo que representa ser un sucedáneo de escritor” el Crítico se vuelve aquí ambicioso (que no pretencioso) y quiere que esta crítica sirva para lo mismo. Para hacer una radiografía de lo que es la crítica literaria, de sus pecados, de sus virtudes, de sus miserias, de sus servidumbres… ¿Existe la impostura de la crítica? Se pregunta el Crítico, justo cuando cae en la cuenta de que está pretendiendo reseñar una novela que no ha leído. Pero esto, por desgracia, es bastante común, al parecer. Y si esto es así, entonces esta sería una reseña al uso, la típica reseña del crítico que no se ha leído el libro y que copia ideas de aquí y de allí para hacerlas pasar por suyas. En efecto, esta crítica también podría ser considerada una radiografía sin medias tintas de lo que es la crítica y de lo que representa la impostura actual de la misma, de lo que es ser crítico y de lo que representa ser un sucedáneo de crítico. Así lo piensa el Crítico y así lo piensa su sucedáneo.
Y, sí, claro, el aprendizaje a través de la memoria de los discos y los libros y las películas como modelo verdadero que se gesta en la infancia y ya no se abandona, sino que crece y crece para hacernos mejores, más comprensivos, sencillos, honrados, delicados, valientes… Amigos que acompañan al autor y nos hacen compañía mientras leemos: The Beatles, The Kinks, Bob Dylan, Philip K. Dick, Pink Floyd, John Cheever, William Burroughs, Vladimir Nabokov, Marcel Proust, Charles Dickens, Kurt Vonnegut, Stanley Kubrick, etc., es decir, el deseo de aprender mediante la lectura y la escritura y la música y el cine y su plasmación en la vida. El libro frente a esos aparatos diabólicos que son el móvil, las tabletas, o cualquier dispositivo electrónico que favorece la anulación de lo físico. Estructurada en siete partes, la novela vuelve a mezclar con naturalidad la cultura popular y la denominada alta cultura, que para el autor forma parte de lo mismo.
En La velocidad de las cosas se dice: “No leer es lo más parecido a estar muerto”. Y yo añado: No leer La parte inventada es condenarnos a una existencia más triste, menos bella, más aburrida, menos fascinante… porque mientras hay una parte de la literatura preocupada por la foto, la literatura de Fresán se preocupa por el verbo y el estilo.
* Si Fresán ha escrito “la novela total”, al Crítico le gustaría haber escrito “la reseña total”. Sabe que esto no es así y, sin embargo, no sabe si La parte inventada es merecedora de tal calificativo. De hecho, el Crítico juega mentalmente con esas palabras y reza para sus adentros: “La novela total. Total, la novela…”, para asumir, a continuación, mientras contempla el Gran Cielo, no sin cierta tristeza, que nada de lo aquí expuesto es suyo salvo lo que pertenece a la “parte inventada” de esta reseña.
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