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El hombre que inventó el futuro

peripheralJOSÉ MARTÍNEZ ROS | William Gibson (1948) fue una vez un niño en la tranquila Norteamérica de los cincuenta cuya existencia se vio afectada por una serie de tragedias familiares. Primero su padre murió en un absurdo accidente en un restaurante. Después, su madre, una mujer muy culta a la que estaba muy unido, enloqueció progresivamente, así que tuvo que criarse en un internado. Durante su adolescencia, se refugió en la lectura de los clásicos de la contracultura: Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Henry  Miller y, sobre todo, William Borroughs, el autor de El almuerzo desnudo, su favorito, del que aprendió que la ciencia-ficción podía ser algo más subversivo que historias de robots, invasores marcianos e imperios galácticos.
Lo que es importante, porque William Gibson fue el hombre que cambió la ciencia ficción para siempre a principios de los ochenta, gracias a su primera novela, Neuromante, que con sus secuelas, Conde Cero y Mona Lisa Acelerada, conforman la llamada Trilogía del Sprawl, que tuvo un impacto sobre el género en su vertiente literaria comparable al que Blade Runner ejerció en el cine futurista y dio origen al Archangelllamado cyberpunk. La clave del cyberpunk se basaba en la renuncia a los futuros gloriosos imaginados por la Sci-fi clásica. Se suele definir con la frase High Tech, LowLife: la mayor parte de la humanidad sigue atrapada en la tierra. La tecnología ha avanzado enormemente, sobre todo la informática, pero sobre todo al servicio de las grandes corporaciones, que son las que ejercen un auténtico poder sobre el planeta. La mayor parte de las lacras sociales continúan existiendo, e incluso se han agravado, porque la desigualdad social se ha incrementado. En las calles, la tecnología punta se filtra para utilizarse en entretenimientos ilegales o como herramienta para delincuentes. Los protagonistas suelen ser buscavidas, mercenarios, traficantes, prostitutas, criminales de poca monta y no exploradores espaciales o científicos. Supongo que a todos ustedes les parecerán conceptos manidos; no lo eran en absoluto cuando surgieron de la mente de Gibson.
A continuación, en los noventa, Gibson escribió la Trilogía del Puente (Luz virtual, Idoru y Todas las fiestas del mañana) en la que completa su visión del futuro para, a continuación, abandonar el género en sus últimas obras, como Mundo Espejo o Historia Cero. Como explicó Gibson, el futuro que había predicho en sus primeras novelas ya había llegado, aunque no en todas partes al mismo tiempo. Pero es inevitable que sus antiguos fans, los que lo consideramos el último gran maestro de la ciencia-ficción literaria, nos emocionemos con el hecho de que regrese a lo que lo hizo un escritor famoso y admirado.
Y el futuro que presenta en The Peripheral es tan oscuro como el de cualquiera de sus novelas anteriores. De nuevo, nos reencontramos con el particular estilo de Gibson, muy deudor de la novela negra clásica norteamericana, la de James M. Cain o Dashiell Hammett, aún más seco y escueto que en sus novelas de los ochenta: nos introduce directamente en la acción, sin presentarnos, con una exposición las particularidades del mundo al que arroja al lector; los personajes se definen por su comportamiento y sus diálogos, sin apenas atisbos de su vida interior; se usan términos de nuevo cuño, cuyo sentido solo vamos entendiendo muy poco a poco. Eso implica que las novelas de Gibson exigen cierto grado de esfuerzo para el lector. Algo especialmente acusado en The Peripheral, donde hay que avanzar por muchas decenas de páginas plagadas de conceptos incomprensibles, hasta que, en cierto punto –en mi caso, alrededor de la cien-, todo queda iluminado, todo se entiende.
La trama contiene dos líneas narrativas. La primera está ubicada dentro de unas pocas décadas, en unos USA devastados económicamente, donde la principal actividad económica es el tráfico de drogas. Flyne es una chica que se esfuerza por sobrevivir, mientras cuida a su hermano, un veterano del ejército que sufre una suerte de epilepsia causada por el equipo militar que utilizó durante su servicio. Una tentadora oferta económica por parte de una corporación con oscuros intereses se convierte en una trampa cuando se convierte en testigo de un crimen… La segunda línea nos lleva al próximo siglo. Wilf vive en Londres, en un futuro donde una serie de catástrofes han reducido drásticamente la población mundial y el mundo ha caído en una especie de neofeudalismo, en el que unos pocos clanes aristocráticos controlan los recursos disponibles. Y en el que se ha descubierto una tecnología que permite los viajes en el tiempo. Pero es un tipo de viaje en el tiempo absolutamente distinto a todo lo que hemos visto y leído antes; y que tiene que ver con ese “periférico” al que alude el título. No desvelaremos más sobre el argumento del libro. Sólo que, por supuesto, Wilf y Flyne se acabarán conociendo. Y juntos podrán reescribir sus vidas.
Gibson es un autor que ha tenido una relación difícil con el cine. Dos relatos cortos han sido adaptados al cine –Johnny Mnemonic y Hotel New Rose– con unos resultados, digamos, discutibles; mientras que han sido numerosos los proyectos de llevar a la pantalla la novela Neuromante, fracasados una y otra vez. Él mismo fue contratado para escribir nada menos que Alien 3 (aunque al final su guión no fue utilizado).
De otro proyecto cinematográfico que no llegó a nada, en colaboración con Michael St. John Smith, y con un sobrio y excelente Butch Guice a los lápices, ha nacido este Archangel, publicado originalmente como una miniserie de cinco números y editado ahora (por Medusa Comics) en España como una novela gráfica.
El cómic se abre con una imagen de pesadilla: el futuro que parecía aguardarnos durante la Guerra Fría. La humanidad, diezmada por el poder del átomo y una tiranía al estilo de la que nos presentaba Alan Moore en V de Vendetta, instalada sobre un páramo radioactivo. Pero, quizás, sí se pudiera enviar a alguien a un punto de ruptura: a 1945, cuando terminó la II Guerra Mundial y los dos bloques, Comunismo y Capitalismo, se establecieron, férreamente enfrentados. La clave de todo se encuentra en la ciudad soviética de Arcángel. Con esta premisa construye una de sus intricadas tramas que tantas satisfacciones han procurado a lo largo de estas décadas a sus lectores.
William Gibson ha vuelto, y merecía la pena la espera.
Publicado originalmente en Notodo.com
Archangel (Medusa Cómic, 2017), de William Gibson, Michael St. John Smith y Butch Guice | 144 páginas | 17 euros
The Peripheral (Roca Editorial, 2017), de William Gibson | 528 páginas | 20,90 euros | Traducción de Efrén del Valle

admin

2 comentarios

  1. Está bien, pero pondría antes Neuromante, Todas las fiestas del mañana y Mundo Espejo, que mis preferidos entre los suyos

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