ILYA U. TOPPER | 28 de agosto de 2015. La Policía austríaca ha encontrado más de 70 cadáveres en el interior de un camión frigorífico abandonado en el este de Austria, país al que el vehículo entró desde Hungría. El camión de 7,5 toneladas y un compartimento de carga de apenas cinco metros de longitud estaba aparcado en una zona especial para averías. Se calcula que las víctimas habían muerto entre 36 y 48 horas antes del descubrimiento de los cadáveres.
Ésta es una noticia de agencias, citada literalmente, y si ustedes buscan, encontrarán más del mismo estilo, aunque raramente los traficantes consiguen meter a tantas personas en un espacio tan reducido. Pero el horror es el mismo. Un horror que leemos en la prensa, y pasamos página porque no tenemos capacidad suficiente para escandalizarnos, para imaginar el sufrimiento.
Para imaginarlo hace falta acudir a la literatura. A Hombres al sol, del palestino Gasán Kanafani. Publicado en 1963. Es decir, hace medio siglo. Podemos leer la historia de cada uno de estos muertos, sus motivos, sus dudas, sus ilusiones y esperanzas. Por supuesto, a Kanafani, que para eso es escritor, le bastan tres personajes para recrear el drama. Tres y el traficante. Que créanlo o no, es el que más cercano sentiremos. El que mayor carga dramática reúne.
Claro: para Kanafani, que vivió en Kuwait como inmigrante, tras ser refugiado en Damasco, el horror era el sol, el desierto, la crueldad de una extensión vacía, quemada, mortífera, más allá del fértil Tigris donde se reúnen los refugiados-migrantes para el último salto de su largo periplo (Palestina-Siria-Iraq), a pocos kilómetros –pero mortales– de una tierra prometida que no tiene nada excepto dinero. La travesía del desierto, de un país que les despojó de su dignidad, hacia uno que los despojará de su identidad, es un perfecto símil de la trayectoria vital de quienes son dos veces desposeídos: por quienes ocupan su tierra y por quienes les cobran el pasaje a la muerte.
Uno se pregunta cómo recrear esta sinfonía del ‘horror vacui’ en un bosquecillo austríaco con praderas y campanulas, pero esto quedará para otra generación de escritores (Hassan Blasim, de pronto, lo ha intentado sin mayor resultado). Kanafani ha hecho lo suyo. Y lo ha hecho magistralmente. No sorprende que esta obra, publicada en 1962, sea uno de los pilares de la literatura árabe moderna. Se inscribe en el realismo social en boga entonces, pero es mucho más que estos apuntes del natural que se pusieron de moda en algún momento y en los que la ausencia de guión se justifica como estilo. No. Hombres al sol es una novela. Por la breve extensión, una ‘nouvelle’, con toda la fuerza poética que esto implica.
También lo es la segunda pieza la trilogía: Lo que os queda, escrita cuatro años más tarde. Aquí, la pretensión de realismo a trazos fuertes queda abandonada a favor de una imbricada construcción a tres voces –Hamed, su hermana Mariam, el desierto– y cuatro personajes: añadimos el reloj de pared, aunque sólo habla en forma de campanadas (tiene su ‘alter ego’ en el reloj de muñeca de Hamed). Un juego de trampantojos que el autor ha querido facilitar usando la cursiva para indicar un salto de narrador o de tiempo; así lo afirma en una nota previa, pero a mí, la verdad, se me figura que es una trampa porque las cursivas no coinciden con los quiebros del hilo. Creo.
Desde un punto de vista de argumento también hay tres voces: Mariam, su hermano Hamed y su amante Zacarías, todos refugiados en Gaza. Las circunstancias obligan a Hamed a casar a Mariam con Zacarías, algo que no es sólo espantoso porque el amante convertido en novio es un cerdo y un traidor, sino porque Hamed cree que Mariam es suya: porque la quiere, en primer lugar, y porque es su deber, ante los hombres y la historia, de velar por ella, aunque él sea el hermano pequeño. La huida –de ellos, de sí mismo, de su lugar en la sociedad– es la única solución; atravesar el desierto hacia ese lejano país libre que se antoja ser Jordania es una especie de purificación, algo que lava las vergüenzas. Si se sobrevive, claro.
Porque el desierto es ancho, y uno siempre se puede encontrar cara a cara con ese reflejo de uno mismo que es un soldado israelí extraviado. Dos personas en un espacio sin referencias, que no hablan sus respectivos idiomas y que sólo disponen de una herramienta para salir del ‘impasse’: un cuchillo que debe acabar con uno de los dos.
La tercera pieza, Umm Saad, supone un vuelco radical de lenguaje: si no nos lo contaran en su biografía, entenderíamos de la lectura que aquí, Gasán Kanafani se ha afiliados a los planteamientos artísticos del marxismo y ha decidido ser Gorki. Si Rusia pudo tener su Madre revolucionaria ¿por qué no Palestina? En su homenaje plano a la lucha revolucionaria de las clases obreras palestinas y las acciones armadas de los fedayin, en su glorificación de la causa por la que hay que morir de forma orgullosa, sin cuestionarse nada, esta novela compuesta por media docena de instantáneas comparte con la de Gorki lo peor del realismo socialista. Aunque en descargo de Kanafani hay que reconocer que tanto la brevedad como cierta profusión de imágenes líricas –esa vid seca– le salvan de caer en el efecto somnífero de su famoso modelo.
¿Trilogía, dijimos? Hay cuatro piezas. La traductora, María Rosa de Madariaga, nos regala un compacto ensayo al final en el que analiza las tres obras reunidas. Con la precisión y profundidad que de entrada le podemos suponer a esta historiadora y arabista. Justo por eso es vital que usted no lea este ensayo antes, o se dará cuenta demasiado pronto que Lo que os queda está modelado según Faulkner y que Hombres al sol es una especie de metáfora de varias generaciones de palestinos y la actitud de los países árabes dictatoriales alrededor. Pero es un disfrute leerlo después.
A Gasán Kanafani lo mató el Mossad en 1972. Tenía 36 años, y sólo cabe especular con los horizontes a los que podría haber llegado la literatura en árabe, de no haber hecho ignición la bomba plantada en su coche en una calle de Beirut. Adonde llegaron los hijos de Umm Saad (1969), en cambio, lo sabemos: 24 años después de traducir estas novelas, María Rosa de Madariaga le ha añadido a la reedición en Hoja de Lata un prólogo que resume la trayectoria de la Palestina sin Kanafani. Pero quién habría pensado que el autor estuviera tan vivo hoy, en cualquier bosque de Austria.
Una trilogía palestina (Hoja de Lata, 2015) de Gasán Kanafani | 272 páginas | 19,90 € | Traducción y prólogo de María Rosa de Madariaga