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El horror es un muñeco que sonríe

MANUEL MACHUCA | La ciudad uruguaya de Tacuarembó es un lugar de peregrinación para los admiradores de la escritora Circe Maia. Allí reside la escritora desde hace sesenta años, y allí también pasó su niñez y fue más adelante profesora de instituto hasta su jubilación, con la excepción de aquellos años setenta y ochenta en los que el ejército uruguayo decidió que era una mala compañía para los estudiantes.

En 1972, aquellos que en breve iban protagonizar la dictadura cívico- militar uruguaya y a gozar de fama universal, en competencia, como siempre, con sus vecinos de la otra orilla, por su pericia en el lanzamiento de personas al Río de la Plata sin paracaídas y por su valentía contra el pueblo que les pagó las armas, aquellos, decía, detuvieron y encarcelaron a su esposo Ariel Ferreira, acusándole de pertenecer al Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros. De dicha detención se libró la escritora por haber dado a luz apenas cuatro días atrás. Para que luego digan que los militares que tanto valor y arrojo (de personas) demostraban, carecen de sentimientos. No obstante, un año después no dudaron en expulsarla de la docencia, a la que no volvería hasta el regreso de la democracia. Ya se sabe que la cultura y los uniformes casan bastante mal, ya que utilizan armas muy diferentes a la hora de transformar a la sociedad.

Un viaje a Salto, novela corta escrita en 1987, se inspira en el paso por la cárcel de Ariel, y ha sido de nuevo recuperada por la editorial barcelonesa Las Afueras, con prólogo de Mercedes Halfon. La novela comienza cuando una mujer y su hija pequeña arriban a la ciudad uruguaya de Paso de los Toros. Allí pretenden tomar un tren que cubre el recorrido entre Montevideo y Salto, en el que presumiblemente viaja de regreso a la cárcel el esposo de la mujer y padre de la niña, acusado de pertenecer al movimiento tupamaro y que ha sido enviado a la capital del país a declarar. Al regresar a la casa, la mujer invita a su hija a escribir la historia de lo que ha vivido, para no olvidar. Disconforme con las imprecisiones cometidas por la niña en lo que se conforma como la primera parte del libro, la mujer escribe lo que vivió de manera más precisa, y lo hace en segunda persona, como si estuviera hablando con su marido. Finalmente hay una tercera parte, a modo de diario desordenado, carente de fechas y de nombres, en el que la esposa relata sus recuerdos y experiencias durante aquel tiempo.

Feliz iniciativa la de la Editorial Las Afueras de recuperar un texto fundamental de la poeta uruguaya. Un libro este sobre el horror de una dictadura y también sobre el olvido: «El verdadero horror no es un monstruo espantoso que quiere devorarnos, sino un muñequito de goma que saluda y sonríe», cuenta la historia. Efectivamente, el peor de los horrores no necesita de monstruos de siete cabezas, de espectros de mandíbulas desencajadas ni de vísceras desparramadas. Basta la descripción rutinaria de la vida cotidiana de quienes pagan los platos rotos de las ambiciones de unos cuantos que siempre tienen las armas de su parte. Así son los ejércitos de ciertos países entre los que nos incluimos, incapaces de ganar batallas a enemigos externos, pero más que eficientes como guardas de seguridad privados con cargo al IRPF.

El horror, el olvido, y la literatura como arma frente al olvido. Aunque de poco ha servido la literatura de Circe Maia en un país que, a pesar de sus elevadas cotas de alfabetización y de lectura, optó por enterrar los desmanes cometidos y que de esta forma, proporciona a sus protagonistas y, sobre todo, a sus beneficiarios, la impunidad necesaria para que se vuelvan a repetir los hechos cuando se estime conveniente y de la forma que se entienda que es la adecuada.

Este viaje en un tren desvencijado, auténtico correlato moral de la historia, esos soldados rasos que luchan por no saben qué, ese horror de estar uno frente al otro en las visitas a la cárcel con la prohibición expresa de rozarse, esa profesión del terror por el terror mismo, de la crueldad gratuita tan actual, que de manera tan precisa vemos en los telediarios de hoy mientras saboreamos ensaladas de IPC en alza; esos diarios de la vergüenza de estar señalados en la sociedad por quienes miran para otro lado, por los que lamen las suelas de las botas de quienes se las ponen en el cuello en nombre de otros… El horror, que diría aquel Kurtz que ideó Joseph Conrad.

Y frente a eso, la literatura. Contar para no olvidar, decir para que quede registro, remover conciencias para que los que la tengan sepan de qué lado hay que estar. Sí, definitivamente el horror es un muñeco que nos mira y que nos sonríe. Y nos sonríe porque sabe que en cuanto se lo proponga volverá a actuar.

Un viaje a Salto. (Editorial Las Afueras, 2021) | Circe Maia| 96 páginas| 14,95 €

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