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El tiempo que se escapa

en_otro_momentoEn otro momento

Stephen Dunn

Delirio, 2013. Colección «Krámpack»

ISBN: 978-84-15739-01-2

128 páginas

8 €

Traducción de Andrés Catalán y Ben Clark

Premio Pulitzer 2001

 

Antonio Rivero Taravillo

Este libro le valió a su autor, estadounidense de New Jersey, el Premio Pulitzer de Poesía en 2001. Y en él asistimos a “retablos de la melancolía”, “momentos de belleza fugaz” o “el naufragio de lo cotidiano” como en el poema “Antes de que oscurezca el cielo”, que recuerda al “Ed è subito sera” (“Y de repente anochece”) de Salvatore Quasimodo. Es decir, Stephen Dunn pinta el fresco de la vida vacía contemporánea, y lo hace con recuerdos y experiencias que se remontan a la década de los sesenta con la televisión, los divorcios, los ascensos en el trabajo, las apariencias, las tardes vacuas en la oficina. Todo aquello que él no quería para sí, y a lo que renunció: “Tengo veinticinco, estoy en la temblorosa / escalera al éxito, la viva imagen de mi padre, un ejecutivo, / bien afeitado, y sé solamente lo que no quiero, / que es prácticamente todo lo que poseo.” Eso escribe en el poema “Las últimas horas”, cuando el autor tira por la borda una prometedora carrera profesional en una multinacional. Aunque, a cierta edad, como él mismo reconoce: “Cada vez más vas aprendiendo a vivir / con lo inaceptable”.

Demuestra Dunn una gran capacidad de observación, que puede dar casi en la epifanía: “Mi aliento blanquea la ventana, / me delata ante mí mismo.” Y hay ideas perspicaces sobre el amor y la pareja: “Todos los amantes saben que la química, / no la física, es lo que mueve el mundo.” También la historia reciente se adentra en los poemas. En “Hasta este momento” se alude a la sentencia de culpabilidad que ha recibido el asesino de 168 personas en Oklahoma. “Por todas partes, un error / conduciéndonos a otro error. / Por todas partes, los justificados”, escribe el poeta. El mismo atentado de 1995 tiene su eco en el poema “Oklahoma City”.

La poesía de Dunn se mueve en el marco referencial de la clase media de su país, y aunque recrea el tema de Ulises y del andrógino, o cita a Adorno y reelabora el asunto de la muerte de Dios, el mundo que llena estas páginas es el de los viajes en automóvil, el de los barrios residenciales de la periferia y las tiendas y restaurantes de comida rápida 7-Eleven. Pero en medio de todo ello hay reflexiones e imágenes de validez universal, y un lirismo duro, áspero incluso.

Los jóvenes traductores del volumen son buenos poetas, y ambos están en un excelente momento de sus carreras: Andrés Catalán ganó recientemente el Premio Emilio Prados y Ben Clark acaba de alzarse con el Ciutat de Palma. Aunque no parece justificado que a estas alturas se publique poesía en lengua inglesa sin su original, pues quien más quien menos puede hacerse idea del discurrir de este y disfrutar de los versos tal como fueron escritos por su autor, la calidad de esta traducción hace que el lector tome una infusión amnésica, abrevada en el Leteo, y olvide que los textos fueron escritos en otro idioma.

 

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