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Ella era un azar

Por qué este mundoMARÍA ALCANTARILLA | «El paso de la vida a la muerte me asusta: es como pasar del odio, que tiene un objetivo y es limitado, al amor, que es ilimitado». Porque, en el fondo, Clarice Lispector (Chechelnik, Ucrania, 1920 – Río de Janeiro, 1977), a sus escasos cincuenta y cinco años, aún no había aprendido a vivir.
Clarice fue precoz al enfrentarse al exilio, a la muerte e, incluso, a la literatura; al proceso creativo por encima de las fuentes o de la mera búsqueda de  referencias. Hay, en todo genio, una insatisfacción velada y Benjamin Moser (Houston, 1976), en esta biografía que es un puzle y es, también, un mapa de ruta excepcional para entender la obra de Lispector, nos introduce en su mundo como nunca antes se había hecho: una biografía multiperspectivista y repleta de paratextos en los que el lector, al fin, comienza a entender un trabajo revolucionario y único.
Decía que la Lispector fue precoz y, no en vano, escribe su primera novela, Cerca del corazón salvaje, con solo veintitrés años. Como bien apunta Moser, ciertos estudiosos y críticos se empeñan en relacionar su trabajo creativo con Joyce, Virginia Woolf o Djuna Barnes pero lo cierto es que —ella misma lo aclararía en una entrevista— ni siquiera había leído a esos autores cuando, marchándose a una pensión cercana a la casa de su hermana Elisa, donde vivía entonces, con objeto de buscar un poco más de silencio, concluyó esta novela. Si hemos de indagar en sus referentes quizá sea más acertado remitirnos a Spinoza: para ambos, la fidelidad hacia la naturaleza interior y divina es el objetivo más noble de todos. Y, en otro orden de fuentes, a Lucio Cardoso, ese primer amor frustrado —él era homosexual—, y al grupo de introspectivos al que pertenecía junto a otros escritores, todos mayores que ella, como Octavio de Faria, Vinicius de Moraes o Cornélio Penna.
Precisamente sería Cardoso quien le daría la cita que abre Cerca del corazón salvaje y, por derivación, el nombre mismo de la novela.
A medida que avanzamos en la lectura de Por qué este mundo, se puede ir trazando un atlas lispectoriano en el que las hazañas vitales tienen una clara correspondencia con el desarrollo de una obra que no deja de tener tintes autobiográficos aunque, también, sea una obra que universaliza la duda, la torpeza humana o la poética del desastre.
La culpa y la frustración ante la muerte de su madre, su felicidad perdida, aparecerá en cuentos como “Restos del carnaval”. La muerte de Pedro Lispector, su padre, podemos verla reflejada en “La manzana en la oscuridad”. No en vano, poco antes de morir por una simple operación de vesícula, a los cincuenta y cinco años, Pedro Lispector le dijo a Elisa —la mayor de las tres hermanas, que también despuntaba como novelista— que escribiese sobre un hombre que perdió el rumbo. Y es que el señor Lispector vivió en la frustración de no conseguir nada. Por otro lado, la particular relación de esta autora, desde que era una niña, con el hecho de no acatar ciertas normas en el ámbito educativo, la podemos ver en Cerca del corazón salvaje, donde también pervive aquel maestro de hebreo, con ideas progresistas, que tuvo en Recife: Moysés Lazar. El mismo que le dijo, después de leer su primera redacción: «tú eres una chica extraña».
La capitulación mediante la cual Moser ordena y da sentido, no necesariamente lineal, a la vida y el al contexto socioeconómico, sociocultural y socioemocional de la autora, no puede ser más acertada ni, tampoco, más literaria. Cada enunciado que abre cada uno de los capítulos es una invitación a zambullirse, a seguir reconociéndonos en la historia y en los procesos personales de esta escritora.
En este sentido, continuando con la línea trazada, el amor frustrado con Lucio Cardoso aparece reflejado en varias novelas, aunque quizá la más representativa sea Aprendizaje o el libro de los placeres. Una profesora de primaria, Lori, acostumbrada a la rutina y al dolor, y Ulises, un profesor de filosofía que espera —y para ello irá marcando una serie de pautas— que ella esté preparada para el acto amoroso. Y, por último, la relación con el que fuera su marido y padre de sus dos hijos, el diplomático Maury Gurgel, con el que estuvo casada dieciséis años, se intuye en La hora de la estrella. Los continuos desplazamientos y mudanzas, debido al trabajo de él, la sensación, en Clarice, de estar sola y de no saber viajar y desatender o estar lejos de su propio trabajo, de sus amigos y de sus hermanas, se tradujeron en la relación desigual entre una joven norestina, Macabea, y un joven algo ególatra, Olímpico. Él hablaba de grandes cosas, pero ella prestaba atención a las cosas insignificantes.
Y así, Benjamin Moser, magistralmente, nos lleva de la mano en un viaje fascinante y repleto de contenidos hasta la propia muerte de la autora que, paradójicamente, abre el volumen. Una muerte que es, también, la representación de una existencia. Recordaba su gran amiga, Olga Borelli, el último desplazamiento de ambas hasta el hospital, donde Clarice murió seis días más tarde. Finjamos que no vamos al hospital, dijo entonces, que no estoy enferma y que nos vamos a París. “Así que empezamos a hacer planes y a hablar sobre lo que haríamos en París. El chófer del taxi, pobre, ya cansado de trabajar durante toda la noche, preguntó tímidamente: ¿Puedo ir yo también de viaje? Clarice le respondió: Claro, y también puede venir su novia. Él dijo: Mi novia es una mujer mayor de setenta años, y no tengo dinero. Clarice contestó: También viene. Finjamos que ha ganado usted la lotería. Cuando llegamos al hospital, Clarice preguntó que cuánto era. Solo veinte cruceiros. Y le dio doscientos”.
Moser ha logrado en Por qué este mundo que todo lector, incluso aquel que desconozca el universo lispectoriano, pueda sentir empatía por una existencia en la que cualquier ser humano tiene cabida. Y, aunque nadie puede oír nuestra memoria, Moser, como la Clarice niña esperaba, ha obrado un milagro.
Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector (Siruela, 2017), de Benjamín Moser | 492 páginas | 34 euros | Traducción de Cristina Sánchez-Andrade

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