
ELENA MARQUÉS | Empieza un nuevo año e, inocentes, o simplemente estúpidos, esperamos mucho de él. El reconocimiento en el trabajo. El afecto de alguien. Un poquito de salud. Una modesta primitiva. Volver al paraíso y encontrar, con Pedro Ugarte, Un lugar mejor en compañía de su polifacético Jorge; ese recurrente protagonista tan poco literario que, ya se enfrenta a la saludable enfermedad de su padre, ya se ve obligado a verse con algún tipo del que preferiría desentenderse, ya se enamora cada día en el metro para poder sobrellevar la ingrata realidad. Anécdotas o escenas todas absolutamente normales que, por obra y gracia de una pluma inteligente y diestra, cobran una hondura que recuerda a los mejores cuentistas norteamericanos. De hecho, en muy poco espacio, Ugarte consigue retratarnos a la perfección esta sociedad inmadura y a menudo frívola que nos ha tocado en suerte y que bien podría resumirse en observaciones como esta: «Un “espectáculo de luz y de sonido”. Uno de esos reclamos gratuitos que arracima a la gente en plazas, avenidas o pasarelas». O, con algo más de irónica ternura, rasgo característico del escritor bilbaíno, en párrafos como este otro: «Éramos cuarentones, con estudios universitarios, buenos trabajos y cierto poder adquisitivo. Eso, hoy día, comporta el deber moral de invertir parte del tiempo libre en el cuidado del cuerpo».
Con su habitual solvencia literaria, esmerándose en el detalle, que tanto él como Tizón, dos de los mejores cuentistas de nuestras letras, consideran la esencia del buen narrar, Ugarte recorre en su vuelta al sol de cuatro estaciones y doce relatos historias enfocadas, como otras veces, en las relaciones familiares y de pareja, el trato con el ayer («Lo peor de la memoria es cuando el presente la desdice. Puedes recordar el pasado, pero no insistir en él», dice en Ulises y los mapaches), la rutina laboral, la mentira (la relación de los protagonistas de Arantxa me ha recordado a la que se establece en El premio en su anterior libro de relatos), el éxito y el fracaso, el amor y el desamor, las oportunidades perdidas. A ver quién no ha vivido o escuchado cosas semejantes a las que aquí se relatan. A ver quién no ha conocido a personas como las que pueblan este libro, tan humanas. Incluso el dueño de Westerman Servicios Generales, que, aunque extranjero, parece sacado de cualquier trama de corrupción typical spanish.
Como buena funcionaria he disfrutado mucho con el guiño al lenguaje abstruso de la Administración y la burocracia, a esa tonta vida de oficinista que borda Ugarte en Balada de Rowena Trevanion («entre nosotros la violencia adquiría modos tan abstractos que casi podrían confundirse con la colaboración: diminutas mezquindades, distracciones, omisiones o escapatorias practicadas al amparo de la mera cobardía»); como mala sentimental me ha golpeado la hipocresía retratada en Una isla sucia y olvidada, y la conciencia de cómo la suerte nos sitúa en la soledad de Fermín o huyéndole en «ágiles zancadas, en busca de todos los demás». Como mujer criada en su tiempo, «detesto el dramático poder ejercido en la familia. Detesto el poder sentimental, […] el imperio mezquino que practican las madres sobre hijos modestos y obedientes» (insuperable); como amante de los gatos he odiado al sempiterno Jorge en el remate de Dientes, caricias, agosto, uno de los pocos cuentos con final, mientras que buena parte de ellos nos deja, como la vida misma, nel mezzo del cammin, lo que acentúa la sensación de cotidianidad y, por encima de todo, de verdad.
Porque nada hay de postizo ni de artificioso en estos relatos, ni en las tramas, ni en las fórmulas elegidas para contarlos, con esas breves pero certeras descripciones que nos sumergen de lleno en el ambiente (me imagino la «plaza mayor de empaque pobre y honrado» del ficticio Adraque del Molino como si hubiera estado allí, en ese enclave cercano a la España vaciada) y una adjetivación incisiva que dice mucho de las dotes de observación de su autor («Pasamos las siguientes dos horas atrapados en una atosigante hospitalidad», por poner un ejemplo). Solo me ha chocado un poco el recurso de la repetición del título del libro en cada relato, aunque es cierto que, junto a la presencia de Jorge, confiere unidad al volumen, y además su insistencia acentúa la búsqueda enconada de esa resbaladiza felicidad que, por mucho empeño que pongamos en encontrarla, se nos veda.
Un lugar mejor (Páginas de Espuma, 2024) | Pedro Ugarte | 208 páginas | 16,35 euros
Estimada Elena:
Muchísimas gracias por tus palabras, y por tan atenta lectura.
Un cordial saludo.