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Entender es peor

GEMA ESTUDILLO | “Entender es peor” es el verso que rescata Laura Salino en la conversación que tuvo con Antonio Méndez Rubio en el Foro Psicoanalítico de Madrid el 23 de junio de 2017. “Entender es peor. Es una máxima absolutamente lacaniana”, apostilló luego. Por razones de estudio que no vienen al caso, yo acababa de releer Residencia en la tierra de Neruda; concretamente la edición de Cátedra a cargo del profesor Hernán Loyola, que ha dedicado su vida entera a la vida y obra del poeta chileno y ha puesto todo su empeño en destruir la poeticidad de su obra. Mientras leía el prólogo, en el que el profesor realiza un esfuerzo sobrehumano por anclar cada uno de los versos del poeta a la realidad, buscando referentes vitales que fundamentan su minucioso trabajo hermenéutico, mi voz interior se resistía a asumir como verdaderas muchas de las afirmaciones. “Entender es peor” es un verso que debería estar grabado a fuego en los dinteles de todas las casas habitadas por críticos y filólogos, cuando hablar de poesía es lo que se pretende.

La fiesta del miedo es, como dice Virginia Trueba en el prólogo, “un libro hecho a la contra”. Un libro hecho no para entender, sino para desentender -añadiría yo. No tengo palabras para describir lo que La fiesta del miedo ha aportado a mi maltrecho espíritu herido por el exceso de literatura académica de los últimos meses.

El libro recoge las conversaciones que el poeta mantuvo en el encuentro entre poetas y psicoanalistas en el espacio Diálogos con el arte, en cuya sede tienen lugar también exposiciones de artes plásticas y performance. Antonio Méndez Rubio (1967), poeta, profesor universitario de Teoría de la Comunicación en la Universidad de Valencia, ensayista y activista cultural, fue uno de los invitados al primer ciclo. ¿Y por qué es un libro escrito a la contra? Todas las conversaciones comienzan con una lectura de poemas para luego, a través de una especie de entrevista psicoanalítica, intentar deconstruir el lenguaje y el propio pensamiento. No se trata de entender, no se trata de anclar la palabra al referente, ni de aplicar el psicoanálisis al arte, sino más bien de evitar que el poeta afirme su obra ante el público, cuestionando el lenguaje o el lugar desde el que observa. En este sentido, un verso como “Entender es peor”, paradójicamente, reafirma el método lacaniano que usa el Foro en estos encuentros. “Nada de lenguas puras, seguras de sí mismas, limpias y profilácticas. Traducibles (al modo de Google). Transparentes. Nunca intentar resolver lo que no encaja. Nunca ocupar la falta. Perder por fin la esperanza” escribe Virginia Trueba. A través de estas conversaciones resolvemos que el poema puede ser, en palabras de Méndez Rubio, “una huella de la escucha” o que “la voz poética puede ser la huella más difícil del cuerpo”, porque en realidad el “yo” está hecho de lenguaje y está en continuo movimiento. Descubrimos también como el ritmo, algo tan importante en la composición y que está sometido a una ley, es al mismo tiempo liberador del sentido en el propio poema. Ata y desata a la vez. Pero si hay algo interesante en este libro, aparte de cada uno de los aspectos de la creación poética que son desmenuzados por poeta y psicoanalista, es descubrir el fuerte vínculo que existe entre la poesía de Méndez Rubio y su conciencia social. Quizás porque estoy convencida de que todo poeta que se precie sólo puede ser anarquista, aunque el/la propio/a poeta no lo sepa, no es de extrañar que apele a Pasolini como “ el poeta que le hizo repensar la relación entre lo poético, lo político y el “nuevo fascismo”, el “ fascismo de izquierdas” y reivindica una poética en la que “ la figura del poeta es más productiva críticamente desde un lugar de destitución y no de institución”; es decir, desde la disidencia, que es también, en mi opinión, donde debe estar siempre el poeta. Un lugar propio, “acústico, vibratorio, que está en el aire” dice Méndez Rubio, pero que a la vez es de todos, es común y nos acoge a todos, dice Gadamer en su discurso a propósito del premio Dorsten a la poeta alemana Hilde Domin. “El lugar del dolor o del daño común”, dice Méndez. Reconozco que hay en el libro cierto abuso del método e incluso, a ratos, cierto afán de imposición de la interpretación lacaniana, de la que Méndez Rubio sale más que airoso, que a veces llega a cansar al lector; pero debemos recordar que no se trata de un ensayo al uso, sino de conversaciones recogidas en papel. En definitiva, contra el vaciado del lenguaje de las últimas décadas, contra el pensamiento ergonómico (ese que es adaptable a todos los cuerpos, como la propia palabra indica y que pretenden hacer pasar por disidente porque las palabras, cuando no se entienden, valen para casi todo), contra el postureo vacuo y superficial en el arte, lean por favor, La fiesta del miedo. Comprenderán que “entender es peor” y que uno sólo se podrá quedar en el intento.

La fiesta del miedo. (Arte, poesía y psicoanálisis. Diálogos con Antonio Méndez Rubio). (Chamán Ediciones, 2023) | VV.AA. | 307 páginas |18 euros |

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