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Escribir para alejar a los monstruos

Mañana cuando yo mueraMANUEL MACHUCA | Manuel García, poeta, ensayista, violagambista, traductor, y ahora novelista, ha debutado en este género con una obra dedicada a uno de sus grandes iconos literarios, el escritor granadino, precursor de la Generación del 98, Ángel Ganivet.

Como afirma el autor en la novela, a Ángel Ganivet se le conoce más por su suicidio poco antes de cumplir treinta y tres años, lanzándose a las aguas heladas del río Daugava a su paso por Riga, actual capital de Letonia y entonces parte del Imperio ruso, que por su obra literaria, si bien su Idearium español acompañó al exilio a muchos intelectuales en tiempos de la Guerra Civil española.

Ganivet, diplomático de carrera, tuvo una infancia difícil. Sufrió la pérdida de su padre, que se quitó la vida cuando tenía nueve años, y un año después a punto estuvo de sufrir la amputación de una pierna, de la que se libró por su negativa furibunda a la intervención, lo que le obligó a una larga convalecencia y a retrasar sus estudios. Esto, sin embargo, conformó una fuerte personalidad y no le impidió cursar en Madrid las carreras de Derecho y Filosofía y Letras ni doctorarse cuando tan solo contaba veintitrés años. En la capital de España, fue miembro asiduo de tertulias literarias junto a su gran amigo, el periodista y crítico literario Francisco Navarro Ledesma, y frecuentó prostíbulos y lupanares de diversa índole en los que contrajo la sífilis, enfermedad que agravó unos problemas mentales heredados y que hubiera terminado con su vida no mucho después de que decidiera acabarla él, arrojándose desde el barco con el que cruzaba el río letón camino de su casa. Durante la época madrileña conoció a Amelia Roldán, mujer morena de origen caribeño y de armas tomar, uno de sus grandes amores, con la que nunca se casó pero que le daría dos hijos, Natalia, fallecida de niña, y Ángel.

Tras doctorarse, Ganivet postuló al cuerpo consular y fue nombrado vicecónsul en Amberes. En la ciudad portuaria belga residió cuatro años, hasta ascender a cónsul y ser destinado a Helsingfors, actual Helsinki, entonces parte del Imperio ruso, a donde viajó solo. Allí residió tres años y desarrolló la mayor parte de su obra literaria, en la que frecuentó colaboraciones periodísticas en la prensa granadina y conoció a su otro gran amor, su profesora de ruso Mascha Diakovsky, rubia y de personalidad tan fuerte como la de Amelia o la de Ganivet, auténtica musa de su obra poética que, curiosamente, no escribió en castellano sino en francés.

Curioso correlato en la vida real de Ángel Ganivet, que amó a dos mujeres enérgicas, una rubia, otra morena, probable reflejo de la bipolaridad del autor granadino y de las contradicciones de su pensamiento. Si en cuestiones amorosas Ganivet lo pagó caro, también le sucedió algo similar en lo literario, ya que sus controversias relegaron a un segundo plano la profundidad de su pensamiento.

La novela se estructura en dos partes, conformadas ambas por una sucesión de capítulos muy cortos, en los que se alternan los que escribe un alter ego del novelista, en primera persona, con los que narran la vida del escritor granadino, escritos en tercera, junto a otros en los que se utilizan diversos géneros literarios como el epistolar o la poesía. Quizás como un homenaje a tan políglota escritor, los títulos de los capítulos aparecen en diversos idiomas, especialmente el francés, pero también en portugués, inglés y, por supuesto, castellano.

El tiempo de la historia lo conforma el viaje que el autor, o su alter ego, realiza en 2019 a Helsinki y Riga siguiendo las huellas de Ganivet para reconstruir su biografía y su camino hacia la locura, del que también se contagia el autor.

Es un libro curioso, con un punto de vista original. Si bien, en cuanto a lo temporal se narra con una diferencia de ciento veintiún años entre ambos viajes, en lo emocional hay una progresiva fagocitosis del autor de la novela, traductor de los poemas en francés de Ganivet a Mascha Diakovski, por parte de la fuerte personalidad del escritor granadino. Poco a poco Manuel García, o su alter ego, se van transformando en Ángel Ganivet.

Como poeta que es, Manuel García nos deja imágenes muy luminosas en su prosa en primera persona, y nos regala un libro interesante para saber más de este escritor granadino, cuya errática personalidad, hija de una herencia genética compleja y una vida, su herencia social, no menos difícil, no le dio el lugar preeminente entre los escritores de su generación que el autor de la novela reclama.

Mañana, cuando yo muera (Algaida Editores, 2019) |Manuel García|352 páginas|20,00 euros

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