JABO H. PIZARROSO | Muchos años después, frente a un pelotón de lectoras y lectores, el comandante Luque habría de recordar el día en el que su amigo Ilya, con una tripulación ingente (Haro, Rosario, Mané, Carolina Extremera, Eduardo, Carlos, José M. López, Carolink, Moraga, Blanes, Pizarroso, Leonor, Victoria, Martínez Ros, Roblas, Luis Manuel Ruiz, Rafa Castaño, Sierra, Natalia,…), le llevó a conocer Barbate, ese poblado tan mediterráneo como inhóspito donde crecen las toronjas de las mentes y donde cada cual lee libros como los orangutanes comen plátanos, aunque Cristóbal Colón no los haya descubierto todavía, aunque alrededor haya piedras como huevos prehistóricos, y a pesar, ¡pesar asumible!, de que nunca llegaremos a Macondo.
Por eso mismo. Porque todos tenemos unos cueros al nacer y la vida nos lleva por un camino de chumberas humanas, esos pelotaris de mil brazos inertes, o por una trocha de piornales y secarrales de aupa. Porque todos, absolutamente todos y todas, tenemos los mismos pellejos que nos protegen al nacer, cuando el huevo primigenio se casca como avellana dura en las mientes de nuestra cerebral pasión. Por eso mismo es importante reconocer la libresca labor de una editorial que toma el nombre de los antiguos cuáqueros que se lanzaban al Atlántico y al Pacífico a la caza de espermaceti con el que alumbrar el mundo desde los candiles de la crítica. Por eso mismo es importante alentar, vivificar y apologizar propuestas editoras y literarias tan inconmensurables como esta.
Desde un promiscuo ahabismo personificado en el piloto Sierra, la singladura que trazan los capítulos de esta novela tiene tantos puertos como circunvoluciones cerebrales tiene un sapiens. Porque acá nadie imprimió una moneda en el mástil del Pequod, recompensa futura, tesoro capitalista incalculable, exigiendo que cada uno de los tripulantes bebiera la dosis adecuada de ron y cruzcampo para jurar a muerte que intentarían conseguir atisbar en los barruntos de sus horizontes de sucesos, ¡gracias, Antoñito Acedo!, ese “por ahí resopla”, que indicare algo muy sencillo, que marcare de manera estruendosa, aletazos a babor y a estribor, que se está tan cerca de una ballena blanca como se encuentra uno pegado en plan rémora a una crítica contundente, generosa, hermoseadora.
La lectura de esta novela no tiene parangón. Tardarás diez años en llegar a la costa de su sentido final, a esa tierra firme donde serás, ¡gracias a dios y a la virgen que lo parió!, un náufrago en el centro de un huracán creado por tu pensamiento y en el que la yuca y la malanga puede que sean las únicas viandas a las que acceda tu cuerpo hambriento de prescripciones lectoras voraces.
En ese mundo creado por esta novela titulada Estado Crítico, los cuerpos parece que florecieran y las almas se atragantan tanto de espinas como encuentran la protección balsámica que les alejó por un rato de los espasmos urticarios de las ortigas que se desprenden de los productos literarios artificiosos. No hay mal que por bien no venga. Son los tripulantes de esta novela distintos a los facedores de la misma, los lectores y lectoras en última instancia. Pero en el fondo pudiera decirse que se parecen en mucho. Porque las faenas a bordo de la txalupa personal de cada uno de los amanuenses de los plots que la construyen de manera dialéctica, ese locus profundis donde el todo es parte alícuota y expresivamente libertaria de cada uno de sus trozos puzzleicos, están llenas de nocturnalios despertares, de tardes asoladas por miles de preocupaciones varias, de domingos tristes como una manzana reseca en el Fagor antiguo, de inquietas servilletas donde en un Vizcaíno perdido se garabatea un aforismo que te embriaga, de ruedas de prensa insomnes y resacosas donde un: “ay, aquí está”, traza, enhebra y vertebra todos aquellos contenidos que como un impertérrito cardumen incontrolable de peces y otras especies varias, se aleja o se acerca en ese mar de los sargazos de la literatura mundial que hoy se publica en este estado español, o en esta españa que siempre nos duele de pronunciarla tan solo.
Bienvenido sea este nuevo libro que de nuevo tiene lo que de original tiene la generosidad que nos descoyunta cuando por fin estalla. Bienvenido sea esta Estado Crítico constante, preñado de estadismo como preñado de locura está un órgano lector a causa de una patología desconocida y biensana. Bienvenida sea esta novela a cada uno de los puertos, manglares, pantanales o rocallas de vuestras casas. Porque la singladura que desprende es varia. Y sobre todo porque el olor a descubrimiento literario, a entrada en los puticlubs del alma de cada cual, es ingente, suave, sorpresiva y sin tacha. Aprovéchalo. No falla. Gracias por diez años de literatura, que es mucho, gracias.
Estado Crítico (Nantucket Libros, 2019)| VV. AA. | 12.348 páginas | 00,00 €
Talento, oficio y empatía.
O lo que es lo mismo: genial, brillante y divertido.
Enorme Pizarroso