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Estoy bastante sola

erh32075JABO H. PIZARROSO | Una novela dulce y amarga como el té, de una intriga de pausa táctil y avance de insecto. Senel Paz contó una vez entre palmeras de la EICTV que había algo en aquel curso de escritura de guión que debíamos proteger, algo que nunca debíamos pulsar. Habló en aquella ocasión de «la cosa mágica» de un relato, de ese pulso inmanente que debe tener toda historia novelada, develada, escrita. Hay historias que tienen el corazón oculto porque nunca se revelan del todo, al igual que el celuloide guarda latencia de las imágenes rodadas, y ese encanto fantasma, perdido y no perdido, de algo que hemos visto en plenitud, en planos vivos durante el rodaje y de lo que guardamos una parte engatusada entre haluros de plata, debe mantenerse así, entre la incertidumbre y la sombra, entre la oscuridad y la niebla y ser usado para una sola visión, evaporada siempre.

Este nuevo libro de Elvira Navarro esconde y muestra «esa cosa mágica». Esta novela es un beso apenas percibido pero de una intensidad que viene “de lo alto”, como el enigma que lo sustenta, el misterio que rodeó y rodea a la escritora de El Sur, Adelaida García Morales, la compañera de Víctor Erice, el director de El Sur.

La novela tiene esa calidez de las historias que se sostienen alrededor de un conflicto de “baja intensidad”. No sé, pero a mí me recuerda a alguna película de los hermanos Kaurismaki, La chica de la fábrica de cerillas, por ejemplo. Este libro es un fuego que prende lo justo para colonizar la frialdad de una emoción pequeña y desasosegante y que se apaga al cabo de la página pero sigue vivo, no sabemos bajo qué ciencia confusa, superviviente agotado al cabo de la página. Esta novela es una antigua fogata de magnitud desconocida en la que tiritan brasas casi rosadas, lascas suaves que agotan su relumbre ante cualquier hálito que surja alrededor: el aire recto de una bilabialidad indiscreta, la delgada línea de humo que escupe la chupada de un cigarro, dentro del atardecer en una casa del extrarradio, dentro de las sombras opacas de un polígono industrial en invierno.

Adelaida García Morales, la escritora de El Sur, la guionista de la película de idéntico nombre dirigida por uno de los mejores cineastas del cine español, Víctor Erice, ese Tarkovski vasco que estudio en la mítica escuela de Cinematografía de la Ciudad Universitaria al igual que Adelaida, donde ambos se conocieron, es la protagonista de este “falso documental”.

Elvira Navarro ha dicho en alguna entrevista que hizo de la anécdota ficción. No quería realizar una crónica sin más de los últimos días de esta escritora que llevaba años hundida en el anonimato, en la soledad, en las afueras, en el silencio, a la busca siempre de nuevos estados interiores, como dice en la única entrevista que hay de ella en YouTube. Una mujer que vivía presa de ingratos delirios, con pocos recursos, y que habitaba por fin, la tierra evocada de su mejor libro, ese Sur, esa Sevilla que para ella y para Estrella, la niña del Sur, eran la tierra paradisiaca a la que nunca volvería el padre siempre presente. Elvira Navarro parte de un e-mail, que le envía la escritora Rosario Izquierdo Chaparro (el mismo aparece al final del libro en el epílogo), en el que descubre la anécdota, el detonante que le lanza durante tres meses a escribir Los últimos días…. Adelaida, poco antes de morir, pide 50 euros al ayuntamiento del pueblo en el que vive para poder viajar a Madrid, pagar una pensión y ver a su hijo. Rosario Izquierdo acaba este e-mail así: «Estoy triste. Qué mierda de país. Un beso.»

Este momento vital tan crudo, real como la vida misma: descarnado, triste, lleno de impotencia, sorprendente, cautivador, obtuso, reconocible, preña a Elvira Navarro para concebir este libro. Se trata de una invención, se trata de una búsqueda de Adelaida desde la ficción, una indagación que intenta descubrir quién era esta escritora y sobre qué mapas se movían su sentimentalidad, sus deseos, su vida, sus silencios. Para ello se ayuda de dos tramas, la de la concejala del ayuntamiento que le deniega la ayuda y la de una realizadora que se empeña en crear un documental mediante una entrevista a tres personas que conocieron a Adelaida García Morales.

Los protagonistas del documental son el psiquiatra que atendió a Adelaida, una madre compañera del colegio al que ambas llevan a sus hijos y una estudiante del mismo colegio de Badajoz donde inició sus estudios la escritora buscada. En manos de una realizadora de documentales, en una sala de un centro público del polígono sur de Sevilla, se desarrolla el rodaje de ‘cinema verité’ que deslía dulcemente el transcurrir de este libro.

Dos mujeres que buscan deshacer los enigmas de otra, pero desde una búsqueda indirecta. Adelaida García Morales utilizada para hacer un buen documental. Adelaida García Morales utilizada para redimir el exceso de sentimiento de culpa de una concejala de Cultura que tiene miedo a ser la causante de la desaparición de la escritora por solo 50 euros. Y surgen los dilemas de fondo, el mínimo cuidado de la cultura de un país que permite que se le mueran los escritores y los poetas de esta forma, que desaparezca su patrimonio cultural desprotegido sin dejar huella y sin dejar restos.

Esta novela es curiosísima. Es paradójica. Escribe sobre lo no escribible. Está hecha de elipsis, de huecos, de agujeros, de ausencia. Nunca se llega a deshacer el enigma, todo es un circular humano de experiencias tangenciales a lo buscado, algo a lo que llegamos ya no solo con los personajes sino con una escritura de pulso medido, concreta hasta llegar a ser deslumbrante. La cirugía estructural indolora que transmite la narración es tan exacta y enigmática como lo es la presencia fantasmal de la mujer a la que este libro acecha.

Hay otra referencia inexcusable que palpita dentro de esta manera de escribir, Carver, ese entomólogo de los objetos y de los detalles. (…) Se levanta dificultosamente de la silla. Con el sudor se le han pegado los muslos al escay (…) Al principio pensó que esa mujer no iba sucia y ahora diría exactamente lo contrario. El error, concluye, se debe a la cara. Tiene el rostro tan impoluto (una luminosidad lúgubre le atraviesa) que le recuerda a una pastilla de jabón. Y es muy efectiva, orgánica con la historia, esta manera de escribir. Es la única manera de acercarse un poco al misterio Adelaida García Morales, un misterio que sigue produciéndose, que sigue detenido y más lejos cada vez que uno se acerca, al igual que el efecto que provoca en el pensamiento esta cita de Adelaida que inicia el libro: «Comprender no era suficiente para reconciliarme con tu existencia», enigma que no solo rodea a esta mujer, rodea al lector que se enfrente a este libro, rodeó incluso a esa película, El Sur, que nació antes de la novela El Sur y que en palabras de Erice, su director, quedó inacabada y acabada, como quedó acabada e inacabada Adelaida García Morales. Una historia susurrada, una historia que evocamos y que al intentar atraparla en la página desaparece, al igual que una fotografía sin fijar, revelada en una cubeta de plástico en un laboratorio a oscuras y a los pocos segundos convertida en mancha gris, después negra, y al cabo oculta pero presente siempre en la retina.

Los últimos días de Adelaida García Morales (Literatura Random House, 2016) de Elvira Navarro | 128 páginas | 14,90 €

admin

3 comentarios

  1. Se cita en esta crítica a Víctor Erice. Bien. Pues este señero director de cine ha expuesto, razonado, escrito públicamente su rechazo frontal, su repudio absoluto de la obra en cuestión, desde todos los puntos de vista, tanto moral, como intelectual o artístico. En cambio, aquí se puede leer una loa exaltada, regada de hermosas palabras, sin queja ni tacha de ningún tipo, entrega total y admirada, o eso entendió uno.
    Por lo tanto, en mi condición de irredento futbolero digo lo que mis apasionados compinches respecto a los árbitros, unifiquen criterios, señores míos, que uno escasea de dineros, tiempos y neuronas y no sabe a qué dedicar su valioso, maravilloso tiempo libre. Sé, eso comentan los entendidos, que el arte es complejo y ambiguo, lugar de duda y asombro, pero tanta disparidad parece broma, cachondeo, tonteo, juego de tahúres.
    Os dejo ya que empieza un partido chino.

  2. Adelaida fue muchas cosas, pero no fue la guionista de El Sur. El guionista de El Sur fue Víctor Erice, que se basó en el relato homónimo de su mujer. Y la película que se cita de » los hermanos Kaurismaki » fue rodada únicamente por Aki, no por su hermano. Ahora dice la autora que quería homenajear a AGM , y también que la verdad se construye con mentiras. La autora ha declarado que la verdad se construye con mentiras. Esperemos que ese absurdo concepto no sea contagioso.

  3. Otra puntualizacion: Víctor Erice terminó sus estudios en la Escuela de Cine en 1963 y no conoció a Adelaida García Morales hasta 1973. Sólo en los mundos «verdaderamente falsos» de Elvira Navarro pudieron ambos coincidir y conocerse en la Escuela de Cine. Pero ya sabemos que contrastar datos es muy molesto, que la verdad a secas no vende tanto y que por eso carece de importancia.

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