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Fotógrafos de la muerte

JOSE TORRES | Miguel Ángel Hernández ya nos regaló una estupenda novela sobre la condición humana, la culpa y la decisión de intervenir o no en el dolor de los demás. Ahora, vuelve con otra no menos maravillosa novela, Anoxia, término con el que titula el libro y cuya denominación es: “falta de oxígeno en las células, los órganos o la sangre”

No podría haber estado más acertado el autor murciano al titular el libro con esta palabra, pues, literalmente, así se encuentran los protagonistas de la historia. Asfixiados, boqueando, suplicando una bocanada de aire que les devuelva la vida, cercenada, mutilada, por circunstancias diversas. Y acertado también, porque la novela se sitúa en esa tierra extraña y enigmática, a pesar de las hordas de turistas que la invaden cada año, que es La Manga del Mar Menor.

Dolores es la protagonista de nuestra historia, una mujer madura y viuda, que regenta un estudio de fotografía, que es como un dinosaurio fosilizado ante la pujante tecnología que rodea nuestras vidas. Más como homenaje a su difunto marido que por convicción propia, Dolores se resiste a cerrar el paupérrimo negocio, que sobrevive a duras penas como esa agua contaminada que la rodea por todas partes. Al igual que su negocio, Dolores ha cerrado la vía de conocer a una persona con la que rehacer su vida. Anclada al recuerdo y la fidelidad a su fallecido esposo, nuestra protagonista rechaza todas y cada una de las propuestas con las que su cuñada trata de poner fin a su aislamiento. Y aquí tenemos que destacar un recurso de gran novelista, que revela la maestría narrativa que ya ha adquirido Miguel Ángel Hernández. A pesar de sus negativas, a veces Dolores acaba cediendo a los requerimientos de su cuñada. En estas citas se nos cuenta que nunca acaba de parecerle que la ropa con la que se viste le queda bien, o que en los restaurantes nunca encuentra la postura adecuada para sentarse. Es una forma sutil de revelar la incomodidad de la protagonista con la posibilidad de rehacer su vida con otra persona.

Vamos ahora con otro de los hilos que tiran de Anoxia. En la vida de Dolores se cruza un enigmático anciano, que le propone ayudarle en un trabajo cuanto menos extraño: la fotografía post-mortem. Este personaje, al que creemos que intencionadamente Miguel Ángel Hernández dota de un carácter romántico a lo Edgar Allan Poe, puede hacer levantar la vista al lector en un primer momento. Pero esta extrañeza acaba pronto, pues el autor consigue encajarlo de forma muy meritoria en la narración, convirtiéndolo en un mecanismo perfectamente engrasado que da adecuada réplica al personaje de Dolores. Y que sirve para ayudar a construir y desarrollar el cambio en nuestra protagonista hacia el autoconocimiento, la reconstrucción de un pasado marital no tan idílico, como al principio ella recordaba, y la valentía final de tomar las riendas de su vida.

Porque, cuando la prosa de Miguel Hernández brilla más es en el dibujo de la vida íntima de sus personajes, cuando consigue que la velocidad de lectura disminuya y tengamos que acompañar a nuestra protagonista en sus disquisiciones cotidianas, en sus inseguridades, sus emociones, la condición humana.

Como hemos dicho, Anoxia se sitúa en La Manga del Mar Menor, territorio en el que la naturaleza no siempre es propicia. Y la inclemencia de la naturaleza es otro de los dados marcados que utiliza Miguel Ángel Hernández para hablarnos de nuestra condición efímera, y de la necesidad, a pesar de todo, de levantarnos una y otra vez y empezar de nuevo.

Gran novela del autor murciano, que continúa, sin prisa pero sin pausa, construyendo una estimulante carrera literaria.

Anoxia (Anagrama, 2023)| Miguel Ángel Hernández |272 páginas |18,90 €

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