JABO H. PIZARROSO | Edmundo Desnoes es el escritor que definió el subdesarrollo como la circunstancia ambiental y obligada que condiciona muchas de las actitudes, deseos e incapacidades del pueblo cubano durante los años sesenta del siglo pasado, fruto de centurias de saqueo y aplastamiento.
A comienzos de esa década escribió Memorias del Subdesarrollo, una novela corta que pasó a la historia de la mano experta de Tomás Gutiérrez Alea cuando este la llevó al cine en el año 1967.
Ernesto Guevara de la Serna fue asesinado aquel mismo año. Nada hay en la memoria que su recuerdo no junte.
Se trata de una de las pocas novelas que desaparece tras su primera versión y se transmuta en la edición que hoy conocemos.
Edmundo la reescribe a partir del guion que rodará Titón convertido ahora en una de las mejores películas de la historia del cine mundial.
El título parte de Memorias del Subsuelo, de Fiodor Dostoievski.
Esta noveleta grandiosa cuenta la historia de Sergio, un burgués que vive sin apreturas en la Cuba que acaba de hacer la Revolución y observa el cambio desde la distancia, la displicencia, la ternura.
Todos los que me querían y estuvieron jodiendo hasta el último minuto se han ido ya, es la frase con la que empieza el libro.
Los que le jodieron se acababan de ir al Norte, a la Yuma.
Sergio ha decidido quedarse en la isla porque no tiene nada mejor que hacer:
“No tengo ganas de hacer nada (…) Y sólo podemos escribir la vida o la mentira de lo que realmente somos”.
Este personaje, interpretado para el filme por Sergio Corrieri, pasea por La Habana y observa desde su prisma y su telescopio una sociedad que ha recuperado su soberanía pero está enferma de subdesarrollo y a punto de ser bloqueada por los United States from America. El bloqueo es la venganza por la primera derrota del imperialismo en América, un imperio conocido por la explotadora e injusta doctrina Monroe: “América Latina es nuestro patio trasero”
Aquello pasó en Playa Girón, momento que cantó Silvio Rodríguez con la maza de sus preguntas:
“¿Qué tipo de armonía se debe usar para hacer la canción de este barco con hombres de poca niñez?”.
Por cierto, esta última cita, a ojos del tiempo, me sabe a constatación tierna del subdesarrollo por parte del cantautor de San Antonio de los Baños.
Y sí, el subdesarrollo es la incapacidad que tiene el cubano de acumular conocimiento a partir de su poca destreza a la hora de enhebrar y coser la relación entre las cosas, los acontecimientos, los pasados. Esto también pasó y pasa en España, pero no tengo constancia de que alguien lo haya contado en un libro.
El subdesarrollo es el rasgo principal de la cubanía para Edmundo. Esta es la característica de los pueblos de la tierra de los que nos servimos para saquear a puro antojo por mor de nuestro bienestar y desarrollo.
Según el dicho popular, Cuba ha tenido tres descubridores: Colón, Martí y Fernando Ortiz. A ellos habría que sumarle un cuarto llamado Sergio, el narrador de Memorias, la sombra de Edmundo en nuestro mundo.
Sergio hace su personal contrapunteo cubano entre la mulata y la contrarrevolución dentro del libro de Desnoes.
Edmundo, durante su luenga vida, nunca dejó de ser el autor que siempre deseó parecerse al personaje de su principal novela y estar en un contra suave y mirar desde, como hace Sergio, el balcón de uno de los pisos últimos del edificio Someillán habanero.
Tiene más obra, pero ha pasado a la Historia de la Literatura por esta novela corta escrita cuando tenía 35 años: “¡que temprano en el sol lo que os decía!/ ¡ qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!”; es lo que le hubiera dicho César Vallejo.
Desnoes se exilió de la Revolución y de su país en el año 1979. A comienzos de los 80 publicó Los dispositivos en la Flor.
Cabrera Infante se cogió un rebote de pinga y puedo que, tras chuparle el rabo a la jutía, se enfadara mucho porque Edmundo había metido a cuentear en esa antología nada más y nada menos que al Che y a Fidel Castro.
En Contra Edmundo Desnoes, el artículo que Infante publicó en EL PAÍS el 14 de enero de 1982, el autor de Tres Tristes Tigres escribe:
“Pero el libro no es execrable por su piratería descarada, sino por el embozado propósito, aún más nocivo, de tratar de hacerlo pasar por una colección variada, pero imparcial, de literatura cubana cuándo no es más que pura propaganda castrista encuadernada para consumo externo”
La furia domada de Infante continúa y se adentra como una desbrozadora en el jardín más personal, porche donde ya no pastan los héroes:
“(Edmundo) Retomó luego su periplo como el fracasado fuera que regresó mohíno pero tardío a la revolución en 1960, y sólo consiguió ser nombrado funcionario menor del Ministerio de Educación, gracias a su suegro, exiliado republicano y conocido educador cubano”.
El suegro al que se refiere Cabrera Infante era el padre de Néstor Almendros, autor de Días de una cámara, el mejor director de fotografía del siglo XX, cuñado de Edmundo, amigo de Infante, Titón y Desnoes.
No sé si esta apertura de carnes, capaz de hacerse mayor con el despecho de los afectos perdidos, sea necesaria.
Edmundo, a partir de este artículo, sufrió un desierto de años en los que dejó de ser para unos y también para otros. No estuvo en contra ni con. Fue abandonado en un lugar de Nueva York llamado desde.
Cuando se publicó en España en el catálogo de la minúscula y extinta Mono Azul editora, el autor cubano que escribió Habanecer, cuentinovela publicada en la misma editorial meses antes, Luis Manuel García Méndez entrevistó a Edmundo para la revista Encuentro de la Cultura cubana, dirigida entonces por Luis Manuel tras el fallecimiento de Jesús Díaz, el autor cubano que nos dio Las Iniciales de la Tierra y nos regaló Las Palabras perdidas con la que quedó finalista del Nadal en el año de 1992, el año del encuentro-desencuentro con América Latina.
Aquella entrevista antológica realizada por teléfono entre un Edmundo vestido de negro como Felipe II, sentado en la colcha naranja de una cama del Hotel Adriano de Sevilla y el despacho en Madrid desde donde preguntaba Luis Manuel, se gestionó como se negocia una tregua entre dos antagonistas literarios que se respetan y tras la paz de la tregua acabaron por leerse cada vez mejor.
Horas antes, el que escribe, habló con las dos partes de la contienda para pactar una llamada que trajera de vuelta al universo literario español a Edmundo de la mano de Luis Manuel, mientras el primero presentaba su mítica novela en la Feria del Libro de Sevilla del año 2006 con la ayuda inestimable de Alberto García Reyes, el único, salvando a Alejandro Luque, que se dignó a entrevistar al autor maldito, todo hay que decirlo.
Luis Manuel seguro que recordó lo que Herman Melville le escribiera a Hawthorne cuando puso el punto final a Moby Dick.
El poeta de Nantucket le dijo a Nathaniel lo siguiente en una carta:
“Escribí un libro maldito y me siento inmaculado como un cordero».
La entrevista de Luis Manuel a Desnoes se titula Más puro que un cordero sin uniforme. En ella, entre otras cosas, Edmundo asegura que jamás habría abandonado la Revolución si el partido no hubiera asumido la dirección de la cultura.
“Hacía mucho que no tocaba las hojas de sable de una platanera”, dijo Desnoes mientras esperaba ser entrevistado por mi querido Manolo Pedraz para su programa de Radio Nacional de España en 2006, dentro de un desangelado y gigantesco edificio donde se encuentra la sede en Sevilla de esa emisora, muy cerca de la estatua del huevo de Colón que ahora tapa la vegetación del tiempo y se ve fugaz al paso por la SE-30.
Una estatua arrinconada.
Un escritor arrinconado.
Del rincón de su casa de Nueva York lo sacó Abel Prieto, el Ministro de Cultura de Cuba en 2003, cuando la editorial Letras Cubanas publicó muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento de los pinos nuevos cubanos, aquellos que querían saber del autor mítico, en una suerte de deshielo, Memorias del Subdesarrollo.
Edmundo, tras legar su isla a la Historia con su libro, llegó a su amada Cuba y descubrió el placer de las ruinas.
Constató que seguía enamorado de la Revolución, pero su amor no era ya el de un hijo pródigo.
Todo esto lo cuento para alabar el título de esta colección de ensayos para ensayos no escritos, pero dibujados por Desnoes y a los que Alejandro Luque llama Caribe: Contra y Desde.
Edmundo no siempre estuvo en contra del todo- “Dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada»-, porque cuando estuvo a favor del todo fideliano y fidelesco lo hizo desde Sergio y desde su otro libro: Memorias del Desarrollo con el que Miguel Coyula arrancó su desprendimiento.
Esa actitud se transustanció en aquella pequeña novela que reveló el carácter magnánimo de la Revolución cuando todavía necesitaba de los disidentes a los que apoyaba en su función de intelectuales, cuando no tuvo más remedio que despecharlos y despacharlos.
Poco después llegaron el caso Padilla y el quinquenio gris. La desafección de la intelectualidad europea hacia la Revolución Cubana la capitaneó Juan Goytisolo.
Cortázar decidió quedarse el margen porque todavía tenía que disfrutar de la noche en la que vio cómo Fidel Castro se tiraba al suelo con su AK47 en ristre para demostrar que era mejor que Roque Dalton haciendo lo mismo.
Los dos se mandaron al piso de la calle 23 en el Vedado. Ambos rodaron unos metros por la avenida vaciada y no vencida en un momento en el que las grandes alamedas acababan de cerrarse, de momento, para impedir que entrase al futuro el hombre libre camino de una sociedad mejor. Fernando Birri rodó la secuencia noctívaga de aquella noche.
Desnoes siempre fue y será un escritor incómodo aunque viviera en la comodidad. Nunca le importó perder ni perderse, convertirse en el abandonado del rincón más recóndito del sótano del hotel del boom latinoamericano.
En mi opinión ahí está su grandeza, un ejemplo para los cómodos que no incomodan y para los incómodos que sueñan con acomodarse.
En este pequeño libro que Alejandro Luque nos regaló este año a sus lectores, la incomodidad de Edmundo tiene también su asiento.
La llave de las gavetas de Edmundo se la entregó con amor su dueño a Luque una tarde sevillana con azahares y jerbeitas de la que tengo grato recuerdo.
Acá me quedo a la espera de las buenas nuevas que Alejandro, el compilador de este libro, tenga a bien entregarnos en lo sucesivo.
Todo sea por Ruben Darío y la Bahía de Cádiz.
Y para que así conste, rubrico en tinta simpática lo escrito, a día 4 de octubre del 2024, Año primero sin nuestro querido Edmundo.
Caribe: Contra y Desde (Verbum, 2024) | Edmundo Desnoes | 88 páginas | 8 euros | Edición de Alejandro Luque | Traducción de Lucía Luque e Ilya U. Topper.
El comentario de Jabo H. Pizarroso sobre el libro póstumo de Edmundo Desnoes ‘Carbe: contra y desde viene de alguien que conoce el contexto y el co-texto de la vida y obra del autor