El progreso del amor
Alice Munro
RBA, 2012
ISBN: 978-84-9006-236-4
393 páginas
21 €
Traducción de Flora Casas
Sara Mesa
El día que le dieron el premio Príncipe de Asturias de las Letras a Leonard Cohen yo no me alegré. Había pasado por encima de Alice Munro, una de las candidaturas que llegó hasta la final. Probablemente a Alice Munro (Wingham, Ontario, 1931) no le hacen falta este tipo de galardones, pero sigo pensando que no es lo suficientemente reconocida y valorada por los lectores, no al menos tanto como muchos de sus colegas hombres que, con igual o menor calidad literaria, obtienen bastante más repercusión con cada nuevo título. No soy la primera que lo dice, ni seré la última: Alice Munro está entre los mejores de la literatura contemporánea. Es una maestra del arte de la narración, domina a la perfección el aliento del relato largo (extensiones de 30-40 páginas en muchos casos), sus historias rezuman sabiduría, sensibilidad y una absoluta piedad y comprensión por cada una de sus criaturas. Es sencilla y elegante, y a la vez increíblemente profunda y ambigua. Es admirable, Alice Munro, y ninguna palabra puede suplir la formidable invitación que supone empezar cada uno de sus cuentos: simplemente leer el arranque, la manera de desenvolver poco a poco la historia, es la mejor manera de hacerse adictos, y adeptos, a sus libros.
He leído varios de sus volúmenes de relatos y es sorprendente comprobar la extraordinaria calidad de todos ellos. Funcionan como piezas compactas, coherentes, donde nada sobra ni falta. Esto lo explicaba muy bien nuestro compañero Coradino Vega aquí, y yo no voy a añadir más. Basta en este caso con confirmar que en El progreso del amorvuelven a encontrarse todas las virtudes mencionadas en aquella crítica, en once relatos impecables cuyo denominador común son las historias familiares -¡con todo lo que puede suponer la familia!- o de vecinos -¡con todo lo que pueden suponer los vecinos!-, los escenarios maravillosamente descritos de una Canadá rural de granjas, casas de retiro, pueblos y pequeñas ciudades, y esa lente de aumento que se coloca sobre la cotidianeidad para descubrir en ella toda su grandeza y complejidad.
Además de la finura y eficacia de su estilo, hay que destacar dos aspectos en la narrativa de Alice Munro que son realmente excelentes: la capacidad de penetrar en la psicología de los personajes y de describirlos con un solo trazo, un acto, una manera de mirar o una única frase (y en esto se revela como fiel seguidora de Chéjov) y el preciso manejo del ritmo de la narración, con continuos saltos temporales, alternancia de escenas y un inteligente uso de la elipsis. En el primer caso, la escritora se nos revela como una observadora inigualable de la naturaleza humana, con una agudeza que sorprende continuamente. Así, todas las relaciones que aparecen en sus cuentos resultan creíbles y cercanas: el hastío que siente un hombre por su amante y su obsesión por un nuevo amor en “Líquenes”, la desigual relación entre un hermano responsable y otro supuestamente alocado en “Monsieur les Deux Chapeaux”, la amistad entre dos adolescentes y su posterior ruptura en “Jesse y Meribeth”, la tentación de una infidelidad en “El vertedero blanco”, etc. Pero no hay que engañarse. No se trata de relaciones que por cotidianas resulten simples, aburridas o vulgares. Encontraremos en estos cuentos agresiones, engaños, traiciones, frustraciones, fingimientos, remordimientos, rencores, venganzas, pasiones, sueños, locuras… en fin, la vida en toda su dimensión, que como ha insistido en numerosas entrevistas la autora, se manifiesta con increíble riqueza en cada ser humano por corriente que parezca. A veces es un recuerdo o un hecho aislado lo que explica el desarrollo de toda la historia. Otras veces son revelaciones, verdaderas epifanías que producen giros inesperados. Siempre hay coherencia y verosimilitud, y sin embargo también hay riesgo. Alice Munro es una escritora valiente, que no elude temas complejos, sean los que sean, pero que los trata sin aspavientos, sin excesiva solemnidad ni trascendencia, como sin darse importancia.
En cuanto al segundo factor apuntado, el de la estructura de los relatos y su soberbio manejo del ritmo, sobresale de entre todas una pieza maestra, «Ataques», un relato de más de 30 páginas donde todo se narra en torno a una reveladora elipsis, a través de la sugerencia (comentarios de personajes, pequeñas acciones, saltos en el tiempo y secuencias alternas…). Hay que ser muy bueno para atreverse con esto sin que además resulte forzado o pretenciosamente experimental, pero es que Alice Munro es muy buena, y su naturalidad y prodigioso talento narrativo pueden con esto y con más.
El progreso del amor es un libro generoso, como todos los de Alice Munro -largo, denso, sin ningún relato que no merezca la pena o que ni siquiera merezca menos la pena-, tan bueno como cualquier otro para que aquellos que todavía no conozcan a esta escritora se inicien en su obra. No hay mucho más que pueda decirse al respecto en este espacio: alabar quizá su talante humilde y trabajador, su tenaz dedicación a la literatura a pesar de los impedimentos que pesaron sobre ella como “ama de casa que escribe en sus ratos libres”, su vitalidad e ingenio (en una entrevista reciente dijo: «...pensaba si Chéjov se habría enamorado de mí de haberme conocido. Creo que no, a los hombres no les gustan las mujeres como yo. Pero quién sabe, él finalmente se casó con la actriz Olga Knipper que arrastraba su propia fama, así que… Sí, es posible que yo le hubiera gustado«). Pero nada de esto alcanza, y es mucho, a la grandeza que desprende cualquiera de sus libros. Monumentales.
Hola Sara:
Me gustó esta entrada y su reivindicación de Alice Munro.
Yo hace ya dos años leí un libro de Alice Munro, «El amor de una mujer generosa», y me sorprendió mucho lo buena que era.
Hace poco encontré en un mercadillo «La vida de las mujeres», nuevo, por 3 euros. Espero leerlo pronto. De hecho no sé por qué he dejado pasar dos años, teniendo en cuenta lo que me gustó el otro libro.
saludos
«El amor de una mujer generosa» es también muy bueno, aunque yo creo que este es más perfecto, más redondo. Espectaculares también son «Las lunas de Júpiter» y «Demasiada felicidad», que ya reseñó Coradino por aquí. Tampoco yo he leído «La vida de las mujeres», que al parecer es la única novela de la autora. Saludos.
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Lo de Alice Munro es tremendo. No conozco a ningún otro cuentista, y casi diría que a ningún otro escritor, capaz de mantener la excelencia en cada uno de sus libros. A veces me digo que me habría gustado tenerla como madre (¿no es la suya una sabiduría de madre?), pero enseguida imagino su mirada perspicaz planeando sobre mi infancia, me imagino a mí mismo tratando en vano de engañarla, la imagino descubriendo cada una de mis faltas y, lo que es peor, perdonándolas. Y la odio a muerte. Otras veces me digo que me habría gustado tenerla como amante, pero enseguida reconozco que soy demasiado orgulloso para ser el amante de una mujer a la que nunca habría conseguido impresionar. Y la odio aún más. Y es curioso, porque me resulta difícil pensar en una persona más adorable que ella. José María Conget escribió que Carver transmite «una sensación de amistad a larga distancia, la certeza de que hubiera sido bueno conocer a este hombre, charlar con él de Chejov o de jazz, poderle enviar una carta diciéndole: “Querido Carver, he leído tu libro, me ha hecho bien, te estoy agradecido”». A mí Alice Munro me transmite esa misma sensación, sólo que nunca me atrevería a charlar con ella cara a cara; me limitaría a escribirle la carta.
Bueno, esas sensaciones que describes emparejan muy bien con sus declaraciones: «creo que a los hombres no les gustan las mujeres como yo». A mí sí que me encantaría conocerla, cara a cara. Es curioso…
Tengo en «el montón de libros pendientes» uno de Munro : la vista de Castle Rock. Lo has leido ? debería adelantar posiciones -está el quinto o sexto- ? Gracias por la reseña
A mí «La vista de Castle Rock» me gusta menos, porque es una especie de repaso a la historia de los orígenes de su familia y se me hace un poco más pesada. Pero no está nada mal, es solo que, en mi opinión, los títulos que se han mencionado aquí están mejor.
Saludos.
Estimado Daniel lo de «No conozco a ningún otro cuentista, y casi diría que a ningún otro escritor, capaz de mantener la excelencia en cada uno de sus libros»…supongo que es una broma, no?…cuan excesivos somos a veces en la loa, acaba por convertirse en pura adulación…