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Giro

JUAN CARLOS SIERRA | Quien conozca, aunque sea someramente, la trayectoria de la poeta Begoña M. Rueda (Jaén, 1992) advertirá en la lectura de su nuevo libro Objet trouvé un cambio de registro muy significativo respecto a sus primeros poemarios Error 404 (Visor, 2020) y Servicio de lavandería (Hiperión, 2021). En la obra que sigue a estas, La mujer ocupada (Cántico, 2022), aun dentro de una lógica similar a la de los poemarios anteriores, encontramos piezas en las que se advierten indicios de que el espejo literal entre el significante y el significado utilizado hasta entonces se está resquebrajando y la lógica semántica y sintáctica se empieza a poner en cuestión –‘La que se niega’ (página 45, por ejemplo)-. En esta evolución de la obra poética de la jienense, el poemario siguiente, Exitus (2022), finalista del Premio Adonáis, empieza a marcar de forma más clara ese tono diferente. Estos guiños se explayan, finalmente, en Objet trouvé, el libro que nos ocupará en esta reseña, obra que resultó ganadora en 2023 del VII Certamen Internacional de Creación Literaria Miguel Hernández convocado por la Universidad de Jaén, pero que ha sido publicada en febrero de 2025, casi dos años después. Antes de meternos en él, hay que advertir que el camino que parece estar recorriendo Begoña M. Rueda no lo está realizando en solitario, pues un desarrollo similar se observa en algunas de sus compañeras de generación; entre ellas, quizá el caso más significativo, con tan solo dos poemarios, sea el de Rosa Berbel.

Lo que podemos apreciar, pues, es una preocupación creciente de la autora por distanciarse de la traducción especular de la realidad que predominaba en los versos de sus primeros libros, un interés por poner tierra de por medio en cuanto al tono seco, sucio e hiperrealista de aquellos sus primeros poemarios, una inclinación clara por alejarse de su inclinación nada disimulada hacia lo prosaico, que parecía encajar líricamente a la perfección con los asuntos que más le preocupaban, relacionados generalmente con los rincones más periféricos y marginales de la realidad. Los riesgos que estas maneras poéticas conllevaban, entre ellos el de verse confundida con la masa informe de instapoetas que en la red han sido -y siguen siendo-, los supo esquivar Begoña M. Rueda convirtiendo a su poesía prosaica, hiperrealista y directa en el zarandeo necesario y eficiente que toda buena poeta ha de procurar al lector.

Sin renunciar a esta máxima, es decir, a provocar esa sacudida lectora, la nueva poesía de la escritora jienense gira significativamente en su registro para indagar en lo que hay detrás de esa realidad que tan fielmente supo traducir en libros anteriores. Aquí y ahora, en Objet trouvé, más que mostrar diáfanamente la realidad, Begoña M. Rueda trata de crearla o recrearla a partir del valor simbólico de los elementos extraídos de la vida y de las asociaciones latentes en el devenir de esos elementos por la realidad, unas conexiones que el ritmo vertiginoso de nuestra existencia contribuye a que se nos escapen y será, por tanto, la poesía, la honestidad inherente a la poesía que merece la pena, la que nos los ponga delante para revelarnos la otra cara posible de la vida. Porque la poesía, al menos la que escribe ahora Begoña M. Rueda, ha de indagar más allá de lo superficial, de los límites de lo visible, porque la voz poética que habla en Objet trouvé está convencida de que “Debe existir una luz/ más verdadera que la del sol astro anoréxico/ que nos permite morir…” (página 45), es decir, porque ha de existir una verdad más allá de lo evidente, verdad esencial a la que se puede acceder a fuerza de símbolo -“…encontré una cadena de oro en el río. Al sol se le cae el pelo madre al sol/ se le cae el pelo”-. 

Aunque en un principio estas nuevas maneras poéticas de Begoña M. Rueda puedan desconcertar a sus lectores habituales, ya que rompen de raíz las expectativas que uno tiene incorporadas a sus rutinas lectoras; aunque quizá cueste entrar en el entramado connotativo, simbólico, sugestivo, figurado de los elementos que circulan por Objet trouvé, el lector puede sentirse agusto en este ecosistema lírico, porque la poeta, aunque ahora le pida un esfuerzo mayor, no lo va a dejar caer por el precipicio de lo absurdo, por el acantilado del hermetismo o del cripticismo. Begoña M. Rueda mantiene a lo largo del poemario una coherencia y una lógica -o una lógica coherente- que arropa al lector, que lo guía, y que, por encima de todo, lo sorprende, lo ilumina y lo deslumbra sugiriéndole una mirada a la realidad algo divergente a la canónica, diferente a la que podría hallar en la estrechez de los lugares comunes. Lo que chirría, sin embargo, en este ambiente lírico, al menos a mí me sucede, es encontrarse con algún poema suelto demasiado evidente en su recorrido alegórico, en la ilación imaginística o simbólica. Esto baja de alguna manera el tono del conjunto, como le sucede, por ejemplo, a ‘Pongo a hervir el dolor…’ (página 49). O puede también tratarse simplemente de una tara mía como lector -siempre me queda esa duda-. En cualquier caso, se trata de excepciones dentro de un conjunto más bien excepcional.

Tratar los asuntos que preocupan a Begoña M. Rueda en Objet trouvé pide una retórica determinada, como ya sabemos. Para abordar aquí un tema central como el de la identidad -el poemario empieza con un rotundo “Yo soy…” (página 7)-, así como el amor/desamor o la muerte, líneas paralelas estas últimas que se encuentran sin embargo en la búsqueda del yo, la voz poética se encuentra más cómoda -ya lo sabemos- en el terreno simbólico del hueco, de la falta, ya que el protagonista es un yo incompleto, como todos, consciente de su finitud, como no tantos, en conversación continua con la muerte, y definitivamente realista en cuanto a sus carencias respecto al amor, las propias de un ser imperfecto que a veces se siente indigno de ser amado -“Amor. Mendicidad…” (página 19)- y para quien el final del amor, la separación, se parece demasiado al final de la vida -“A mí la muerte/ como una bocanada de ceniza//(…) te miro/ como se mira a todo aquello que un día/ demasiado cercano en el tiempo/ veremos partir” (página 26). 

Entre medias están las mujeres, madres o amantes, una infancia -“…una sucesión/ de golpes en el pecho” (página 24)-, la memoria de un mundo próximo a lo rural, con su entorno de plantas y flores casi idílico, pero también cargado de prejuicios -“te pareces a la Juanita el gitano/ que se sentía una mujer y robaba/ melones de los puestos de la plaza he visto a Jesucristo/ en la madrugada de Jaén con claveles en el pelo a la Juanita/ ya no se la ve la habrá recogido ya el Señor…” (página 41)-; también hay que mencionar el recuerdo de la juventud -“…Por aquellos tiempos el animal/ de la autolisis y los versos verdecidos de sansevierias/ que ya descansan en paz/ bajo la multitud del olvido…” (página 44),… Y para cerrar el libro, un poema en el que se dan cita las líneas maestras de Objet trouvé, el amor, el yo y la muerte, o necesariamente en ese orden.

Juan Carlos Abril, también poeta jienense, aconseja que en la tarea de afrontar una nueva obra el autor se plantee siempre un libro diferente al anterior. No siempre se consigue, supongo, o no siempre de una manera radical. Begoña M. Rueda parece haber asumido la recomendación y, ahora sí, en Objet trouvé, ha girado de forma definitiva su poética para hablar de cosas radicalmente importantes. Llegados a este punto, aún deslumbrados por este lírico movimiento tectónico, quizá quepa esperar una vuelta de tuerca más. Pero mucho ojo con la oscuridad y el silencio.

Objet trouvé (UJA Editorial, 2025) | Begoña M. Rueda | 54 páginas | 18 euros | VIII Certamen Internacional de Creación Literaria «Miguel Hernández» 2023.

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