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Gritos y susurros

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RAFAEL CASTAÑO | Este es un libro que trata del mito fáustico. Quiero dar mi alma al primer diablo que me ofrezca el conocimiento de lo incognoscible: Israel, Venezuela, la Guerra Civil.

¿Es posible saber de qué se habla? ¿Es posible hablar sabiendo que es uno quien habla y que no deberíamos ser las fundas de las blandas manos de un ventrílocuo? Venezuela, decíamos. ¿Es posible tomar en serio un libro que, en unas 250 páginas, pretende resumir la historia de un país?

Depende de las expectativas. Me topé con este libro -los libros no se eligen, es el tiempo y son las imprevisibles oportunidades los que nos los plantan en la cara- para prepararme mejor la presentación de otro libro, una novela, ambientada en una Venezuela holográfica, turbia, bastarda, de un material hecho de sueños y recuerdos, de informaciones, quizás también de pegotones de pintura.

Esperaba agarrarme a una base factual, un punto de partida, en el centro del mar, donde no se oyera nada salvo mi propia voz, si es que puedo tener alguna. Hay que felicitar a Turner por, al menos, intentar que los remisos o los sumisos se acerquen al antídoto de la educación con esta colección de historias mínimas.

Lo cierto es que este es un libro perfectamente homologable a un programa de estudios. Es decir, es un libro de texto. Es divulgativo, pero no es la historia divulgativa que vende, no da peso a las anécdotas ni aligera los datos macroeconómicos o las asonadas militares. Esa imparcialidad es un logro, o quizás sea, vista la necesidad de pedagogía en estos ámbitos, un absoluto fracaso.

Son tres los autores del libro, son tres los textos centrados en tres grandes épocas del país americano: a grandes rasgos, la Venezuela prehispánica y de la conquista, la Venezuela de los espadones y la Venezuela de la consolidación democrática. Encuentra uno, por el camino, fuertes paralelismos con la historia de España, lo que ayuda al lector medio (yo) a entender mejor las mareas del poder que ocuparon a comerciantes y gobernadores, esclavos y generales, escritores y conspiradores, que fueron también mareas que actuaron, al otro lado del mar compartido y con un acento distinto, en nuestro país.

Tres son los autores y tres son, también, las sensaciones que causan al lector. La primera es de sopor, la segunda es de ligero mareo y la tercera es de interés, quizás porque, al igual que los paralelismos con España ayudan a no perderse, también la aparición de nombres conocidos ayuda a situarlos en nuestros mapas mentales. Esas coordenadas son las redes de lo insólito.

Qué curioso: es el prejuicio el que ayuda a eliminar el prejuicio. Hablo, por supuesto, de Simón Bolívar, disponible para los interesados en dos versiones: Simón, el hombre de Estado, o Bolívar, el sangriento. O de los Rómulos, Gallegos y Betancourt. O de un tal Hugo Chávez, que llegó al poder gracias a la herencia de un bipartidismo hipertrofiado, encantado de haberse conocido, que malbarató décadas de progreso y concordia. Da la sensación de encontrarse ante un país que, tras enredarse en callejones yermos y peligrosas idolatrías, había por fin aprendido a convivir en paz. La música nos suena mucho.

La pregunta decisiva es esta: ¿sirve el desapego para curar los radicalismos? ¿Funcionaría un panfleto mucho más que un libro de texto para hablar de lo que parece no poder hablarse? ¿Se aceptaría, acaso? La pregunta: ¿puede hacerse oír quien habla entre los gritos de los otros?

Historia mínima de Venezuela (Turner y El Colegio de México, 2018) | Elías Pino Iturrieta (coord.) | 248 páginas | 18,00 €

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