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Habitaciones con vistas

EDUARDO CRUZ ACILLONA | A medio camino entre el poema y el relato, pero por un camino distinto, la prosa poética aprieta pero no ahoga salvo que el poeta, armado de futuro, tenga la firme voluntad de provocarte un nudo que va del estómago a la garganta o viceverso.

A medio camino entre la realidad y el deseo, pero por un camino distinto, transita ligera de ataduras la mirada curiosa, incrédula, sabia y siempre a medio llenar de Iván Onia. Allí donde sólo hay una ventana iluminada, el poeta, el transgresor advierte la presencia de una historia que, aunque quizás secuela de la imaginación, no deja de merecer ser contada. Y lo hace con la serenidad del párrafo amigo, de la métrica de los sentimientos, del ritmo de las canciones de amor que sólo se escuchan en las noches de invierno. La nostalgia y el miedo, el recuerdo perdido y el rescoldo de un fuego que nunca se produjo más que en la mente del lector, las luces apagadas y el frigorífico a temperatura ambiente, “una piedrecita en el bolsillo, una pluma en la calva”, el lamento de no haber ido a París “por lo menos una vez” y, justo enfrente, en la página contigua, la cúpula de Notre Dame comenzando a arder…

El mundo que (nos) descubre Iván Onia está repleto de figurantes locos y objetos cuerdos. La ventana por la que los observa es de doble acristalamiento, mezcla singular de un presunto inocente voyeur y de un notario jubilado, de un pequeño dios laico y de un agente provocador, de un testigo protegido y de un espía inconformista, de un estudiante de Anatomía y de un boxeador zurdo.

Habitaciones separadas se titulaba aquel celebrado poemario de Luis García Montero (Visor, 1994) que ahora cumple treinta años. En Hotel Tú, las habitaciones están unidas por la prosa poética en la que se aloja la mirada atrevida de un impenitente y crítico observador que un día pensó que la poesía era un arma arrojadiza contra el aburrimiento y cargada de argumentos y razones a los que el tiempo, no le quedará más remedio, les dará la razón.

“Un poeta es siempre un observador de la realidad”, adelanta el autor en una introducción (“Nota del Autor”) a modo de manifiesto no reivindicativo pero sí aclaratorio, donde reconoce la pátina influyente de Charles Simic (Hotel Insomnia, ¿recuerdan?). En el caso de Onia, el edificio que alberga el hotel “parece una cárcel llena de inocentes”. Y caminar por sus pasillos se convierte en un ejercicio de visita a un museo del arte contemporáneo que es la vida misma, sin filtros, brotando de una intimidad invadida y revelada.

En su libro de aforismos El flautista en el pozo (Cal y Arena, 2011) Simic afirmaba: “Hay tres tipos de poetas: los que escriben sin pensar, los que piensan mientras escriben y los que piensan antes de escribir”. Nada dice de los poetas que observan antes de pensar a ponerse a escribir. En esa categoría se ubica Iván Onia, que nos invita a mirar a través de las ventanas de un hotel repleto de historias que, incluso cerrado el poemario, seguirán surgiendo, pues cuenta con tantas habitaciones disponibles como lectores curiosos.

Hotel, dulce hotel.

Hotel Tú (Versátiles Editorial, 2023) | Iván Onia Valero | 76 págs. | 12€

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