Pablo Gutiérrez
Lengua de Trapo, 2010. Colección «Nueva Biblioteca»
ISBN: 978-84-8381-083-5
256 páginas
18,60 €
XXI Premio Ojo Crítico de Narrativa de RNE
Fran G. Matute
Escribo esta reseña mientras ojeo el número 8 de la revista Granta (edición española) dedicada a los mejores jóvenes novelistas estadounidenses nacidos a partir de 1970. Lo primero que a uno le llama la atención es que muchos de ellos tienen nombres judíos, latinos, germánicos, indios o chinos, lo que pone de manifiesto el crisol cultural en el que se ha convertido los EE.UU. en los últimos años. Lo segundo que sorprende es que de los 21 seleccionados sólo uno ha traspasado fronteras comerciales y editoriales (Jonathan Safran Foer). Y si echamos la vista atrás a anteriores listas, el porcentaje de seleccionados por la publicación británica que han terminado cuajando no es mucho más espectacular.
Pretendo con esto poner en tela de juicio, no el inevitable soplo de prestigio que acompaña al hecho de ser incluido por Granta en cualquiera de estos listados generacionales, sino el poco acierto que suele tener la publicación a la hora de vislumbrar el futuro de sus seleccionados. Soy consciente de que mi queja suena ridícula y roza la idiocia, pero a los datos me remito. La realidad es que Granta te nomina, pero el mercado editorial y los lectores, como casi siempre, suelen ir por libre. Discutir sobre el proceso de selección de estos jóvenes llamados a configurar el panorama literario del futuro es tan fútil (y divertido) como hacerlo sobre qué películas deberían ganar un Oscar o no.
La verdad es que poco de esto importa, pero insisto en que no podemos obviar los hechos. Pablo Gutiérrez ha sido recientemente considerado uno de los mejores jóvenes narradores en español por Granta. Así que nos enfrentamos a Nada es crucial (2010) con esta losa publicitaria. Digo losa porque un reconocimiento de semejante impacto mediático te pone las cosas muy difíciles. De repente exigimos a Pablo Gutiérrez que supere unas expectativas que él nunca ha marcado. Y bajo este prisma, la segunda novela de este autor onubense descoloca.
Pablo Gutiérrez se presenta como un escritor de estilo personalísimo, con una capacidad narrativa sorprendente y, gracias a estas habilidades, Nada es crucial termina siendo una lectura potente, sentida y efectiva sobre la vida de dos heliotropos mutantes (como los define el autor) que nacen, crecen y se reproducen rodeados de religionalismo, tebeos y anhelos, «como si el mundo fuera un charco de mierda«. No tiene miedo Pablo Gutiérrez de mostrarnos los más oscuros pasajes de esa aventura que es el ‘coming-of-age’ de Lecu y Magui, sus particularísimas ratas de laboratorio, sirviéndose de la fábula y la infantilización para hacer más llevadero el duro relato que contiene esta novela y su descarada crítica social.
Y si bien Pablo Gutiérrez pretende contextualizar esta historia en un tiempo más presente (de los años 80 más yonkis al ‘grunge’ de los 90), su sensibilidad se nos antoja más afín a referentes bien clásicos como el Demian (1919) de Herman Hesse (al que se cita expresamente en el libro) o El pájaro pintado (1965) de Jerzy Konsinski, en lo que a la crudeza y penurias con las que se retrata la infancia de los protagonistas se refiere. Dicha capacidad para conmover se va perdiendo, sin embargo, a medida que Lecu y Magui se hacen mayores en la historia, como si al autor le costara mantener el interés por sus vidas una vez que éstas maduran y asimilan los palos del destino. Dicho desinterés desemboca en un final anodino y sensiblemente incomprensible que desfigura la novela como un todo. Aún así, no podemos dejar de aplaudir la destreza de Pablo Gutiérrez como escritor, del que esperamos que el reconocimiento internacional no se le atragante porque su estilo verdaderamente promete textos importantes.
En otro orden de cosas, servidor no ha podido evitar asociar el espíritu de esta novela con el de otras obras publicadas recientemente por escritores con los que Pablo Gutiérrez presenta más de una conexión generacional. Perrera (2009) de Daniel Ruiz García, El hijo del futbolista (2010) de Coradino Vega o Bancos de niebla (2010) de Juan Carlos Palma. Todas ellas retratan con crudeza y nostalgia el proceso de madurez, los inicios del impulso amoroso en la adolescencia y suceden a medio camino entre los años 80 y primeros 90, recuperando todos los lugares comunes posibles para sus relatos. Déjenme que tome prestadas las palabras de mi querido Dani Ruiz, que inconscientemente describía a esa (su) generación, «(…) influida por el discurso audiovisual y por la irrupción de los nuevos medios como ninguna hasta la fecha», como hija directa de las «(…) primeras hornadas de ciudadanos nacidos en democracia, que sobre el papel han tendido sobre todo a propuestas literarias bien con un sentido marcadamente lúdico y escapista o bien con una fuerte vocación experimental, profundizando en la incorporación de los nuevos lenguajes y las nuevas realidades de eco postmoderno a la literatura.»
Todos ellos son los verdaderos «heliotropos mutantes» (no confundir con la defenestrada Generación Nocilla) a los que Pablo Gutierrez hace referencia, los que mamaron literariamente de La Patrulla X tanto o más que de Julio Cortázar, los que crecieron con las camisetas rotas de Led Zeppelin y los discos de Guns N’ Roses, los que jugaron al subbuteo antes que con los videojuegos. Aquí ya los habíamos identificado literariamente hablando. Así que creo que no tiene que venir nadie de fuera a reconocer su talento. Sabemos quiénes son los mejores jóvenes narradores en español nacidos a partir de 1970 (lo diga Granta o no) y les estamos siguiendo la pista.
Después de la presentación, la semana pasada en FNAC Sevilla, del libro de Juan Carlos Palma a cargo de Dani Ruiz, no sé si deberíamos re-titular esta reseña y llamarla «Generación Fanta»…