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«Home Is Where The Hatred Is»

Cubierta_ElbuitreFRAN G. MATUTE | Reconozco haberme acercado a esta novela con cierto recelo, no tanto por el hecho de que su autor sea (más que un escritor) un reputado músico sino porque, siendo honestos, los discos de Gil Scott-Heron me han parecido casi siempre un soberano coñazo. Por más que pueda contextualizar la importancia de sus primeras grabaciones, auténticas piezas pioneras del hip-hop (con el permiso de los Last Poets), nunca he sido capaz de “dejarme llevar” por esa poética urbana tan contestataria sincopada a ritmo de jazz. Por otro lado, saber que la carrera de Scott-Heron como narrador ha sido una cuestión casi testimonial (al parecer solo escribió un par de novelas) no invita precisamente a adentrarte en las páginas de El buitre (1970) con las expectativas muy altas. Eran todo prejuicios, claro, pues lo cierto es que esta obra me ha terminado pareciendo de lo más interesante, muy sólida e incluso diría que ambiciosa, gracias a una estructura arriesgada que bien podría haber servido de inspiración a aquella joya que llevaba por título Los amigos de Eddie Coyle (1972), de George V. Higgins.

Si Higgins edificaba su impecable novela sobre la base de unos diálogos de vértigo, que se iban entrecruzando a lo largo de la trama, El buitre ofrece también un enfoque de lo más caleidoscópico, utilizando cuatro voces en primera persona, hiladas por una investigación policial, que van construyendo un mosaico de la vida en el guetto: el fracaso escolar y sus consecuencias (esos chiquillos que comienzan tan pronto a trapichear por las calles), las tensiones entre las minorías (la comunidad negra y la comunidad latina) y las pugnas por el poder de la droga; y sí, la revolución. Scott-Heron ya hablaba en El buitre de esa revolución “que no va a ser televisada”, atreviéndose incluso a criticar por dentro ciertas manifestaciones del Black Power, que no dudaban en utilizar la violencia contra los propios hermanos de color.

Debo admitir, no obstante, que el uso de cuatro primeras personas diferentes acaba siendo una jugada estilística de la que Scott-Heron (o mejor dicho, el lector) no sale indemne. Tanta primera persona (intercalada además por numerosos diálogos) termina convirtiendo el punto de vista de cada uno de los protagonistas en algo ligeramente incoherente, narrativamente hablando. No es que vaya por ahí pensando que existen reglas en esto de la literatura, pero ya se sabe que los «experimentos» mejor con gaseosa. Hubiera todo encajado mejor, por ejemplo, convirtiendo esas cuatro voces en cuatro confesiones a la policía, pero el tono intimista y el detallismo con el que narran no dan lugar a creer en lo anterior. Con todo, se trata de un mal menor, que no impide desde luego reconocer la asombrosa capacidad de Scott-Heron para tejer una historia con alma de thriller, que parece querer gustar a todo el mundo, bebiendo de todas las estéticas posibles: a medio camino entre el pulp y la novela social, entre el policíaco y la blaxploitation, y con una banda sonora de aúpa (que recorre el mejor soul y boogaloo del momento), El buitre termina sorprendiendo por su madurez y su atrevimiento, y más si tenemos en cuenta su condición de obra de debut.

Ya fuera a través de la música o la literatura, lo que esta novela pone de manifiesto es que Gil Scott-Heron fue siempre un alma atribulada que necesitaba transformar en material artístico todo aquello que le dolía, que le quitaba el sueño. El buitre es de hecho un preludio excelente de aquello que escribió y cantó en 1971: que el odio se encuentra instalado en todos sitios, empezando por tu propia casa.

El buitre (Hoja de Lata, 2015), de Gil Scott-Heron | 304 páginas | 23,90 € | Traducción de Antonio Vallejo Andújar | Prólogo de Daniel Bernabé

admin

3 comentarios

  1. Cómo sois, cómo somos… 🙂

    «saber que la carrera (…) como narrador ha sido una cuestión casi testimonial (al parecer solo escribió un par de novelas no invita precisamente a adentrarte en las páginas…)».

    ¡Solo un par! ¡SOLO!
    (Pobre Rulfo, pobre Lampedusa).
    P.

  2. Bueno, que se sepa, ni Rulfo ni Lampedusa escribieron más que una novela, ¿no? Aunque sus otros libros, hay que reconocerlo, tampoco fueran moco de pavo…

  3. No se me caiga del guindo, señor Viejo; y no me descontextualice las frases, pordiosbendito: dos novelas frente a más de veinte discos, digo yo que da para pensar que lo de la literatura fue un tanto testimonial en la carrera artística de Gil Scott-Heron…

    Besos.

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