RAFAEL ROBLAS | Ya se sabe que las humanidades no están de moda. Eso explica que los modelos seguidos por la muchachada actual giren en torno a los Cristiano Ronaldo, a los Maluma o a las Pedroches de turno, en perjuicio del pobre Hesíodo, del desfasado Virgilio o de la senil Safo. Todo sea por la modernidad, brother, que el tiempo discurre demasiado deprisa y “tú eres tan antiguo, que hasta te gustan las películas en blanco y negro”. Cuestión de prioridades, supongo, incluso cuando la delgada línea del buen gusto y de las buenas costumbres traspasa la frontera de las más tiernas generaciones y se inserta generosamente dentro de un territorio que ya pertenece a talluditos señores que peinan canas o que se entregan apasionadamente a veleidades líricas que hasta cosechan cierto éxito entre el ¿siempre respetable? público. Por eso, libros como el que hoy nos llega de la mano de Esteban Torre Serrano –a la sazón, catedrático emérito de la Hispalense– son recibidos como un soplo de aire fresco y como un bálsamo de exultante novedad que, paradójicamente, hunde las razones de su modernidad en las raíces más profundas de la lírica occidental.
Con alegría, pues, abre el amante de la poesía este cuidado volumen que ha preparado Renacimiento, y, tras el conciso aunque necesario prólogo del encargado de la edición, se da de cara con una sucesión de imprescindibles que aún continúan vivos en sus palpitantes versos: Homero, Hesíodo, Safo, Píndaro, Sófocles, Teócrito, Pseudo-Anacreonte, Catulo, Virgilio, Horacio, Tibulo, Propercio, Ovidio y Pseudo-Ausonio conforman la inmejorable alineación poética que conversa con el presente lírico del lector actual a través de cuarenta extractos de sus obras, magistralmente traducidas por el editor, al que también se deben los obligados retazos biográficos que encabezan cada uno de los apartados dedicados a los respectivos autores.
Y es aquí donde la presente antología alcanza su carácter más sobresaliente, pues el profesor Torre Serrano –gran teórico en Literatura Comparada y Traducción Literaria– se ha esforzado sobradamente en esquivar la clásica acusación del Traduttore traditore! (¡Traductor traidor!) para presentarnos en esta ocasión unos textos cuidadosamente respetuosos no solo con el contenido, sino también con sus formas primitivas, incluyendo aquí métrica y otros recursos fónicos tan complicados de llevar a otro idioma como la aliteración o la paronomasia. Extrayendo un ejemplo concreto de esto que decimos, véase la extraordinaria translación al español del fenomenal hexámetro de la Eneida en el que Virgilio describe el galopar de la caballería ante las murallas de Troya y que concluye así: “quadripedante putrem sonitu quatit ungula campum”. Compárese luego con la extraordinaria propuesta de Torre combinando el endecasílabo y el heptasílabo de rima blanca en un “con trepidante galopar golpean el polvoriento campo”, y saque el lector sus propias conclusiones.
Lo mismo ocurre respecto al uso de las estrofas y versos elegidos para reproducir lo más fielmente posible el ritmo original de los pies métricos grecolatinos. Así, la traducción no solo emplea la clásica combinación de tres versos endecasílabos sáficos y el quebrado del pentasílabo adónico –Bécquer ya había usado algo similar en sus Rimas– a la hora de copiar el ritmo de la estrofa sáfica, como sucede en el presente consejo con que Catulo nos sigue advirtiendo a pesar de los más de veinte siglos de distancia que nos separan: Catulo, el ocio te dará problemas, /porque te excita demasiado el ocio;/ antes que a ti, deshizo el ocio a reyes/ y altas ciudades, sino que el ejercicio traductor también sirve al catedrático para teorizar y poner en práctica el paso del hexámetro homérico al español (aquí fijado como un verso de dieciséis sílabas compuesto por un endecasílabo sáfico y un pentasílabo adónico), de los dísticos elegiacos de Tibulo o Propercio (combinaciones de endecasílabos, alejandrinos y heptasílabos simples), de los senarios y cuaternarios yámbicos horacianos (equivalentes aquí a alejandrinos y endecasílabos), o de los populares ritmos empleados por el Pseudo-Anacreonte (traducidos como octosílabos arromanzados). El respeto a las obras primitivas ha obligado igualmente al traductor “a sustituir lo más fielmente posible cada verso del original por un verso de la traducción”, representando este aspecto una dificultad añadida que se solventa brillantemente en la mayor parte de las ocasiones.
Sin embargo, aun no careciendo de importancia para el filólogo especialista, estos aspectos no son sino circunstanciales a los ojos del lector profano, que en las cuarenta composiciones de este Poetas de Grecia y Roma se rencontrará con las pulsiones más íntimas del género lírico sin aditivos extraños que edulcoren o adulteren el producto final: la muerte, el amor, el paso del tiempo, el dolor humano y divino, los ciclos de la vida representados en el discurrir imparable de las cuatro estaciones:
No vayas a la fragua del herrero
ni a cálidas tertulias
los días invernales
cuando a los hombres los aparta el frío
de las faenas –aunque el hombre activo
también progresa entonces–,
no sea que el rigor de un mal invierno
te sorprenda sin bienes
y tengas que frotar tus pies hinchados
con tus manos resecas.
(Trabajos. Hesíodo)
Todo en estado primigenio, y con una pureza tal que todavía conmueven las lágrimas de Aquiles ante el cadáver aún caliente del amigo Patroclo, los celos de Safo al contemplar el desdén de su amante, la bien medida envidia de Virgilio ante la sencilla vida del labrador, los encendidos besos de Catulo sobre la tersa piel de la amada Lesbia, la sabia advertencia de Píndaro dirigida aún hoy hacia el futuro:
Alma mía, no aspires
a la vida inmortal.
Pero agota las fuentes
de todo lo posible.
Y, ante este efectista despliegue de sensaciones, el que suscribe solo acierta a descorrer el velo e invitar a todos los lectores de esta reseña a que corran hacia los clásicos y los lean. La presente edición de Renacimiento y el excelente trabajo de Esteban Torre no dejan de ser un pretexto para ello. Aprovéchenlo y recomiéndenlos a las nuevas generaciones,… aunque las humanidades no estén de moda y Homero no juegue tan bien al fútbol como Messi.
Poetas de Grecia y Roma. 40 poemas (Renacimiento, 2019) | VV.AA. | 218 páginas |15,90 euros | Traducción de Esteban Torre Serrano