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Honradez en la historia

9788416034352ANTONIO RIVERO TARAVILLOAlfonso Lazo supone un lujo para el lector: aúna conocimiento, método, rigor y empleo elegante del idioma, característica esta última que no consiste, huelga decirlo, en el abuso de palabras rebuscadas sino en el uso natural de las precisas, dispuestas en el mejor orden para su comprensión y efectividad; es decir, se halla en él una forma brillante puesta al servicio del contenido. Porque lo que importa son las ideas, que en su caso son la lección de alguien que ha sido profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla y mantiene una columna semanal en la edición andaluza de El Mundo cuyo único inconveniente es que nos lo pone muy difícil, tan elevado deja él el rasero, a los otros colaboradores del periódico.

Esas virtudes son las que brillan en su más reciente monografía, Historias falangistas del sur de España. Creo interpretar que Lazo ha querido aquí, sobre todo, dilucidar por qué se produjo algo conocido pero generalmente soslayado por la historiografía: la presencia de obreros, aprendices y (por emplear un lenguaje marxista) proletarios que se acercaron a Falange Española, la del marqués de Estella, primogénito del general Primo de Rivera, antes incluso de la fusión de esta con las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, fundadas por gentes menos acomodadas como el administrativo Onésimo Redondo y el empleado de telégrafos Ramiro Ledesma. Se sabía que los falangistas no eran solo (porque entre ellos los había también, claro está) una pandilla de señoritos. Y en provincias como Sevilla, tras la búsqueda en archivos e investigaciones pacientes, ha quedado esto al descubierto para disgusto de la oficialidad de la llamada Memoria Histórica, esa a la que ahora quiere hacer pasar por “Memoria Democrática” la coalición que tiene como principal integrante a un partido tan refractario a la democracia y al recuerdo completo, no hemipléjico, como es el Partido Comunista de España.

Esa extracción social de muchos de los militantes de Falange es la que según Lazo explica el paso a esta de numerosos de militantes procedentes de organizaciones izquierdistas durante la República, y del trasvase luego de no pocos que vistieron la camisa azul a partidos de izquierdas en años posteriores a la guerra (la transguerra, como acostumbra a decir Aquilino Duque, a quien le gusta acuñar neologismos como la palabra electrograma en vez de email o correo electrónico). Es a eso a lo que se refiere el subtítulo de “Vasos comunicantes”. No se trata aquí de ventajistas o de gente que cambió de chaqueta, pues eran decisiones incómodas que suponían salir a la intemperie, con el pago de un elevado precio. Muchos licenciados en historia de las promociones más recientes se asombrarían de conocer los movimientos de organizaciones falangistas clandestinas durante el régimen de Franco, que tuvieron como año clave 1956.

No parte esta obra de un prejuicio (es decir, un veredicto a priori), ni trata de levantar un sistema de teoría histórica andándose por las ramas; al contrario, bucea en los particulares, en las vidas y vicisitudes de personas corrientes, que existieron y de los que, si no fuera por libros como este, se iría apagando la tradición oral, que tantas veces choca con los dogmas que imponen los nuevos manuales.

Lazo tiene a gala ser revisionista, es decir, alguien que se replantea las “verdades” heredadas a partir de nuevos datos, sin dejarse apresar por lo que sea políticamente correcto en un momento determinado. Ha sido muchos años diputado del PSOE; hoy, retirado de la política y profundamente decepcionado de la deriva de su partido, se puede decir que es un amante del progreso y la civilización y alguien que por lo mismo detesta lo “progre” y la alianza de civilizaciones zapateriana. Por su independencia y longanimidad merecería seguir siendo, más que diputado, senador si el Senado en España tuviera algún contenido concordante con el sentido de cámara alta, reflejo de la jerarquía del espíritu.

No todo es blanco o negro: hay matices. El historiador Lazo no comparte las tesis del fascio español, pero no se deja arrastrar por las inercias típicas. Cabría verlo, si esto es posible, como un Ridruejo que ha recorrido un camino inverso, senda que posee más encrucijadas y lugares de encuentro de lo que querría la pereza intelectual. En ese cruce, que no choque, de trenes de diferente carga y velocidad, como en un problema del colegio en machadiana tarde de lluvia tras los cristales, radica quizá la política bien entendida, el secreto de las ciencias humanas. La honradez y la valentía no tienen por qué ser sinónimos de candidez y temeridad; en él, Lazo, son el complemento ideal del espíritu crítico y el estudio. [Publicado en Razón Española]

Historias falangistas del sur de España. Una teoría sobre vasos comunicantes (Espuela de Plata, 2015), de Alfonso Lazo | 476 páginas | 24 €

admin

2 comentarios

  1. Se lee al final del artículo «Publicado en Razón Española». Por si alguien lo ignora, es revista fundada en su día (1983) por Gonzalo Fernández de la Mora, conspicuo intelectual y político franquista, y editada por la fundación Balmes, de Federico Silva Muñoz, igualmente conocido ministro de Franco; hoy la dirige su hijo, autor por ejemplo de una nota publicada en la revista con el título «¿Qué podemos aprender del nacional-socialismo?». Conocidos estos datos, quizá extrañen menos algunas cosas que en este artículo se dicen. En todo caso, pienso que tiene algún interés el conocerlos.

  2. Si el mérito del libro es decir que había obreros en la falange… Supongo que habrá algo más novedoso en él. Ser peón o clandestino no es prueba de santidad. Por cierto, Franco también condenaba el materialismo de la sociedad hasta casi su muerte, pero eso no convierte su discurso en meritorio o digno de rescate. Los carteles fascistas, junto a los anarquistas o comunistas, condenaban lo mismo, pero la diferencia clave está en las soluciones que se daban, la mayoría erróneas o extremas, todo hay que decirlo. (O sea, no todos eran iguales, discurso que pretende salvar lo que uno ama en secreto). Pero qué se le iba a hacer, con la que estaba cayendo. Que el autor del opúsculo haya disfrutado de un cargo al amparo socialista, o que el que reseña lo haga en un medio nostálgico, ni les absuelve ni les condena. Excepto para los inquisidores de la Red y los buscadores de cabezas.
    PD.
    ¿Y qué tienen que ver las políticas actuales con lo que se cuenta? Si un texto es válido lo es a pesar de la actualidad, no gracias a ella.

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