
ILYA U. TOPPER | La periferia de las grandes ciudades se llama en Francia banlieue, término derivado del antiguo concepto de ese espacio de una milla extramuros de la urbe bajo la jurisdicción de la ciudad: ya no ciudad, pero tampoco campo aún. Hoy, la palabra se asocia a los barrios de los suburbios habitados en gran parte por descendientes de inmigrantes argelinos, marroquíes y países africanos excolonias: territorio bajo la ley francesa, pero no del todo Francia, ya no del todo Francia.
La narradora de la novela Tal como existimos, de la autora francesa Kaoutar Harchi (Estrasburgo, 1987) —como está narrada en primera persona en formato de apuntes autobiográficos seremos tentados de llamarla Kaoutar— forma parte de esta periferia. Geográficamente, al criarse en una urbanización en el borde occidental de Estrasburgo, emocionalmente. Los padres, marroquíes de Casablanca, son inmigrantes de casi segunda generación: llegaron de niño, hicieron su vida aquí como modestos obreros, vuelven a Marruecos de vacaciones, donde serán franceses. Aquí no lo son. No del todo. Se esfuerzan para serlo: no quieren ser como los demás inmigrantes; gastan todo lo que tienen para enviar a su hija a un buen colegio. Un colegio católico (en Alsacia existen).
En un colegio privado de clases acomodadas alsacianas, la hija de obreros desentona: pensar que también habría desentonado una hija de proletarios franceses de Marsella queda para el lector; la narradora ejemplifica este aislamiento en el color de su pelo y coloca con ello el primer cimiento de la denuncia del racismo francés que es el hilo rojo de este breve libro. La soledad, el saberse únicamente amiga de otra chica magrebí, pero por lo demás aislada, incomprendida en el aula, llega al punto de que un gesto de buena voluntad de una profesora se convierte en insulto porque apreciar a «la pequeña árabe» también es racismo. Y somos nosotros, no ella, los que nos tenemos que preguntar si esa sensación de soledad y desamparo no es común a ciertas edades, con independencia del color del pelo o la etimología del apellido (un estudio de 1975 diagnostica angustia clínica causada por el colegio en un tercio de los alumnos de Alemania; aún no había inmigrantes en la escuela).
Estamos ante una narración en formato literario, no un ensayo, y es innegable que los cortos capítulos, que perfilan con detalle y precisión casi lírica sensaciones, impresiones, recuerdos, son un reflejo sincero, verídico, de una adolescencia con trasfondo magrebí. La autora, socióloga, no analiza los sentimientos de su protagonista, solo los describe. Esto garantiza autenticidad y frescura. Pero conforme avanza la lectura, se evidencia que la intención tras estos apuntes, o tras el acto de publicar estos apuntes, sí es sociológica: trazar un camino de rebelión.
Lo que narra Tal como existimos es la toma de conciencia de una chica, que podría ser simplemente una francesa más, con excelentes credenciales académicas, pese a su pelo oscuro y su apellido, de que ella en realidad sí pertenece a los otros, a aquellos de la periferia de quienes sus padres siempre la quisieron alejar, proteger, invirtiendo ingentes esfuerzos para dejarla en el otro lado, el del colegio privado francés. Toma esta conciencia el día que muere en una celda policial un chico del barrio, el día que un racista golpea en la cabeza a una colega estudiante que lleva velo, el día que se difunde la noticia de la muerte de Zyed Benna y Bouna Traoré, dos adolescentes de la periferia de París, que se electrocutan al huir de la policía. Recién matriculada en una de las mejores universidades de Francia decide escribir como revancha: «para vengar mi raza», apunta.
El libro que tenemos entre manos no es el que escribe: Kaoutar Harchi publica su primera novela, Zone cinglée (‘Zona fustigada’ podríamos traducir) con 22 años, en 2009; siguen otras dos hasta 2014. Y uno se pregunta si no estamos ante el mismo fenómeno que ha lastrado la entrada de tantos escritores extranjeros al mercado español: nos llega primero lo último que publicaron, la obra política que causa polémica en su país porque revuelve una fama cimentada sobre un trabajo distinto, literario. Ignoro si aquellas tres novelas de Kaoutar Harchi son buenas, pero daría algo por leerlas: la ficción siempre supera la realidad. Incluso una mala novela nos traslada mejor un contexto social y emocional, el de su autora, que el intento de justificar esa novela a través del autorretrato.
Porque como reflexión sociopolítica, Tal como existimos deja el extraño regusto de que la protagonista decide vengar algo que no ha vivido: el racismo encarnado en la cotidiana violencia policial, a menudo mortífera, una de las dos caras de la terrible realidad en esa periferia de Francia de la que, muy afortunadamente, sus padres la han sabido preservar. Como también la preservaron de la otra cara: la violencia que los chicos de estos barrios fustigados ejercen contra los suyos y sobre todo contra las suyas.
La narradora solo ve una de estas dos caras. Toma conciencia de la violencia racista expresada por la muerte de Zyed y Bouna; de la muerte no menos terrible de Sohane Benziane, quemada viva, no ha oído hablar. Es fácil enfurecerse ante el racismo de un tipo que pega en la calle a una chica velada; de los golpes sufridos a diario por miles de chicas de la periferia por negarse a aceptar el velo, nuestra protagonista no sabe nada: sus padres no eran así, no querían formar parte de ese bando religioso-patriarcal. Ella puede indignarse ante la ley que prohíbe el velo en los institutos sin necesidad de plantearse qué significa el velo: nunca la sometieron a él, nunca necesitó rebelarse, huir de los suyos. Su soledad en un colegio privado es una cara; la otra es la de miles de niñas para las que el colegio público sigue siendo un lugar de refugio, apoyo y esperanza frente a la opresión que sufren en casa, en el clan, en el barrio.
Ser la voz de la periferia, como se propone la protagonista, es más fácil, más rectilíneo, si una ha tenido la suerte de quedarse en la periferia de esa terrible periferia.
Tal como existimos (Oriente y Mediterráneo, 2024) | Kaoutar Harchi | 148 páginas | 15 euros | Traducción de Inmaculada Jiménez Morell