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Irse no es dejar de estar

FLORA JORDÁN | Desde que conocí personalmente a Cristina en aquel curso de poesía en la UNIA de Baeza supe que estaba ante una poeta profunda, delicada y de una sensibilidad exquisita. Era jovencísima, pero por su forma de tratar el tema de la mudanza y los cambios vitales desde un punto de vista filosófico, sus poemas eran ya de una madurez abrumadora. En este poemario, Mi hogar es una caja de mudanzas, V Premio Valparaíso de Poesía y Premio Ópera Prima de la Crítica Andaluza 2021, Cristina Angélica se consagra como una de las voces jóvenes más potentes y comprometidas del panorama nacional.

El tema y el planteamiento que vertebra el poemario son la identidad y la búsqueda nómada de la misma en un mundo cambiante y rápido donde se suceden los lugares en los que vivimos. Nos definimos a través de nuestras cajas de mudanza y nuestros recuerdos con cinta carrocera que no pueden nunca sujetarse del todo. Hay un apego a las cosas, a lo material, porque a veces ellas sobreviven más tiempo que nuestras casas:

Rescato el colgante de papel que me regalaron/al cambiarme de colegio,/ una flor por cada chica de la clase./ Desdoblo la entrada de ese espectáculo de magia en 2007 (De “Salitre”, página 43).

En este sentido, Cristina Angélica conecta indudablemente con poetas reconocidas como Virginia Cantó y Amalia Bautista en su poema “Punto limpio” de Falsa Pimienta (2013). Ambas plasman el peso de los recuerdos y los objetos en la vida y la trayectoria común cuando se cierra la puerta de la casa que ya no se va a volver a habitar.

En una sociedad líquida como ya fue definida por Bauman, los objetos y los recuerdos adquieren otra dimensión para el individuo perdido y desconectado del mundo actual. Todo lo que hay en los trasteros es nuestro pasado, nuestra historia y esos espacios tratados generalmente en la literatura como secundarios y marginales se convierten en el poemario en el centro del conocimiento del yo, de la familia y de la sociedad, como muy bien ha señalado en el prólogo Jorge Villalobos cuando se refiere a la “mudanza social” (página 20).

La precariedad laboral, los bajos salarios, las pocas oportunidades para los jóvenes, que ya saben lo que les espera desde las aulas de la Universidad Pública (Facultad de Derecho, página 50) es una muestra más de la fuerza y el compromiso que la poeta transmite en cada uno de sus versos. Hay un dolor profundo en la pérdida de los derechos sociales, un dolor en el cambio impuesto de una sociedad que vende el tránsito como un “reinventarse” y no presta atención a lo que dejamos por el camino. Es interesante cómo Cristina trata el cambio y la precariedad no sólo desde un punto de vista generacional, sino como una anomalía del sistema, puesto que la generación anterior también la ha sufrido y tiene que pintar la casa de alquiler para que parezca un poco más nuestra (Gotelé, página 48).

El compromiso se manifiesta también en otros temas sociales como el desahucio y la gentrificación de las grandes ciudades donde las familias ya no pueden seguir viviendo en sus casas de siempre por la subida de los precios de los alquileres y la implantación de Airbnb. En el poema “Turismo Low-Cost” (página 42) así podemos apreciarlo en los contundentes versos de cierre:

Este país vela por sus turistas:/permite que familias enteras vayan a la calle/ porque no hay mayor riqueza que ver mundo.

El sujeto lírico siente y sufre por los demás, hay una empatía total y una creencia en lo colectivo que recorre todo el poemario.

La ternura es otro rasgo esencial de Cristina Angélica como poeta. Su mirada hacia el mundo y las cosas siempre pasan por el tamiz de la dulzura y la esperanza. Sus poemas son hondos y duros, pero nos acarician a la vez porque sentimos que alguien escribe y describe momentos similares vividos. He ahí su gran aportación. Su nueva mirada a situaciones cotidianas narradas para irradiar belleza en cada una de sus palabras delicadamente escogidas.

Finalmente en “Rituales I y II” (páginas 36 y 38-39), la poeta nos da las claves para entender el diálogo generacional, la lucha por seguir adelante, la repetición de la mudanza como símbolo de inestabilidad en una sociedad que precisamente va perdiendo sus rituales progresivamente.

Mi hogar es una caja de mudanza es un poemario valiente, honesto, bello, delicado y estoy convencida de que será el punto de inicio de una carrera literaria prometedora.

Mi hogar es una caja de mudanzas (Vlaparaíso, 2020) | Cristina Angélica | 70 páginas | 12 euros

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