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Jeff Lemire. Cráneo previlegiado

JOAQUÍN PÉREZ BLANES | Adentrarse en determinados universos mentales es un ejercicio de equilibrismo que no siempre acaba bien. Después de ver la pretenciosa película de Leo Carax, Annette, uno comprende dos cosas: O bien la edad lo mantiene a uno en un permanente estado de insensibilidad, una alexitimia artística que impide aceptar el malabarismo y el virtuosismo pretendido y forzado de un destacado intelectual; o bien uno tiene más calle que Makinavaja y ha visto tantas veces sobrepasar los límites artísticos, que cualquier intento de dar gato por liebre ya no cuela, así que lo que resulta excesivo y pretencioso es exactamente eso, excesivo y pretencioso. Espero que sepan perdonar a este estadista, porque solo tengo palabras difamatorias para ese film, aunque me gane la animadversión por esta crítica exprés. Sin embargo, hay algunas mentes que resultan cuanto menos atractivamente inquietantes, con sus naturales altibajos, pero siempre con destellos de genialidad que muestran y demuestran lo privilegiado de esa mente creativa, aunque el producto final no termine de convencernos. Apunto a vuela pluma algunos de esos cráneos previlegiados, sin importar la materia artística en la que trabajan. Cada cuál puede pensar en quien desee, incluso en Leo Carax si le estimula el colodrillo o le toca la patata; para mí, por nombrar algunos, me atrae sobremanera la creatividad de David Lynch, James Joyce, Remedios Varo o Alan Moore, entre los más actuales, Charlie Kaufman, Wes Anderson y Jeff Lemire. Como verán, la mezcla creativa que les propongo tiene mucho de pasarratos Churruca, pero centrémonos en una de esas mentes creativas inagotables.

Jeff Lemire es uno de esos tipos singulares a los que no me importaría acompañar a una sesión de terapia con su psicoanalista. No es solo un autor prolífico, es también un ser con un universo interior tan intrigante como inquietante. Si algo como Gideon Falls puede salir de su cabeza cuando anda despierto, ¿en qué clase de pesadillas navegará cuando esté dormido o febril? Jeff Lemire tiene la capacidad camaleónica de adaptarse al mainstream con Marvel o DC, de crear una obra costumbrista con una particular sensibilidad muy localista, en blanco y negro, como Essex County o Un tipo duro, o crear dos series perturbadoras como Gideon Falls o Sweet Tooth, esta última rebajada a un estilo infantiloide en la adaptación de San Netflix que todo lo toca.

Si todavía no conocen su obra, adéntrense en ella de manera progresiva, comiencen por algo costumbrista como Essex County, donde los personajes nos pueden parecer perdedores pero están más cerca de nuestra propia realidad que Georgina Rodríguez. Las tres historias de Essex County reflejan lo cotidiano de una sociedad que en su combate cotidiano por salir adelante suele perder más de lo que gana. Ese mismo retrato es el que hace en Un tipo duro.

Después busquen Sweet Tooth para comenzar la inmersión en el universo onírico y terrorífico de Lemire, para después sumergirse en la insondable Gideon Falls, sin duda la obra magna de este canadiense. Este angustioso trabajo es una creación conjunta de Jeff Lemire con Andrea Sorrentino, un napolitano que dibuja con colorida intensidad al tiempo que difumina toda la página con un velo como si el lector no pudiese enfocar la imagen correctamente, lo que hace esta obra bastante perturbadora. Publicada por Astiberri en 6 volúmenes, el último de ellos en el recién acabado 2021.

Tiene un poco de todo, tiene algo de pandémico, de trastorno bipolar, de demencia, de miedo irracional a lo conocido y a lo desconocido, de efecto mariposa, de cruzar océanos del tiempo para encontrarse, de cardamomo y cúrcuma, tiene plata y plomo, tiene unos personajes tan complejos que unas páginas te parecen perdidos y desprotegidos y en las siguientes te parecen repulsivos. No hay trigo limpio en el granero negro, todo el universo Lemire es complejo, precisamente porque todo nuestro mundo, fuera de la ficción, también es complejo y esa complejidad es la que proponen Lemire y Sorrentino en esta intensa búsqueda, unos, como Norton Sinclair, buscan astillas de un granero ignoto y otros buscan la redención a sus pecados. Abrir las primeras páginas de Gideon Falls es adentrarse en un prodigioso y complejo mundo interior de personajes tan tocados emocional y personalmente como estamos los de aquí fuera, aunque creamos ciegamente en nuestra normalidad.

Es una obra compleja y densa, que pasa con facilidad del costumbrismo americano a la ciencia ficción con una pátina de extrañeza o locura que impregna sus páginas de un tono oscuro, difuso, sin nitidez en el trazo y colores duros, intimidantes, la ambientación es acertadísima para atrapar desde el principio al lector y no soltarlo hasta que cierra la última página.

A pesar de todo, una vez cerrada la última página, nos quedará ese poso amargo que dejan el café intenso sin azúcar o el vino añejo y ríspido, ese sabor que convive durante un tiempo con el paladar y los sentidos.

Gideon Falls 6. El fin (Astiberri, 2021) | Jeff Lemire y Andrea Sorrentino | Traducción de Santiago García | 120 páginas | 15 euros

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