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Jodiendo con las palabras

Engaño

Philip Roth

Seix Barral, 2009.
ISBN: 978-84-322-2856-8

187 páginas.
17 euros.

Traducción de Jordi Fibla.

Javier Mije

Leí las cincuenta primeras páginas de Engaño y me dije, ah, he aquí el libro de Roth que leen cada otoño los académicos suecos para convencerse de que no merece el Nobel. Imaginé que la reseña sería tarea fácil: un libro menor de un gran autor, una obra sin el vigor, la intensidad y el compromiso con la verdad de sus grandes novelas. Luego recordé que tengo un conocido que es amigo íntimo y editor -¿pero son ambas circunstancias compatibles?- de un Nobel de literatura. “Recibir el Nobel es una catástrofe, una dulce catástrofe” –había referido en una carta a mi conocido que éste me había comentado en un almuerzo-. Veía nítidamente perfiladas las siguientes líneas de esta reseña: ¿merece Roth esa catástrofe?, ¿tiene algún sentido que caiga sobre Roth ese cataclismo –que aquel escritor laureado explicaba en su carta como la interminable Odisea de una vedette por congresos y salas de conferencias a miles de kilómetros de su escritorio?-.No creo que el Nobel sea otra cosa que uno más de los artefactos culturales con los que nos distraemos del paso del tiempo, ni que dependa de una llamada de teléfono con prefijo de Suecia el que las palabras de un autor perduren. Así que dejaría la valoración del libro a un lado –a estas alturas iba ya por la página 70 y la novela seguía sin convencerme- y terminaría mi comentario afirmando que era mejor que otorgaran el Nobel a autores como Herta Müller, no tan populares, o al excelente escritor que resultó ser aquel amigo íntimo de mi conocido, que pudo por fin comprarse una casa y abandonar el piso de treinta metros cuadrados donde vivía muy precariamente. Sin darme cuenta, casi mientras pensaba en otras cosas –en qué capricho iba a emplear los 100 euros que pagan por esta reseña; en mi conocido y amigo del Nobel del que espero una llamada que no termina de producirse, o en aquellos tiempos remotísimos en que existía el otoño- llegué a las páginas finales de Engaño y me di cuenta de que nada en el libro resulta ser lo que parece. No eran varias historias de amor adúltero más o menos convencionales que sólo ocasionalmente habían llegado a interesarme. Era un libro sobre las fuentes de la ficción. Sobre los puentes entre la literatura y la vida; entre la vida y la literatura. Era un libro sobre cómo se construyen las novelas. Entonces me pregunté si sería posible escribir la reseña de un libro que mostrase al mismo tiempo cómo se escribe una reseña.
Un piso sin ascensor en Notting Hill, Londres. Un escritor desempleado llamado Philip. Tres mujeres. Cada mujer un polvo. Cada polvo una Sherezade. Este es todo el entramado argumental de Engaño, una novela experimental, arriesgadísima, construida con las notas para una novela no escrita. La novela son esas mismas notas, una sucesión de diálogos sin apenas acotaciones -“despojada de toda grasa expositiva”, dice el narrador-. El escritor llamado Philip –un écouteur, un audiófilo- hace hablar a sus amantes con el objeto de escribir una novela sobre el adulterio. El narrador de la novela no escrita es Nathan Zuckerman, alter ego habitual de Philip Roth. En el penúltimo capítulo irrumpe la mujer de Philip y le pide explicaciones por haber publicado una novela –la que estamos leyendo- en la que hace exhibición de su infidelidad. Éste niega que la haya engañado: “es la historia de una imaginación que ama”. Es sólo un cuento, es ficción, viene a decir: “no puedo joder con palabras”. Y cuando todos los juegos de espejos parecían agotados -y el mismo camino, me temo, seguirá la paciencia de la mayoría de los lectores- el último capítulo nos reserva otra vuelta de tuerca con la que terminan de encajar las piezas de este cubo de Rubik. Entonces, ¿le ha gustado o no la novela? ¿No iba usted a explicar cómo se hace una reseña? ¿Por qué un libro nos gusta? Estimado lector, ¿qué importa mi opinión? No imagina usted cuánto se miente en estas lides y las inseguridades que sufren los críticos, aunque sean ocasionales como yo. Si quiere leer algo con fundamento espérese a ver qué dice Juan Manuel de Prada, que tanto admira a Roth. Yo creo que es una novela difícil y valiosa, y en cuanto a las formas, una anomalía dentro de la producción del autor de Newark. Contiene lúcidas reflexiones sobre el dolor del adulterio, “en algún punto entre el deseo y la desilusión, en el largo descenso hasta la muerte”, las habituales y deliciosas diatribas anticatólicas, y, entre otras cosas, algunas valiosísimas ideas literarias que interesarán sobre todo a los escritores. Aunque, ya que insiste en saberlo, el libro me ha conmovido sobre todo por una circunstancia personal que me permito contarle. Hace años yo también pasé una temporada en Notting Hill, en el número 44 de una calle llamada Dudley Villas, a sólo unos metros de dónde vivió el protagonista de Engaño. Entonces creía estar escribiendo una novela sobre el adulterio, y también había por allí una voz femenina que insistía en saber, como el personaje de la novela de Roth, quién era aquella mujer con la que me fugaba en la ficción. Así que, y espero responder con esto a su pregunta, quizá los libros nos gusten cuando provocan la ilusión de que hablan de nosotros mismos.

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