JOAQUÍN PÉREZ BLANES | Resulta verdaderamente grato encontrar un libro con el que dialogar, por fin, íntimamente. Aunque, en verdad, todos los libros que nos cautivan inauguran ese diálogo interior al adentrarnos en sus páginas. Este libro que nos ocupa, tiene la sana virtud de estimular la discusión y la discrepancia y, al mismo tiempo, alimenta la búsqueda existencial e intangible que persigue todo ser humano: la felicidad. Búsqueda que, como la del Santo Grial o El Arca de la Alianza, se antoja eterna e irresoluble. Pereceremos en el camino antes de llegar a descubrir la fórmula para ser felices. Quizás no se trata tanto de encontrar la respuesta como de mantener viva la búsqueda y con ella la ilusión, quién sabe. Este libro es, en sí mismo, una búsqueda de respuestas inmateriales y, por extensión, una puerta abierta a la reflexión, que no está de más en una sociedad tan Bauman y tan líquida, en la que el inconformismo se ha adueñado de nuestro ánimo como se adueña el moho del pan de molde. Esta búsqueda, pesquisa, batida, rastreo o caza, como quiera el lector llamarla, parece más necesaria que nunca en nuestra vida contemporánea. Hemos puesto en peligro las Humanidades y el reposo y la meditación parecen haberse vuelto contraproducentes en un tiempo en el que se nos exige más productividad que brazadas a un galeote. Bastaría con destacar el librito de Nuccio Ordine como lectura en Bachillerato para ir cambiando la mentalidad utilitaria de nuestros jóvenes.
Pero volviendo a ese Breve tratado sobre la felicidad que ha editado Fórcola en este 2021, habría que reseñar que esa preocupación por la felicidad no es nueva. Séneca ya planteaba la necesidad de tener el alma sana para poseer una vida feliz, esa salud estaba directamente relacionada con la razón, porque “puede llamarse feliz al que, gracias a la razón, ni desea ni teme”. Esto, por descontado, es discutible, porque si, como plantea el cordobés, perseguir el sentido mismo de la felicidad es intentar dar sentido a la vida, siempre que estemos en posesión de un pensamiento crítico y de una razón saludable, en ese caso, ¿los animales no podrían ser felices? ¿Estarían condenados a la infelicidad porque no tienen raciocinio, porque no comprenden el concepto de la felicidad ni el sentido de la vida? ¿Solo el ser humano podría ser feliz? Esto lo tendría que discutir con mi cánido.
Ricardo Moreno presenta un diálogo constante con autores de todos los tiempos, fragmentos de textos de pensadores como Demócrito, Platón, Séneca o Baltasar Gracián, Voltaire, Marquesa de Châtelet, Diderot, Vargas Llosa o Savater. Avanza cronológicamente en autores que se han preguntado, alguna vez, sobre el sentido de la felicidad. Es una muestra minúscula de autores que mostraron esa preocupación, pero suficientemente ilustrativa para poder sacar en claro alguna cuestión. La dialéctica que abre Ricardo Moreno planteando un breve texto inicial sobre el que reflexionar, se enriquece con otros autores que entran en juego debatiendo sobre el párrafo destacado al principio, enlazándose con las propias ideas del autor.
El argumento que plantea Ricardo Moreno parece sencillo, el necio no es más feliz por serlo, pero no se puede ser feliz sin la cordura, el sentido común y el raciocinio. Podemos no estar de acuerdo con este postulado, dado que el necio puede ser feliz en su ignorancia y puede ser más feliz que el inconformista cuerdo que persigue toda su vida una nueva meta a cada rato. Pero no se trata de discutir sobre los postulados del autor sino, más bien, de adentrarse en las puertas que este libro abre, de par en par, para una búsqueda de sentido sobre la felicidad. Sentido que no hallaremos si no es reflexionando sobre los textos que nos propone Moreno. Sin olvidar que este tipo de pesquisas se aproximan más a la búsqueda de El Dorado o de un calcetín perdido en el agujero negro de una lavadora que a buscar las llaves del coche.
El propio Ricardo Moreno expone al comienzo que “no se trata de dilucidar lo que es la felicidad (…) sino reflexionar por qué con los mismos triunfos en la mano unos saben ser felices y otros no”. En esencia, el autor se sirve de la reflexión de otros autores para dar sentido a la tesis de que el necio no es más feliz por serlo que una persona más inteligente o cultivada. Y así concluye: “No, la felicidad es hija de la sabiduría, no de la estupidez” y enlaza con su anterior ensayo que trataba con gran ironía sobre la estupidez. Esa idea se nutre de que la sabiduría acerca al ser humano a la moderación y es dar por sentado, de algún modo, que el sabio alimenta su sabiduría con la morigeración, que es esa templanza en el modo de vida que se acompaña, por extensión, de buenos modales y civismo. Si avanzamos en acotar la sabiduría que acerca a la felicidad nos encontraremos con que toda aquella persona que se aleje de la moderación y la templanza no puede ser feliz. Ya es de por sí complejo intentar ser feliz con el día a día que soportamos como para tener que analizar los elementos que debemos poseer en nuestra naturaleza para ser felices, tendríamos que ser todos adiestrados alquimistas. Dicho de otro modo, ¿pueden ser felices las personas que tienen malos modos, son feroces con los otros seres humanos y destilan una perversidad compleja? Podría ser, porque la maldad no es solo atribuible al necio o al estúpido, como, posiblemente, la felicidad no sea solo factible en personas juiciosas y prudentes. Como ven, este libro abre una puerta muy agradable al lector para reflexionar sobre todo aquello que merece la pena tener en cuenta para intentar ser felices, pero no busquen en esta obra solución a sus problemas de infelicidad, no la encontrarán.
Argumenta el autor, con sentido común, que en una sociedad próspera se dan más opciones para ser feliz; pues cuando las personas tienen las necesidades básicas cubiertas las preocupaciones se convierten en, digamos, más etéreas. Por eso, en palabras de Moreno, la política debe encaminarse a asegurar la prosperidad de sus conciudadanos, no a asegurar su felicidad. El Estado que se atribuya esa cualidad únicamente puede ser un Estado arrogante, ya que se atribuye un imposible. Y con esa atribución puede, perfectamente, hacerle la vida imposible a los ciudadanos en la consecución irrealizable de dicho ideal.
La política debe asegurar la prosperidad de sus habitantes y serán ellos, dentro de sus limitaciones espirituales y humanas, con sus limitadas habilidades sociales, los que tendrán que buscar y encontrar su cota de felicidad.
Como ven esto empieza a ser una filípica, así que mejor recomendamos este libro a toda aquella persona inquieta en la lectura y la reflexión, y punto en boca.
P.D.: Sirva como postdata una breve mención a la editorial Fórcola, un hermoso descubrimiento en tiempos en los que las ediciones tienden a descuidar papel, gramaje, tipo y tamaño de letra, así como portada. Esta editorial, tiene mucho cuidado en la edición de cada libro y es de agradecer. Los que todavía tenemos esa propensión viejurga de leer en papel, recordamos cómo Herralde se olvidaba de poner buena cola a los libros de Anagrama que terminaban deshojándose como si se tratase de un fósil en manos de un patoso, o los libros de bolsillo de Alianza Editorial que no son aptos para personas con presbicia. Las editoriales han abandonado la figura del editor y el corrector de antaño y publican sin pudor textos con erratas tipográficas y ortográficas; si las primeras tienen un pase, las segundas son delito suficiente para devolver el libro.
Breve tratado sobre la felicidad (Fórcola Ediciones, 2021) | Ricardo Moreno | 172 páginas | 16,50 euros |