
ILYA U. TOPPER | Los tiroteos al fondo acompasan la tarde. Es la favela. Es lo habitual. Morirse es habitual en Río de Janeiro. Por una bala perdida en un autobús, por una no tan perdida si se te ocurre agarrar el bolso en lugar de soltarlo. Es una ciudad sin ley, o quizás: con la ley del más desesperado.
Özgür no es una desesperada, pero tampoco le quedan muchas esperanzas: se deja llevar a la deriva por Río de Janeiro en una vida sincopada por el café, el tabaco barato y algún zumo de guaraná helado, aún más vital —por lo helado— que las demás drogas para sobrevivir en una ciudad donde hace continuamente cuarenta grados. Özgür es una chica turca, vagamente de clase media de Estambul, que ha acabado aquí como un pecio arrojado por las olas a una playa desconocida, y su único oficio conocido son clases particulares de inglés que raramente le pagan. Es pobre entre los pobres, pero es ajena a ellos, no alcanza la desesperación que te libra de la ley: es europea.
Recuerdo que leí La ciudad bajo el manto rojo hace años, entonces en una traducción alemana —Asli Erdogan fue famosa como escritora turca de vanguardia en casi toda Europa, años antes de que Armaenia sacara su primer volumen de cuentos en España, El edificio de piedra, en 2021— y me dejó un sabor de boca, de cierta forma, angustioso. Como arrastrar el miedo tras haber pasado el momento del peligro. Pero sobre todo me quedó la consciencia de un único largo choque cultural. Özgür es turca, es decir mediterránea, europea —«sangre caucásica mezclada con una o dos gotas de agua del Mediterráneo«, se define—, pero lo que la diferencia no es solo la «tez pálida que gemía bajo el sol implacable de Río», sino sobre todo una distancia mental, una incapacidad de asimilar el funcionamiento de esta vida sin ley. La misma incapacidad que tendríamos usted y yo, lectora.
Yo estuve en Brasil, y puedo asegurar que es una experiencia fascinante, si bien me duró solo un mes (afortunadamente, quizás: a punto estuve de romper el billete de vuelta). Tal vez por esto me reconozco en la novela de Asli Erdogan: cada línea de sus 200 páginas subraya esa ajenidad entre una tierra que conocemos, digamos la del Mare Nostrum, que por eso se llama así, y el Nuevo Mundo. Pueden inventar los políticos mil teorías de choques de civilizaciones entre «Occidente» e «Islam»: al cabo de unos pocos capítulos de La ciudad bajo el manto rojo, usted comprenderá, lectora, que se sentiría en casa en Estambul, en los montes kurdos, en Beirut, Damasco o Casablanca; la verdadera otredad está allende el Océano. La violencia cotidiana, los disparos desde la favela, las breves notas cotidianas sobre víctimas de tiroteos son solo la primera capa de esa otredad, la más visible. Bajo ella subyace un mundo como un agua sin fondo.
Es en esa ajenidad en la que se hunde Özgür, incapaz de flotar e incapaz de hacer pie. No pasa exactamente miedo, o solo de una forma difusa, tediosa, fatalista, sin estar nunca del todo segura de si en ese momento realmente debería tener miedo, porque tiene delante a dos tipos del Comando Vermelho, la peor banda de la favela, o si se lo está imaginando todo. La mayor parte del tiempo está imaginando. Y luego saca su cuaderno de tapas verdes y escribe las cosas que está imaginando. Al recordar la lectura no es fácil distinguir entre lo que le pasa a la Özgür de verdad y lo que le pasa a la protagonista del relato que está escribiendo, y eso que la autora ha tomado la precaución de diferenciar ambas voces con el clásico recurso de la cursiva. Pero el personaje es el mismo, y quién nos puede reprochar que creamos ver tras él a la propia autora, Asli Erdogan, que fue a Brasil para hacer un doctorado en Física Nuclear, tras unos años en el CERN de Ginebra, pero lo dejó a medias, según leo, y se quedó a vivir un tiempo.
Quizás por eso, porque la novela bebe demasiado de sus propias impresiones, es difícil hallar una trama: más bien hay un encadenamiento de observaciones, anécdotas, recuerdos, sensaciones, sed, calor, soledad, mucha soledad. Toda la soledad.
Quizás fuera de esa experiencia de la que surgiera el particular estilo de Asli Erdogan, en el que siempre subyace un algo inquietante, una tácita promesa de desgracias. «Leer a Aslı Erdoğan —dije una vez— es convivir con la sensación de que algo no es como debe ser, que algo saldrá mal, algo fallará a lo largo de la historia». Özgür significa «Libre» en turco, es un nombre habitual, pero la chica perdida en Río de Janeiro se preguntará si ser libre significa no tener ya nada que perder. Ni siquiera la propia personalidad. Porque Özgür no está solo habitando la ciudad: esta ciudad bajo el manto rojo ha terminado por habitarla a ella.
La ciudad bajo el manto rojo (Armaenia, 2024) | Asli Erdogan | Traducción de Pepa Bahamonde & Irfan Güler | 220 págs. | 21 €