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La consagración lírica de una poeta

Es un cuchillo de hielo que se clava, y duele.

Javier Gallego Dueñas

ROSARIO TRONCOSO | Es posible afirmar sin pudor que Marina Casado es una de las voces poéticas más deslumbrantes del panorama actual. Leer su obra es siempre un deleite para aquellos que, como servidora, aman la poesía verdadera, aquellos versos que laten por sí mismos, orgánicos, que no necesitan de artificios ni florituras que fuercen la máquina y consiguen despertar al lector ávido de emoción.

Esta autora joven que ha sabido labrarse un nombre a base de tesón, sin hacer ruido, ocupa un lugar de prestigio en las letras de nuestro país. Habla de su poesía su poesía misma, y en estos días raros de mercadeo e instagramers se agradece que irrumpa el trabajo serio y limpio de una poeta como las de antes.

Por y para la Literatura, Marina Casado se nos descubre como una autora completa, integral, narradora y articulista en una línea de investigación audaz y siempre en continuo aprendizaje. Dichosos somos de ser testigos de su crecimiento. Y ahora es el momento de centrar la atención en su última incursión poética, un delicioso poemario Los ojos fríos del vals, editado por la editorial asturiana Bajamar, cuyo comandante, Pascual Ortiz, es también digno de reseña por su labor al servicio de lo mejor de la poesía actual.

En este libro, nuestra autora emerge con un giro inesperado en su registro, aunque sin perder un ápice de su personalísima voz. Y nos advierte acerca de sus intenciones en “Una confesión previa”:

Hay que resucitar al cisne, devolverlo a la vida para no olvidar la noche. Y no cortar más alas.

Arriesga, y sale más que airosa, en este canto a la belleza que nos lleva de regreso al universo preciosista, a veces abigarrado, de la obra de Rubén Darío. Exaltación de la fuerza simbólica del cisne como elemento catártico que reordena el caos y cura la incertidumbre que atraviesa desde la primera palabra a la última de cada poema que existe en este libro. No olvidamos que la poeta huye de etiquetas, y por esa razón es fácil llegar al tuétano e identificarse con la esencia de su obra, pues a pesar de beber de fuentes claras y demostrar sin pedantería su nutrido bagaje de lecturas alimenticias, apuesta por la creatividad, por lo nuevo, por cisnes adaptados a los tiempos, que sepan nadar en aguas turbias convirtiendo su vulnerabilidad femenina y casi etérea, en una de las bases más sólidas y poderosas de su escritura de alas fuertes.

El libro está conformado por tres partes: “La memoria”, “Estampas para Odile” e “Historia de la noche”. Tres cuerpos para una sola unidad poética coherente y bien estructurada. No hay puntada sin hilo en el quehacer lírico de Marina Casado, y como referíamos antes, el libro al completo es un homenaje al Modernismo, pero hay una voluntad clara de alejamiento de preceptos asumidos a alguna corriente concreta. La autora trabaja el lenguaje metafórico de forma maravillosa, juega con la tristeza de violines y huye del tópico y los lugares comunes para sumergir al lector en la reflexión sobre aquellos temas que son propios del género, como la incertidumbre, la desazón, el tiempo feroz que pasa sin tregua, actualizando los recursos para provocar el encuentro entre lo terrible y lo sublime, la belleza de la muerte y su silencio atronador.

Uno de los poemas que más impacta de esta primera parte es “Everybody Talking to Me”:

Carretera, verano del 97, /urgencia delicada de atardeceres. /Desde el asiento trasero del Peugeot, /el universo no entendía aún/ la dirección precisa del futuro.

El tono beat rompe quizás la introspección y el ritmo de poemas anteriores, pero es sin duda una bocanada de aire fresco que prepara los sentidos para descubrir todos los recovecos de este libro, lleno de cuevas submarinas.

La oscuridad y las ausencias, la conciencia ante la realidad y la historia en “1936”, la filantropía y el dolor ante el vacío, el silencio que duele en los museos, la muerte omnipresente y su lugar para la nada tienen su propio canto en el poema “Cementerios”, mientras los espejos del pasado, la incertidumbre y la desazón y la perplejidad ante lo inmarcesible son las emociones predominantes en esta primera parte donde todos los temores compartidos se alivian en la exquisita prosa poética de “La bella durmiente”.

En la segunda parte, que tampoco deja indiferente al lector, se manifiesta en mi opinión la verdadera voluntad experimental de este libro, aunque es en la tercera sección donde la autora se despliega toda su energía y que veremos en su tiempo. “Estampas para Odile” es una reinterpretación muy personal de El lago de los cisnes. La dualidad de Odette y Odile, la realidad y el sueño, la máscara y el rostro, el dolor y la fragilidad. De forma absolutamente magistral cierra este ejercicio de exquisito lirismo “Los ojos fríos del vals”, alma que da nombre al poemario entero, justo antes de “Final apócrifo”, con imágenes que dejan sin aliento:

En este mundo líquido, / te beso para siempre.

Y líquidamente, fluimos hasta llegar a “Historia de la noche”, que logra ser un poema representando en cuatro actos, en un alarde de dominio de oficio poético sin precedentes. Marina Casado logra conmover con la dramatización de la búsqueda universal: el tiempo como bálsamo para todas las heridas, para todo el dolor. Se ponen en marcha todos los mecanismos de la fantasía en una explosión preciosista y contundente donde el lenguaje renovado de un Modernismo asumido, bien estudiado e integrado de forma voluntaria da más carácter, si cabe, a la escritura de Marina Casado donde hay lugar siempre para la sorpresa de forma exitosa como sólo los grandes en esto pueden lograr.

Amanecer, mediodía, ocaso, anochecer y un secreto, sucumbir a la medianoche en La Laguna, el lugar de la magia, que más que un lugar cobra vida y es un alma más entre los personajes que habitan el universo poético que surge del don de Marina Casado para conseguir que brote la poesía que de verdad golpea fuerte.

Los ojos fríos del vals es un tortuoso paseo poético que desemboca en la muerte. Pero la melancolía que rezuma cada verso encuentra su antídoto a pesar de la imposibilidad de vencer la propia finitud, angustia existencial que comparten todos los poetas desde la cuna. Y la calma está en ese halo de luz que llega en las manos de una autora, aún joven, pero con mucho que aportar desde su propia experiencia, y así lo demuestra:

Hay una vida azul / más allá de los labios desinflados del Tiempo. / Hay un mundo secreto / esparcido sobre los arcos de la medianoche.

Es la esperanza el único calor posible para mantenernos vivos, a pesar de la frialdad de la mirada del futuro oscuro con ojos entreabiertos. Y justo eso es la poesía de Marina Casado: la consagración del entusiasmo y la inquietud por abrir puertas nuevas a la poesía, aunque éstas den a paisajes más antiguos, como jardines abandonados por los que la frivolidad ha pasado como un tsunami. La consagración de la poeta Marina Casado, cuya trayectoria apenas acaba de comenzar.

Rosario Troncoso es poeta y editora.

Los ojos fríos del vals (Bajamar, 2022) | Marina Casado | 76 págs. | 10€

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