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La cotidianización de la poesía

TOMÁS HERNÁNDEZ | Todo movimiento literario necesita su manifiesto y su antología. En 1983, un grupo de jóvenes poetas granadinos dio a conocer “La otra sentimentalidad”. Cuarenta años no es nada, dice el tango. Pero cuarenta años es casi una vida y da para mucho. “Recorrer este trayecto se convierte en una negociación con el pasado”, escribe Félix Martín Gijón en un conciso y esclarecedor prólogo.

Abren esta antología tres manifiestos. Luis García Montero escribe que “el viejo oficio de la literatura se ha basado siempre en la fascinación”. Después de situar a Garcilaso como “el primero que hizo de su intimidad una aventura definitiva”, habla de la situación de esa actitud poética a primeros de los ochenta, habla de “la intimidad y la experiencia, la estilización de la vida o la cotidianización de la poesía”, como “dos caminos aparentemente muy diferenciados pero que son en realidad las dos cabezas de un mismo dragón”. Así lo ve, creo, Félix Martín Gijón cuando aclara en el prólogo cómo“La otra sentimentalidad terminaría, en su posterior disolución, en la corriente de la Poesía de la experiencia, durante la década de los noventa”.

Álvaro Salvador parte de la idea de la sensibilidad no “como una facultad innata del ser humano, por la que podían aprehenderse y clasificarse los conocimientos”, sino como un constructo social e ideológico y, por lo tanto, histórico. Histórico en el sentido de actual, escribir desde y para otra sentimentalidad, no desde una nueva sentimentalidad que retomara el sentir burgués en nuevas formulaciones, sino desde una actitud más radical, el difícil y “peligroso equilibrio entre el ámbito de lo trascendental y el dominio de lo propiamente material, empírico o científico”.

Una poesía histórica, en el sentido materialista del término, porque “una poesía que intente reproducir los sentimientos de un modo a-histórico, que intente trasladar los valores sin tener en cuenta el proceso histórico, nunca podrá penetrar el inconsciente colectivo de su época; podrá ser un ilustre y valioso artificio, pero en absoluto tendrá la capacidad de conmover, ni de emocionar, ni de conectar con un público que vive unas muy especiales condiciones de vida, condiciones que no podrán ser recogidas ni resueltas por esa poesía ahistórica”.

Javier Egea expresa su manifiesto en sílabas contadas”, un soneto que recrea la definición de la poesía de Juan Ramón Jiménez“vino primero pura…”, con un tono paródico y actual, con la belleza y la fascinación suyas y una definición rotunda: “poesía, pequeño pueblo en armas, contra la soledad”.

Reedita El Envés Editoras aquella antología con nombres que no figuraron en la primera: “Otra antología fue posible…”, donde se incluyen poemas de otros miembros destacados del grupo: Teresa Gómez, Antonio Jiménez Millán, Inmaculada Mengíbar, Ángeles Mora y Benjamín Prado.

De la juventud de aquellos pioneros de La otra sentimentalidad da muestras la brevedad, por entonces, de su obra. Apenas tres o cuatro libros y algunos poemas de libros en preparación. Álvaro Salvador, Luis García Montero y los poetas ahora incluidos han dejado una obra amplia e imprescindible, de aquellos años, de aquella poesía, de aquel fervor. De Javier Egea, como dice Manrique,“dejónos harto consuelo su memoria” y su obra.

Felicidades a poetas y editoras por recuperar y actualizar un documento necesario para saber de dónde venimos poéticamente hablando.

Firma invitada: Tomás Hernández es poeta.

La otra sentimentalidad (El Envés, 2023) | VV. AA. | 176 págs. | 18,00€

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