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La escritura refinada de Stefan Zweig

Portada_Miedo_ZweigJOAQUÍN BLANES | Me temo que no vamos a descubrir nada nuevo en esta reseña, así que no busquen originalidad ni innovación, se trata de constatar la delicadeza y finura de un autor como Stefan Zweig, uno de los intelectuales imprescindibles para comprender esta vieja Europa en la que vivimos. La obra magna de Zweig es, seguramente, El mundo de ayer. Memorias de un europeo (Acantilado), un ensayo indispensable para comprender la época en la que Europa inició su desintegración física y moral tras el estallido de la I Guerra Mundial, explotando en astillas patrióticas y nacionalistas, y generando rencores irreconciliables que llevarían a repetir el mismo despropósito dos décadas más tarde. Si no lo han leído todavía, es una recomendación imperecedera.

La obra de Stefan Zweig es tan prolífica como su erudición y resulta abrumadora para mentes sencillas como la mía. Abrumadora y admirable, desde luego. La editorial Acantilado tiene en este autor a su buque insignia, su filón, su canonjía y su pilar editorial. Desde hace unos años viene publicando toda la obra de Zweig, que no es poca, desde ensayos a novelas y nouvelles. Hasta el momento han publicado 35 libros, con ese tacto agradecido que tiene la editorial en todo lo que publica. La nouvelle más conocida del autor es Carta de una desconocida, posiblemente porque tuvo una muy celebrada adaptación cinematográfica de manos de Max Ophüls en 1948. El estilo de Ophüls transformó lo que podía ser un folletín en una delicada pieza artística, con la elegancia visual característica del director alemán y una sólida creación de personajes. Es más, cambió al protagonista original y pasó de ser un libertino escritor a un pianista seductor, parece que el oficio de músico se presta más a estas lides, cuánto mal ha hecho La bohème. En cualquier caso, si sienten debilidad por las adaptaciones al cine, les diré que existe también una curiosa adaptación del chino Xu Jinglei, dirigida en 2004, que no desmerece en absoluto su visionado, si obviamos, claro está, la maestría de Ophüls.

En esta misma línea, de mujer atormentada por las circunstancias que produce la vida burguesa, se desarrolla Miedo, con la diferencia de que si en Carta de una desconocida la historia gira sobre el amor incondicional y callado de una mujer hacia un tipo despreocupado, vividor y mujeriego; en la historia que nos ocupa, la protagonista vive angustiada por el miedo que le genera un capricho carnal con un joven bohemio—¿adivinan a qué se dedica el joven? Efectivamente, es pianista—. “Al bajar por la escalera de la casa de vecindad donde vivía su amante, doña Irene volvió a sentir cómo se apoderaba de ella, en un instante, aquel absurdo miedo”. Así comienza la nouvelle y así de angustiada continúa la señora hasta el final, con un par de giros en la historia que le añaden dramatismo y cierto aire noir al desasosiego de la desdichada protagonista. No deja de ser un retrato crítico de la vida burguesa, así que sabrán perdonar mi inclinación a la cinematografía—es defecto de fábrica—, pero esta historia, con otro tono, más dinámico y divertido, pero con la misma base argumental y el mismo desarrollo narrativo la pueden encontrar en la entretenida comedia Lo que piensan las mujeres (1941), horrenda traducción para el título original That Uncertain Feeling, lean primero la obra de Zweig y sientan la tensión y el agobio de doña Irene y luego disfruten de la película de Ernst Lubitsch, encontrarán algunas similitudes—probablemente en ese aburrimiento burgués del que todo lo tiene—, aunque sean obras verdaderamente distintas.

En Miedo, Zweig indaga en el vértigo burgués, en esas acciones que se acometen descuidadamente y sin pensar más allá del instante placentero, pero que implican una avalancha de acontecimientos que llevan al personaje a verse despojado, en esta ocasión despojada, de todo lo que tiene, no solo lo material, que es la pérdida menos dolorosa que puede sufrir el espíritu humano, sino de todo lo conquistado espiritualmente, por una vaporosa aventura con un músico bohemio. Aunque parezca una novelita sencilla, Zweig la dota de algunos vuelcos inesperados que ayudan al espíritu curioso del lector y crea una obra alejada del simplismo o de un realismo social. Zweig es autor refinado, de una prosa ágil y nada descuidada, tiene una escritura fluida y exquisita, es un orfebre del pensamiento y llega a la maestría de otros autores que trabajan con destreza la novela psicológica como los rusos Dostoyevski o Tolstói.

En esta ocasión, el miedo que siente doña Irene, versa en torno al sentimiento de culpa, pues nada más salir del apartamento de su amante, es consciente de su acto y siente la flaqueza de espíritu, el pánico se adueña de su ánimo y su pensamiento, y piensa que alguien la reconocerá bajando las escaleras, o que alguien la llamará nada más salir a la calle y enfile la primera curva, o que alguien le sigue los pasos para descubrir su secreto, o que alguien, de repente, la detiene bruscamente y dice ser la novia del joven músico y comienza a hacerle chantaje. Entonces, la historia se complica y crece, como una bola de nieve, y entra en juego la dicotomía moral: admitir el pecado o ceder al chantaje; y ahí es donde yo me detengo y ustedes tienen a bien abrir el libro y continuar leyendo.

Miedo (Acantilado, 2018), de Stefan Zweig | 144 páginas | 12 euros |  Traducción de Roberto Bravo de la Varga

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