2

La hoja roja

EDUARDO CRUZ ACILLONA | La hoja roja, los fumadores de cierta edad lo recordarán, aparecía en los libritos de papel de fumar para advertir de que este se estaba acabando. Tomándolo como metáfora del paso del tiempo y del final de los días de una persona, Miguel Delibes publicó en 1959 una novela con el mismo título que, sin ser la mejor de su larga trayectoria, contiene la misma emoción y la misma intensidad de otras obras suyas como Cinco horas con Mario o Señora de rojo sobre fondo gris, las tres llevadas posteriormente al teatro con un más que notable éxito.

En dicha novela, Delibes narra la historia de Eloy, un hombre de setenta años recién jubilado que mira a su alrededor y sólo escucha el ruido ensordecedor de la soledad. Su vida social se resume en charlar con su amigo Isaías cuando salen de paseo y con Desi, su joven asistenta del hogar. La soledad y el cada vez más cercano atisbo de la muerte recorren todas y cada una de las páginas de la novela como una niebla densa que se va expandiendo por el paisaje y por el alma del protagonista.

Sesenta y pocos años más tarde, la hoja roja se ha transformado en un río de cenizas. Ya no es Miguel Delibes quien lo contempla, sino Rafael Reig, presentándonos a otro hombre, también de setenta años que, tras sufrir un ictus, se va a pasar el resto de su vida a una residencia. Allí convivirá con otros internos, huirá de ellos en cuanto tenga ocasión, vivirá los peores momentos de una pandemia que tiene a todo el país encerrado en sus casas y, sobre todo, ajustará cuentas con su pasado, ese fantasma que le viene pisando los talones desde hace demasiado tiempo y con el que no siempre ha tenido una relación afable y cordial, escribiendo una suerte de diario a modo de compilación entre sus memorias y sus amnesias.

Desde las primeras páginas de El río de cenizas, nos encontramos al Rafael Reig que ya conocemos de otras novelas, ese autor sarcástico y mordaz incapaz de no dar puntada sin hilo, que pone en boca de su personaje protagonista frases que estoy convencido de que él ya ha pronunciado con anterioridad en su pequeño paraíso de Cercedilla, el municipio de la Comunidad de Madrid en la sierra de Guadarrama donde vive. Así, ya en el comienzo, asevera: “Al fin y al cabo, la vejez no es más que una astracanada”. Sin embargo, la asume con cierta deportividad y va más lejos aún, llegando a desconfiar “de cualquier adulto de más de cincuenta que no tenga barriga: está ocultando algo”.

Poco a poco, la reflexión se torna más profunda, más seria, más consciente y pegada a la realidad del protagonista y, por defecto, del propio autor:

“…y por eso pienso que escribo para recordar, buscando debajo de los hechos los hilos invisibles que nos sujetan a unos con otros, como un motivo que reaparece en una sinfonía y es el esqueleto oculto que la mantiene en pie. Hilos de oro o telas de araña que nos atraviesan y unen el pasado, el presente y el futuro”.

Quien quiera encontrarse en esta novela con el Rafael Reig que ya conoce de obras anteriores, lo encontrará, sin duda. Por las páginas de este río de cenizas transitan sus partidas de ajedrez, sus conversaciones con los amigos, su afición a los buenos caldos a cualquier hora del día, su humor fino, elegante y muy bien trabajado, así como esas referencias literarias pasadas por el filtro despiadado de la crítica exacerbada, histriónica pero certera que tantas satisfacciones nos dio a quienes hemos leído los dos volúmenes de su Manual de literatura para caníbales.

Además, aquí podrá encontrar a un autor que rezuma sensibilidad, emoción, ternura, madurez, reflexión sin tapujos ni cortapisas, un autor que escribe a mano y a corazón abierto, un autor capaz de poner en boca de su personaje, dirigiéndose por escrito a su hijo, algo tan bello y sincero como esto:

“Hijo, no tengo ningún consejo que darte. Haz lo que puedas. O quizá, sí, sólo uno: vive despacio. No tengas prisa. Cuanto más lentamente vivas, más profunda será tu vida. Lee a los clásicos, pasea por el monte, pierde el tiempo con tu hijo, escribe a mano, cocina con fuego; son cosas que reducen la velocidad y aumentan el placer de vivir”.

Hasta el mismísimo Miguel Delibes lo firmaría convencido.

Mi consejo no es tan profundo. Tan sólo les recomiendo que lean el libro, despacio, como si el hombre de setenta años les estuviera hablando a ustedes. Les puedo asegurar que esta novela también aumenta el placer de vivir.

El río de cenizas (Tusquets, 2022) | Rafael Reig | 256 páginas | 18€

admin

2 comentarios

  1. Hace mucho que leí «La hoja roja». Muy bueno, como todo lo que he leído de Delibes. También recuerdo con agrado el primero (desconocía que había un segundo) de «Manual de Literatura…». Así que gracias por esta buena reseña. Apuntado queda.

Responder a Toni Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *