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La insoportable levedad del verano

Venganza en Sevilla

Matilde Asensi

Planeta, 2010

ISBN: 978-84-08-08835-6

300 páginas

21 €

Rafael Roblas Caride

Entre tanta reseña de calidad y tanta crítica erudita, miedo me da comenzar esta entrada de Estado Crítico confesando mi gusto por esas novelas leves, de trama sencilla y estilo llano, con que me divierto durante determinadas épocas del año en las que las meninges se derriten por efecto de las calores. Sí, amigos, sin pudor alguno me confieso ávido –y entusiasta- lector de esas denostadas obras que, con vocación de best sellers, invaden los expositores de los grandes centros comerciales. Y, es más, aunque sea tirar piedras sobre el precario tejado de mi reputación crítica, alguna que otra vez descubro en ellos valores literarios considerables. Resoplo y tomo aire. Ahora sí, entonado este mea culpa, puedo ya iniciar sin más dilación el comentario de esta Venganza en Sevilla que, a la sazón no es más que una nueva entrega de las aventuras de Martín Nevares, ese personaje parido por la imaginación de la escritora Matilde Asensi que comenzara sus andanzas en Tierra firme (Planeta, 2007).

Sin disimulo pues, tras el primer párrafo de esta reseña, el paciente lector puede inferir que la presente obra de Asensi no tiene otra pretensión que hacer pasar un agradable rato, transportando a su receptor durante algunas horas al siglo XVII, presentándole personajes prototípicos de la época, paseándolo por algunos de los lugares más emblemáticos del orbe barroco –Sevilla no puede faltar como emporio indiano- y sumergiéndolo en una trama sencilla -y a la vez falsamente intrincada-, donde la intriga, la pasión y la venganza anticipan el desenlace desde el comienzo del relato.

A saber. El pirata Martín Nevares Ojo de Plata -protagonista multifacético que muta a su antojo en la ilustre señora doña Catalina Solís- vuelve a las andanzas aventureras al enterarse que su familia ha sido afrentada por la Corona española y que su padre adoptivo ha sido apresado y trasladado a la Cárcel Real de Sevilla. Tras el anuncio de este desastre, otra noticia no menos desasosegante le atormenta: sobre este apresamiento actúa la sombra de la familia Curvo, viejos enemigos que deben toda su fortuna al asedio y al robo de materias preciosas provenientes de las Indias.

Este capítulo introductorio es el pretexto de las posteriores peripecias de un Martín Nevares que recupera el botín de aventuras anteriores, que fleta un barco propio y que viaja desde ultramar a la gran metrópoli –a Sevilla-, resuelto a liberar a su padre del presidio, pero que sin remedio se topa con la muerte de éste sobre un jergón de la Cárcel Real. A partir de aquí, el guión previsto, la sed de venganza contra los culpables y el consabido juramento: los cuatro hermanos Curvos pueden temblar.

No tengo ningún ánimo de destripar el final a los pacientes lectores de esta reseña. No sufráis que me callaré que el asesino es el mayordomo. Sin embargo, no hay que ser demasiado ingenioso para imaginar un desenlace donde el engaño basado en la doble personalidad del protagonista –los Curvo conocen a Martín, pero a Catalina no- juega una baza a favor del héroe.

En cuanto al estilo, Venganza en Sevilla está escrito en una esperable prosa, con abundancia de diálogos y carente de todo virtuosismo superfluo. Son las reglas del juego en un género que cada vez se está fundiendo más con el concepto de la narración cinematográfica. Lejos quedaron las piruetas malabares descriptivas de un Galdós o un Baroja, de un Verne o un Salgari. Como suele suceder en otras obras contemporáneas de este pelaje, Matilde Asensi destaca en la recreación de una época que se advierte que ha trabajado a fondo. Encomiable es la descripción minuciosa de la Cárcel Real, por poner un sólo ejemplo, y es justo resaltar que su labor como documentalista sólo es comparable a la de aquellos historiadores que rastrean al detalle la intrahistoria de las diferentes épocas de la humanidad para asegurarse el éxito de una investigación definitiva.

Sin embargo, no tanto agradecimiento encontrará el lector en el tratamiento dado por la autora a los personajes secundarios –y aún protagonistas- del libro. Planos, esteoreotipados, previsibles, de una dureza psicológica casi infantil, pese a la pretendida brillantez de los guiños dedicados a obras clásicas de la literatura española: episodios picarescos, duelos de capa y espada, envenenamientos y retorcimientos argumentales muy del gusto barroco…

También quedan en claroscuro distintos aspectos que escocerán al lector más quisquilloso y exigente: ¿Es creíble que nadie –ni los más allegados- reconozcan a Catalina caracterizada de Martín y viceversa? ¿Resulta verosímil suponer en una mujer como Catalina la fortaleza física necesaria para llevar a buen término una misión tan exigente? ¿No le cuesta demasiado al lector creerse que una desconocida indiana se integre y sea aceptada sin despertar apenas sospechas en la rígida aristocracia sevillana del XVII? ¿No sobrepasa la curandera Damiana las cotas de lo posible en sus cuasi mágicas intervenciones? Exageraciones o licencias del escritor. Sea como sea, sólo es dado al lector poner sus límites y, por lo que se ve en el número de ventas, éstas reflejan una tolerancia tremenda por parte de aquéllos.

Visto para sentencia. El libro se deja leer aunque no sea deslumbrante. Como buena saga de propósito comercial, quedan sueltos aquí y allá hilos que hay que retomar de la anterior entrega, la citada Tierra firme, pero que son fácilmente soslayables con una pequeña dosis de interés por parte del lector. Igualmente se percibe, cómo no, otros hilachos que conducen a la tercera entrega. Inevitable. Y surge la gran pregunta: ¿el libro es bueno o es malo? Depende de para quien. Para Matilde Asensi seguro que bueno. Sus abundantes ingresos así lo atestiguan. Para la literatura con mayúsculas no estoy tan seguro. Lo que sí resulta meridianamente claro es que para pasar una tarde de verano sin mayores pretensiones que las de rememorar el mundo perdido de los mitos de la aventura de todos los tiempos, Venganza en Sevilla es el sucedáneo ideal de aquellos sueños de nuestra primera adolescencia que ya tienen aborrecidos de puro manoseo los grandes obras de Defoe, Stevenson o London. Para algo más, ni fu ni fa, sino todo lo contrario.

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