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La poesía del asfalto

ALEJANDRO LUQUE | Quizá sea cierto eso de que estamos condenados a girar en torno a un puñado de temas, a resignarnos a ensayar variaciones de las historias que otros contaron. Pero no es menos cierto que hay películas que nunca nos cansamos de ver, canciones que nos estremecen como la primera vez, y viajes que podríamos repetir eternamente. El del viejo Odiseo, aquel personaje al que Homero alumbró e hizo inmortal, es el viaje por excelencia.

Podemos volver a hacerlo tal cual nos lo contó el maestro ciego o en la versión de dibujos animados futuristas que acompañó nuestra infancia. O podemos seguir recreándola a nuestro modo, porque lo bueno de las historias eternas es que no se agotan jamás. Guillermo Busutil, maltés de origen, granadino trasplantado en Málaga, bebe a manos llenas del acervo mediterráneo, y el clásico que nos ocupa no podía pasarle desapercibido. En este librito, casi un cuaderno en extensión pero con literatura muy concentrada, escribe su propia Odisea por las carreteras andaluzas.

Una suerte de ensoñación que atraviesa topónimos familiares, Nerja, Torre del Mar, Rincón de la Victoria, Málaga, Torremolinos, Benalmádena, Punta de Calaburras, Marbella… Cada una ocupa la misma extensión, una sola página, como si todos los lugares se hubieran puesto de acuerdo para imponer una medida única, una respiración al texto y una disciplina al autor. Y lo que a priori asemeja un cuaderno de viaje convencional, se va poblando de polifemos, eolos, minotauros, nausicaas, penélopes, y patroclos, todos ellos obligados a convivir con la música de Lou Reed y Bob Dylan y de Nana Mouskouri, con la evocación de los grandes cantores del camino y la aventura, Stevenson, Hemingway, Conrad o Chatwin

El verdadero viaje, ya lo he escrito alguna vez, no es el que nos permite atravesar un lugar, sino el que hace que el lugar nos atraviese, a veces incluso que se instale dentro de nosotros. Por eso la odisea de Busutil es lo contrario de la travesía turística: como Ulises, encuentra todo a su paso, lo sublime y lo espantoso, la carne y el espíritu, lo divino y lo humano.

Homero contó las andanzas del héroe en verso. Busutil emplea la prosa, pero no cabe duda de que el poeta escondido que lo habita ha dictado buena parte de estas líneas, como se desliza a menudo en cualquiera de sus artículos o reseñas literarias. Es un modo de libertad, como abrir la ventanilla durante la ruta y dejar que entre el aire en la cabina del automóvil, pero también de llenar ese mismo espacio de música, de esa sustancia que nos acaricia antes incluso de decir, de comunicar.

Y no podemos olvidar las espléndidas fotos de Pepa Balbot, a quien conozco desde hace años, pero que -al menos conmigo- se tenía bien guardado el secreto de ese arte. Son cada una, en sí mismas, poemas visuales, poblados de ironía, de melancolía, de alma. El cementerio de coches es su estudio, y en él explora líneas y curvas, texturas, formas, pero sobre todo sensibilidades. Quiere escuchar a los objetos inertes, conocer la historia que atesoran. Y dialogan de maravilla con la prosa lírica de Busutil, como dos piezas que encajan a la perfección.

Son apenas 35 páginas de una tirada pequeña por cortesía de La vie en rose de Jákara Editores, colección en la que ya han publicado otros sospechosos habituales de la cultura malagueña como Jiménez Millán, Jesús Aguado, José Infante o Cilleruelo. Bueno, yo me hice con uno, busquen el suyo, que aún quedan. Recomiendo dejarse llevar, perderse cuanto sea necesario, con la confianza de que, cuando menos lo esperemos, acudirá a nuestro olfato las sales de Itaca, quiero decir, de Conil.

Odisea N-340 (Jákara Editores, 2022) | Guillermo Busutil |36 páginas | 9,27 €

admin

Un comentario

  1. Magnífica crítica de alguien que conoce bien a Busutil y su obra. Perspicaz, sensible, poeta en su delirante prosa sin pausas. Cultivador incansable de la cultura, pese a quien pese.

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