EDUARDO CRUZ ACILLONA | Regresa Benjamín Prado a su casa poética, que es Visor, y lo hace con el estilo al que nos tiene acostumbrado, hablándole como a un colega a las metáforas y ejerciendo de notario de una realidad que también existe en los márgenes de los espejos.
Así, Paradero desconocido se abre con una primera parte titulada “Estado de alarma”, que nos remite inexorablemente a un tiempo en que maquillábamos el miedo con mascarillas y la incertidumbre con aplausos. Por si acaso, arranca el poeta con una excusatio non petita que comienza con un ruego (“Lo que voy a decirte que quede entre tú y yo: / no quiero que lo escuche este poema”) y termina con una advertencia (“No lo olvides, un libro es un espejo mágico: / si te miras en él, / ya no podrás salir”), que nos recuerda a aquel “No entre aquí quien no sepa geometría” que coronaba el frontispicio de la Academia de Platón y, en época más reciente y cercana afectivamente, la entrada a las cuevas de Sésamo, en el Barrio de las Letras de Madrid.
Se une aquí la angustia por el paso del tiempo (“Vieja gloria”) con la lucha contra la enfermedad y el destino (“El año de Almudena”, “Alzheimer”, etc…), y todo sin claudicar ni bajar los brazos y la mirada, agarrando a la esperanza por las solapas y haciendo de lo inexorable un elegante traje a medida. Así, en el poema de lacónico título “La vida se me va”, llega el brillo emergente del último verso: “La vida se me va, pero aún la persigo”. Un mensaje que vuelve a impregnar de optimismo poemas como “Una puerta violeta para Dylan” (atentos a este himno que podría emparentarse con las “Palabras para Julia” de Goytisolo) o el que cierra el capítulo, “País”.
“En la vida real”, segundo apartado del poemario, transita el autor por el amor cotidiano, no el de las grandes metáforas, sino el de andar por casa, el que ve la belleza en las secuelas de una operación de cesárea y el que torna en inevitable desamor: “(…) gente que hoy lo es todo para ti va a olvidarte / lo mismo que se olvidan el Griego y el Latín”. Los poemas se convierten en los restos de espejos rotos que un día reflejaron la felicidad a dos voces o comparten una imagen que no es la habitual: “A veces peleamos, / y de pronto / no somos ni nosotros ni tú ni yo”. Benjamín Prado nos contagia de ese amor con minúscula, que es el verdaderamente universal, el que buscamos con el anhelo de los coleccionistas y el que celebramos como un regalo inesperado: “Dar contigo fue inventar el fuego, / ver un barco acercarse a la isla desierta, / encontrar unas ánforas griegas en el jardín”. Porque en la vida real “se muere en el intento; / quien se enfrenta a sí mismo lleva las de perder; / todos los cuartos son una sala de espera; / todo lo que respira tiene principio y fin”.
“Taller literario” cierra el libro con poemas que no pretenden dar un curso acelerado de poesía al futuro poeta, sino que se dirigen expresamente al lector, a su lector, que quizás aspire a ser poeta, por qué no, pero que antes debe cursar la interminable carrera de devorador de letras: “Mejor infórmate con el presente / y estate en lo que estás; / el resto es humo / y si lo piensas bien, / la gloria tiene sus inconvenientes: / para ser inmortal hace falta estar muerto. / La eternidad, si existe, serán los dos minutos / que has tardado en leer este poema”. O salpica de verdades el engañoso oficio de escribir: “Lee este poema si quieres aprender / a escuchar lo que piensan las estatuas. / Cuando el poeta escribe / es igual que cuando habla el mentiroso: / todos creen la historia menos quien la ha contado”. Y termina resumiendo y condensando todo lo que sabe sobre el poema: “El poema quiere saber quién eres / y contarte tu historia. / El poema es la casa donde acudes / a preguntar por ti, / la paloma que vuelve al sombrero del mago, / la tinta que respira”.
En definitiva, Paradero desconocido es una exquisita selección de versos que le hablan de tú al poema, como ya viene haciendo Benjamín Prado desde aquel afortunado El corazón azul del alumbrado. Con más perspectiva ahora, con más vuelo, con más tinta en las alas y con más alas en el sombrero. Poemas de andar por casa, como decíamos antes, siempre que la casa tenga anhelos de palacio. Poemas de ida y vuelta, como un boomerang de sentimientos encontrados. Poemas en zapatillas que pisan las alfombras rojas de la verdad desvelada. Poemas de hoy para un futuro que ya se avecina. Poemas que no arreglan el mundo, pero justifican tu existencia.
Paradero desconocido (Visor, 2023) | Benjamín Prado | 116 págs. | 22€