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La voz

JORGE ANDREU | Cualquiera que lea el título de esta reseña podría pensar que la novela de la que voy a hablar trata sobre Frank Sinatra. Pero no: existe una voz prodigiosa, desconocida pero también real, que es la de Ernesto Gil Sánchez, un artista que nunca tuvo el reconocimiento que merecía. El actor con esa voz especial es el referente que toma Luis Landero para hacerlo protagonista de su última novela, que empieza con una de esas frases cervantinas que lo dicen todo en el primer minuto de lectura: «Ernesto Gil Pérez (Tito para más señas o, como mucho, Tito Gil) entró en el bar del restaurante Pino al anochecer de un domingo de enero, unos dos meses antes de la llegada o, más bien, de la aparición de Paula, y estas dos figuras, y los hechos que ocurrieron en ese tiempo, son la materia principal de esta historia» (pág. 11).

Se da aquí el fenómeno de un protagonista masculino, con el nombre transformado para evitar confundir la historia con una biografía, y una coprotagonista femenina, que llega o «aparece» −palabra que contiene uno de los puntos culminantes de la trama−, además de la localización espaciotemporal exacta desde donde se va a poner el foco narrativo. Y a partir de aquí, la historia fluye como un cuento para niños, narrado por los ancianos del pueblo que fueron testigo de lo que ocurrió, con un lenguaje oral y espontáneo que mantiene el pulso a lo largo de toda la novela.

La última función (2024) de Luis Landero supone de alguna manera su regreso a los orígenes. A los de su literatura y a los de un pueblo en la sierra pobre de la periferia de Madrid que está a punto de extinguirse porque se han perdido las tradiciones y los habitantes parten en una forma de éxodo a la gran ciudad para labrarse un futuro. Apenas quedan los ancianos del lugar, que han visto caerse todas las tradiciones y se reúnen en un bar para comentar el día a día. Ellos son los «rememoradores» de la historia, porque viven de recuerdos añorando el pasado y con vértigo ante la inminente desaparición de una comunidad. La llegada de Tito Gil, al que reconocen sólo por su voz, supone un esperanzador acontecimiento que puede traer mucha felicidad al pueblo.

Tito es un personaje enamorado del arte y los artistas, que tuvo sus momentos de gloria gracias a su ingenio para crear obras de teatro que luego representaba con la ayuda de otros dos colegas. Se siente feliz por saberse artista, como el empeño de don Quijote por buscar justicia aunque nunca la consiga. Y no es irrelevante esta alusión al texto cervantino porque el proyecto que va a emprender Tito Gil en el pueblo tiene mucho de búsqueda de justicia en tanto que pretende representar una obra de teatro que suponga la reescritura de una tradición: «El Milagro y la Salvación de la Santa Niña Rosalba», que simboliza una lucha entre el bien y el mal, entre el demonio y la humanidad. El problema es que su obra abarcará un gran elenco de actores que son habitantes del pueblo y tendrán al menos una frase, unos segundos en la actuación, por gentileza del autor para hacerlos gozar de un mínimo de felicidad ante el pesimismo imperante por la extinción de la comunidad.

Aparece en este punto el personaje femenino de Paula, que junto a Tito, representan una vuelta del autor al tema del afán que impregnó sus primeras novelas. Si Gregorio Olías y Gil crearon un personaje ficticio para sentirse grandes intelectuales en Juegos de la edad tardía (1989) o Matías Moro salió de su vida apacible para convertirse en jefe de una empresa fingida en El mágico aprendiz (1999), así como otros personajes que han pretendido más de lo que podían (recordemos al protagonista de Una historia ridícula, 2022), Paula es una mujer cuya juventud llena de ilusiones acabó en un matrimonio rutinario y tóxico que la ha llevado a ser una desdichada con sus ilusiones bajo tierra. Ambos protagonistas comparten ese gran proyecto de vida que es hacer felices a todos los demás.

Y la apoteosis llega con la representación de una obra de teatro total, una actualización de la tradición a los tiempos modernos que proyecta un hálito de esperanza para el pueblo. Porque el teatro, el verdadero tema de fondo que articula toda la trama de la novela, es una manera de salvar los fracasos y sentirse exitosos durante la representación de una ficción.

Después de haber recibido el Premio Nacional de las Letras Españolas en 2022, esta nueva novela de Luis Landero supone un sentido homenaje al teatro y a un amigo. Y lejos de ser sentimentalmente azucarado, nos presenta una obra hilvanada con la naturalidad del ejercicio oral, con la transparencia y la calidad de página que lo caracteriza.

La última función (Tusquets Editores, 2024) | Luis Landero | 220 páginas | 20,50 euros

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