ILYA U. TOPPER | ¿Ya saben el que dice: Va Abraham y le dice a su mujer: Sara, mira que eso de no tener hijos me está dando ya un mal rollo…? Y le dice ella: Pues hala, vete a follar a la criada, si tanto te importa, a ver si la preñas. Y dice Abraham, ah pues guay. Pero luego, cuando la criada, Agar le dicen, tiene el crío, a la Sara le entran los celos negros y por pura venganza se queda preñada también y echa a Agar, crío incluido, al desierto. Y por eso hoy los musulmanes ponen bombas en París.
Si es un chiste, es un chiste malo, desde luego. Pero es únicamente el resumen somero de la segunda parte del libro Islam y modernidad, de Slavoj Žižek. Exagero un poco, porque en ese ensayo, Žižek no llega a postular un vínculo entre la leyenda bíblica-coránica de Abraham, Sara y Agar y los atentados suicidas: es filósofo, pero no gilipollas.
Sin embargo, la breve introducción del libro (“Ahora, cuando todos nos encontramos en estado de shock tras la matanza en las oficinas de Charlie Hebdo, es el momento justo de reunir el coraje de pensar.”) nos sugiere, nos crea la expectativa de que será eso de lo que va a hablar. De que esas Reflexiones blasfemas nos darán una guía de por qué el islam se ha convertido en el siglo XXI en una religión de la violencia (o por qué lo parece). Y cuál debe ser nuestra reacción, una vez que seamos conscientes del peligro que supone convertir las muestras de repulsa del atentado en un apoyo a un futuro Estado policial.
Efectivamente, la primera parte –»El islam como modo de vida»– habla precisamente de esto. Y aunque hay que tener cuidado con Žižek cuando se mete en temas de políticas de las sociedades islámicas –no es el campo en el que más experiencia tiene y le es fácil caer en lugares comunes– justo es reconocer que en estas primeras 33 páginas lanza unas cuantas ideas no sólo originales, como cabe esperar de él, sino además extremamente acertadas.
Fustiga el error de buscar “motivos históricos” y preferentemente “colonialistas” para explicar y hasta cierto punto justificar la brutal violencia que los yihadistas ejercen contra la sociedad (europea o cualquier otra): cierto, y no se puede repetir suficientes veces. Demasiado hemos visto esta actitud en lo que Žižek llama “falsa izquierda”, ese sector que tacha de “islamofobia” toda crítica al islam o al islamismo. Error también decir “Es mera violencia; el terrorismo no tiene religión”. Porque sí tiene. No querer entenderlo no resuelve nada.
Y finalmente error ese hábito de aceptar la narrativa yihadista y dar por hecho que son fundamentalistas que quieren vivir el islam original, histórico, puro. O lo que toman por tal. Un fundamentalista de verdad, dice Žižek, cargado de razón, y poniendo de ejemplo a los amish cristianos (y cabe añadir: los haredim judíos), se retira a su gueto, feliz en la convicción de que posee la verdad divina. Lamentará que los demás no se enteren, pero confiará en que Dios hará justicia. No tendrá necesidad de adelantarse a los designios divinos y destruir con su propia mano a los infieles.
Eso, destruir a los demás, sólo lo hace alguien que en el fondo sabe que no tiene razón, que a la mínima, él mismo y todos sus compañeros se pasarán con armas y bagajes al otro bando, y que la única posibilidad para mantener la comunidad pura es aniquilar toda alternativa. En el yihadismo moderno, sólo se puede ser musulmán fiel si ha dejado de existir cualquier otra opción. (Mil detalles que Žižek probablemente desconozca cimentan esta visión, que aquí lanza, expone y ventila en certero folio y medio: en Marruecos se le condena a quien se declare públicamente ateo por el artículo que prohíbe “sacudir la fe de los musulmanes”. Demostrar que se «puede» ser de otra manera es un enorme peligro para “los musulmanes”, porque carecen –o eso cree el legislador– de una convicción profunda).
Acertada también la conclusión de que los yihadistas del Daesh no son un caso de un retorno a conceptos antiguos, sino uno de “modernización pervertida”. Y admirable cómo en una frase, Žižek desmonta parrafadas de Sayyed Qutb, el padre del islamismo moderno, sobre cómo el sometimiento a Dios elimina todo otro amo y señor y por lo tanto, lleva a la igualdad de todas las razas, clases y civilizaciones. Pero no de los sexos ¿verdad? ‘riposta’ Žižek.
Algo menos lógica, su confrontación del ideario de Qutb y el yihadista, cuando el segundo se deriva linealmente del primero, como ideología social. Innecesaria, también, su reflexión extensa de cómo la seducción es el medio habitual de imponer una mercancía, una idea, un partido en nuestras democracias capitalistas, mientras que estaría “peor considerada” en el islam. Falso: la seducción del otro, cristiano, judío o agnóstico, con argumentos intelectuales para incitarle a la conversión es la mayor obra pía que cualquier musulmán puede acometer. Lo único que está mal considerada es la seducción por parte de la mujer; extender este tabú sexista a todo un concepto filosófico (publicidad mercantil, campaña electoral, libertad individual) yerra el tiro.
Eso sí, de casilla en casilla, Žižek llega al sexismo de la ortodoxia islámica y allí vuelve a tener toda la razón: efectivamente, esa ortodoxia considera a la mujer siempre culpable de cualquier acto sexual pecaminoso, porque por su mera presencia, existencia, incita al hombre al que se le considera, de entrada, no moralmente responsable de sus actos. Podría haber añadido que esta postura deriva directamente del Génesis y su interpretación cristiana: Eva se dejó seducir por la serpiente (¡ella tiene la culpa!) y Eva sedujo a Adán (¡ella tiene la culpa!).
Y nos deja con la pregunta, igualmente acertada (y no nos da una respuesta, advierto), que quizás sea la conclusión de estas reflexiones blasfemas: ¿Cómo organizar la convivencia en una sociedad en la que la libertad individual es un valor supremo, pero en la que un sector determinado (“los musulmanes”, dice Žižek, en referencia a los islamistas modernos formados, formateados, diría yo, por la misión wahabí) exige la libertad de elegir un modo de vida sin libertades individuales? El problema aquí no es el adulto que lo elige, tras madura reflexión, sino la comunidad que exige imponer esa falta de libertades en su seno a los hijos que educa. Volvemos al principio: la idea de que pueda haber alternativas es intolerable.
Con tantos aciertos, ¿a qué viene el título tan demoledor de esta reseña? se preguntarán ustedes. Viene a que Žižek ha cometido el error de agregar a estas 33 páginas otras 35 («Un vistazo a los archivos del islam») en las que traza una línea de Abel y Caín a Abraham, Sara, Agar, sus hijos Ismael (padre de los musulmanes) e Isaac (padre de los cristianos) hasta Mahoma, su mujer Jadiya y Freud, y deriva de ahí una serie de reflexiones que cabe calificar de masturbaciones teológicas, pero que no tienen relación alguna con la cuestión de por qué unos tipos con kalashnikov irrumpen en 2015 en la redacción de Charlie Hebdo. (A no ser que se trate de una mordaz parodia contra los «expertos» que intenta explicar el islamismo moderno con la historia del islam y los desvaríos maritales de Mahoma, ejercicio ya habitual en la prensa).
Por supuesto he elegido este título provocador para que ustedes se lean la reseña. Y para que, así, se convenzan de hacerse con el libro (aunque salga a 36 céntimos por página válida). De provocar y de contar chistes bíblicos sabe Žižek un rato, y no voy a ser menos. Si me lee, espero que se lo tome con filosofía.
Islam y modernidad. Reflexiones blasfemas (Herder, 2015), de Slavoj Žižek | 81 páginas | 11,80 € | Traducción de María Tabuyo y Agustín López
Qué puta vergüenza (perdón) de precio. Sale casi a 7 pavos/página. No me extraña que la gente se baje todo. Por cierto, el esloveno, es un bluff de tomo y lomo.
Genial, Ilya U. Topper, as usual.
Confieso que sí, que el título de la reseña me ha incitado y que el chiste de Abraham es un maravilloso antídoto contra ciertas verdades de dogma y visiones reduccionistas que hoy se emiten cual polución diaria del ambiente.
Por cierto, el islamismo no ha necesitado colonialismo para ponerle una cara feroz a la yihad ‘externa’. No hay más repasar la azarosa vida de los primeros califas o enterarse de que nuestro gran invasor, el moro Muza (el de Siria, no el beréber) acabó acusado, denigrado y finalmente asesinadito en una mezquita de Damasco.
Pues sí, don Ignacio, eso precisamente lo dice Zizek y yo me adhiero: no hay que buscar la culpa en el colonialismo.
Respecto al cálculo de don Gonzalo me quedo algo patidifuso, parece que desde que aprendí la expresión «veinte pavos», esta unidad monetaria ha cambiado de valor. Claro, el euro y tal. Pero aún así, ¿cuál moneda corresponde hoy al valor de 2 céntimos / € ? Porque si calculamos las 81 páginas en total, el valor por página es 14 céntimos de euro. Yo sólo calculé las 33 que me interesan y me sale a 36. Claro, es para decirle a Zizek: Mire, caro amigo…