Lorrie Moore
Seix Barral, 2009
ISBN: 9788432228537
384 páginas.
19 euros.
Traducción de Francisco Domínguez Montero.
Manolo Haro
A la hora escribir ficción en el mundo contemporáneo y concretamente en los Estados Unidos, ese ser creador, que si es bello y joven llenará carteles promocionales en vestíbulos de hoteles y escaparates en cadenas libreras asociadas a multinacionales del entretenimiento, tiene dos disfraces potenciales: el de mago o el de forense. No se asusten, se trata del clásico binomio compuesto por el autor escapista y el autor el comprometido.
El mago siempre tendrá a alguna solvente productora golpeando insistentemente con los nudillos la puerta de su torre de marfil, pues su invención adaptada podrá llenar salas de cines y procurarles a un gran número de personas el merchandising de moda. Para ello, simplemente le bastará con retirar la seda negra que cubre la realidad y mostrar algo maravilloso, raro o irreal. Un ejemplo de ello es la escrupulosa cronista del mundo vampírico y adolescente que tantas secuelas y recuperaciones está regalando en la actualidad Sophie Meyer.
El caso del forense, menos amable tal vez, supone un riesgo difícilmente asumible: para aquellos poseedores de esta condición, escribir significa retirar la sábana y descubrir un cuerpo destrozado en el que el maquillaje aplicado hará resplandecer algún que otro rincón escondido. A esta línea pertenece la escritora Lorrie Moore. El cadáver que disecciona son unos Estados Unidos que tras los atentados del 11-S no han cambiado las cuencas de sus vías fluviales, sino que además otros ramales de corrientes turbulentas se han sumado a ríos angostos y envejecidos que acabarán completando un embalse colapsado siempre a piques de reventar.
Al pie de la escalera es una novela que surca esas aguas con la guía de la voz de una joven universitaria de la ciudad de Troy en el Medio Oeste estadounidense. Tassie Keltjin salta del mundo rural al urbano para estudiar. Una vez en la ciudad, es contratada por un matrimonio de clase media ilustrado que está a punto de adoptar una niña negra proveniente de una empresa dedicada a la gestión de adopciones. A partir de ese momento su percepción de la realidad se hará más amarga y real. A ello contribuirá la historia de amor frustrado con Reynaldo y la conciencia de que la distancia entre la visión del mundo de sus padres y, poco a poco, la suya está cada vez más agigantada.
El libro es una radiografía certera del territorio de los sentimientos y del territorio de un país; esta placa deviene en una amalgama de voces que proporciona rumores que creíamos extinguidos unidos a nuevos sonidos: el racismo, la soledad y la culpa, la gestión fracasada del fracaso social, el nivel cultural de la América rural, la administración de la muerte, la ingobernable alianza de civilizaciones, las guerras infinitas en territorios lejanos, el Islam dentro y fuera, etc. El lector se va cerciorando de que las piezas del puzzle no encajan bien, un puzzle gigantesco e inabarcable que se llama Estados Unidos y que es tan grande como desconocido para sus propios habitantes.
El mago siempre tendrá a alguna solvente productora golpeando insistentemente con los nudillos la puerta de su torre de marfil, pues su invención adaptada podrá llenar salas de cines y procurarles a un gran número de personas el merchandising de moda. Para ello, simplemente le bastará con retirar la seda negra que cubre la realidad y mostrar algo maravilloso, raro o irreal. Un ejemplo de ello es la escrupulosa cronista del mundo vampírico y adolescente que tantas secuelas y recuperaciones está regalando en la actualidad Sophie Meyer.
El caso del forense, menos amable tal vez, supone un riesgo difícilmente asumible: para aquellos poseedores de esta condición, escribir significa retirar la sábana y descubrir un cuerpo destrozado en el que el maquillaje aplicado hará resplandecer algún que otro rincón escondido. A esta línea pertenece la escritora Lorrie Moore. El cadáver que disecciona son unos Estados Unidos que tras los atentados del 11-S no han cambiado las cuencas de sus vías fluviales, sino que además otros ramales de corrientes turbulentas se han sumado a ríos angostos y envejecidos que acabarán completando un embalse colapsado siempre a piques de reventar.
Al pie de la escalera es una novela que surca esas aguas con la guía de la voz de una joven universitaria de la ciudad de Troy en el Medio Oeste estadounidense. Tassie Keltjin salta del mundo rural al urbano para estudiar. Una vez en la ciudad, es contratada por un matrimonio de clase media ilustrado que está a punto de adoptar una niña negra proveniente de una empresa dedicada a la gestión de adopciones. A partir de ese momento su percepción de la realidad se hará más amarga y real. A ello contribuirá la historia de amor frustrado con Reynaldo y la conciencia de que la distancia entre la visión del mundo de sus padres y, poco a poco, la suya está cada vez más agigantada.
El libro es una radiografía certera del territorio de los sentimientos y del territorio de un país; esta placa deviene en una amalgama de voces que proporciona rumores que creíamos extinguidos unidos a nuevos sonidos: el racismo, la soledad y la culpa, la gestión fracasada del fracaso social, el nivel cultural de la América rural, la administración de la muerte, la ingobernable alianza de civilizaciones, las guerras infinitas en territorios lejanos, el Islam dentro y fuera, etc. El lector se va cerciorando de que las piezas del puzzle no encajan bien, un puzzle gigantesco e inabarcable que se llama Estados Unidos y que es tan grande como desconocido para sus propios habitantes.
Todo ello está contando por medio del gran logro del libro: la voz de Tassie, que está directamente emparentada con el Holden de Salinger en El guardián entre el centeno por su ironía y por su descarnada forma de contar sus avatares. Hago especial hincapié en la lectura de la parte final de la novela por su poética crudeza al abordar el tema de la muerte de una manera original.
Lorrie Moore ya fue saludada como un nombre a tener en cuenta hace unos años por un escritor tan acreditado como Julian Barnes tras la publicación de Pájaros de América. Ahora Al pie de la escalera viene a refrendar esa apuesta. Logra con ella aportar una lente más a la poliédrica mirada que autores realistas coterráneos suyos (Faulkner, Kerouac, Capote, Cheever, Dos Passos, Carver, Mailer …) han dado de ese barco gigante que se llama Estados Unidos.
Decía Henry James que la novela era un ruido. “Un ruido acerca de algo, y cuanto mayor la forma que adopte, mayor desde luego el ruido”. Ruidosa y genial resulta ésta de Miss Moore. Si desea oír cantar al cíclope, arrime el oído a la gruta.
Decía Henry James que la novela era un ruido. “Un ruido acerca de algo, y cuanto mayor la forma que adopte, mayor desde luego el ruido”. Ruidosa y genial resulta ésta de Miss Moore. Si desea oír cantar al cíclope, arrime el oído a la gruta.
Muy interesante, como todas las suyas. Muy gráfica la distinción entre magos y forenses. Creo que, por encima de toda etiqueta o escuela, es una distinción que sigue valiendo para definir la literatura actual.
Coterráneo, me encanta esa palabra.
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