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Leer montado en una montaña rusa

EDUARDO CRUZ ACILLONA | Cuando Ibon Martín finalizó sus estudios de Periodismo en el País Vasco, centró su trabajo en la elaboración de guías de viaje un tanto atípicas. No buscaba los lugares de atracción turística habitual, sino los recovecos, los rincones, las esquinas y los paisajes más escondidos. Buscaba el encanto de unos pueblos que sólo podían recorrerse por una carretera comarcal. Buscaba lo que ocultaban lugares anclados en la rica y extensa mitología vasca. Buscaba lo diferente. De ahí surgió la editorial “Travel Bug”, que montó con un amigo, y que fue la cuna de sus guías.

Nada de la literatura de Martín se entiende sin estos antecedentes, pues de aquellas guías surge la necesidad de darles una nueva vida a esos paisajes recorridos con pasión y mirada y oídos atentos. Y ahí nace su primera obra de ficción, El valle sin nombre, donde la mitología y el paisaje son los claros protagonistas de la novela. Posteriormente, se zambulle de lleno en el género negro, y publica cuatro novelas de intriga absoluta en las que, paso a paso, va configurando y consolidando un estilo propio muy definido y en las que los paisajes de Euskal Herria cobran especial relevancia. El éxito de estas publicaciones entre sus paisanos llega hasta las puertas de Plaza & Janés, las cuales se abren de par en par para añadir a Ibon Martín en su catálogo y entre sus últimas apuestas más exitosas.

La hora de las gaviotas es su segunda novela de esta nueva etapa. Hay quien ha comparado al autor con los autores del género de los países nórdicos, tan de moda desde hace unos cuantos años en nuestro país (hasta la Feria del Libro de Madrid les dedicó una de sus ediciones). Yo sostengo la teoría de que tiene más influencia rusa que nórdica. Y no porque su escritura se asemeje a la de Chejov o la de Dostoievski sino, mucho más prosaico que todo eso, la lectura de sus novelas es una experiencia muy parecida a la de montarte en una montaña rusa. Huya de ellas quien esté acostumbrado al esquema clásico de “se produce un asesinato – un investigador busca pistas para encontrar al asesino – encontramos al asesino”. Las novelas de Ibon Martín tienen un ritmo frenético desde la primera página, con continuos giros en el argumento, con introducción de nuevos elementos que contradicen a los anteriores o los complementan o ambas cosas a la vez (sí, él lo hace posible). Nada es lo que parece y, sin embargo, todo es absolutamente lógico. No recurre a los viejos trucos de lo mágico, de lo fantástico o de ocultar pistas para desvelarlas en las tres últimas páginas. Es honesto con el argumento. No es culpa suya que la vida se le cruce de manera atropellada e imprevista tantas veces a lo largo de una novela.

Otra de las características de las novelas de Martín es la introducción del paisaje como un personaje protagonista. Nada que ver con esos ejercicios más complacientes con sus vecinos que literarios que pueblan las listas de los más vendidos y en los que el asesinado está en la calle Dato de Vitoria o entre unos árboles en los bosques de Irati lo mismo que podría estar en la calle Sierpes de Sevilla o en la desembocadura del río Tajo. Aquí el paisaje es fundamental. Sin él no se entiende la trama. Sin él no es posible la trama.

Y con el paisaje, el paisanaje. Más allá de los personajes secundarios, que todo autor utiliza para complementar la principal, darle apoyo, réplica, ayuda o misterio, en las novelas de Martín cada personaje, por muy pocas que sean las páginas en las que aparece, tiene su impronta y su personalidad, está allí desempeñando una función, no hace bulto. Son personajes de los que se sirve el autor para introducir elementos de denuncia social y de reflejo de la sociedad en la que se desarrolla la trama, con todos sus matices, con todas sus contradicciones.

La hora de las gaviotas, que es la novela que nos ocupa, contiene todos estos elementos y, por ello, hace que se salga del estereotipo de las novelas del género. Es una nueva propuesta original, muy trabajada y de gran calidad literaria. Si leen a Ibon Martín, va a ser difícil que la próxima vez que ojeen una guía de viajes no echen de menos al asesino. Igual de difícil que, si van a viajar por Euskal Herria, no se lleven sus novelas como guías de viaje.

Reseña publicada con anterioridad en la web de Tres Pies al Gato.

La hora de las gaviotas (Plaza & Janés, 2021) | Ibon Martín | 464 págs. | 18,90€

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