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Limpia, fija y da esplendor

EDUARDO CRUZ ACILLONA | Hace unos meses, reseñábamos aquí mismo el poemario La mujer de enfrente, de Carmen Camacho, y de ella decíamos, entre otras cosas, que en su poemario “de la sociología ha hecho su poética, que no es más que convertir en universales los detalles. Que no es más… Ni menos. Porque eso es algo que sólo está al alcance de los grandes poetas como ella”. Había convertido en poesía un simple y común tendedero.

Cae en nuestras manos ahora otro poemario: Wet floor, de Beatriz Aragón. Y no podemos evitar establecer, dentro de sus evidentes diferencias, ciertos paralelismos entre uno y otro. 

Porque Bea, más allá de una enorme poeta, es limpiadora. No es “la chica que limpia”, como mucha gente se dirige a la persona que hace del caos de una habitación el confort del siguiente de sus clientes, que hace que podamos disfrutar del paisaje a través de una ventana sin las molestas interrupciones de las manchas sobre el cristal, que hace que caminemos sobre baldosas sin que las suelas de nuestros zapatos se queden pegados a ellas. Bea es limpiadora y no solamente lo dice con el orgullo de quien defiende su manera de ganarse la vida, sino que, además, lo reivindica:

La revolución está en nuestras manos.

Cabeza alta y la dignidad posada en el pecho.

En esta lucha la toalla no se tira;

se recoge, se lava y se dobla.

El pulso del agua limpia 

es capaz de transformarlo todo.

El frotar no se acaba nunca.

Pensaban que limpiaba de rodillas,

pero limpiaba siempre de pie.

La limpiadora utiliza la fregona (que suelta lágrimas al escurrirla) con la misma destreza con la que utiliza a la poeta para, como Carmen Camacho, de la sociología hacer su particular poética:

Ser la que limpia

y ser la poeta

es ser casi la misma cosa.

Pequeñas revoluciones cotidianas.

Y esas revoluciones nos hacen ver negro sobre blanco, y de manera limpia y brillante, la realidad que nos rodea y a la que, normalmente, le cerramos los ojos, le apartamos la mirada o la vemos por encima del hombro:

Dicen que todos nacen con un pan bajo del brazo.

Algunas nacemos con una escoba:

alguien tiene que barrer las migas.

Y esas migas, que son nuestras miserias, Beatriz Aragón las convierte en impoluta limpieza y en puro esplendor poético.

Así, Wet floor es mucho más que un poemario al uso. Es una declaración de principios, es un grito contra la invisibilidad, es un alegato a favor de la decencia, es una reivindicación de las cosas realmente importantes y es una llamada, amable pero rotunda, a la educación y al respeto. También es un manual de instrucciones para la vida cotidiana y un arma cargada de dignidad.

Los poemas, cortos como sentencias firmes, deberían forma parte del convenio colectivo del sector, caso de que este exista, y el poemario debería estar en las mesas de todos los empresarios que aún no saben distinguir la mercancía de las personas.

Leer este poemario es tomar conciencia de nuestra condición humana y de nuestras miserias. Demos gracias a las poetas que vienen con toda su profesionalidad a limpiárnoslas. Aunque algunos se empeñen, erre que erre, en seguir pisando lo fregao.

Wet floor (Libros de la Herida, 2024) | Beatriz Aragón | 104 págs. | 15€

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