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“Lo que hay”, que no es poco

LUIS ANTONIO SIERRA | A lo largo de la historia de la literatura occidental, los derroteros que ha tomado la novela han ido progresivamente desde el exterior hacia el interior. Esto es, el género sirvió al principio para ficcionar, para hablar de la vida de los otros, para inventarnos esas vidas, pero, conforme fue avanzando el tiempo, el hombre asesinó a Dios, ocupó su lugar y se dio cuenta de la tremenda complejidad del mundo, de que conocer la realidad es imposible y la única que podemos dominar es la más cercana, la propia del individuo. Así se impuso una visión antropocéntrica, es decir, el narrador ocupó el lugar de ese Dios que conoce el mundo y tiene autoridad para hablar de él, pero, al mismo tiempo, para que ese mundo sea verosímil tiene que ser el que mejor conoce el autor, o sea, el suyo propio, sus experiencias y sus vivencias más cercanas. Esta tendencia no es reciente. Podríamos remontarnos a finales del siglo XIX o principios del XX y desde entonces no ha dejado de practicarse. Quizás haya sido en el terreno lírico donde más desarrollo haya tenido este género confesional, mientras que en la novela los altibajos han sido más evidentes. Sin embargo, en las últimas dos décadas han proliferado en nuestro país novelas escritas en primera persona que ya no utilizan el “yo” como mero recurso literario, sino que autor y narrador se confunden al convertirse lo autobiográfico en, prácticamente, el único material con el que se construye la novela. Así, por ejemplo, la aclamada Ordesa de Manuel Vilas o toda la obra en prosa hasta el momento de Carlos Pardo (Vida de Pablo, El viaje a pie de Johann Sebastian y Lejos de Kakania) transitan estos parámetros que desnudan a personaje y autor y que, ocasionalmente, han podido traerle al propio creador algún disgusto que otro en su esfera más privada.

En este terreno de lo confesional se sitúa Lo que hay, la única ¿novela? hasta la fecha de la poeta Sara Torres. Utilizamos los signos de interrogación para definir el libro siguiendo precisamente las palabras de la misma autora en un momento dado de la narración. Ahora bien, tendríamos que preguntarnos si este cuestionamiento forma parte del contexto confesional o si bien la autora está jugando con el lector, está recurriendo a alguna estrategia metaliteraria. De cualquier manera, la definición como novela (o no) de este artefacto literario no es tan importante. Lo interesante está más en lo que se dice que en cómo se dice.

Lo que hay se construye alrededor de un asunto omnipresente en la literatura occidental, la familia, y las múltiples problemáticas que se derivan de este estado: la convencionalidad inicial y posterior desestructuración de la familia de la autora, la gestión de las relaciones intrafamiliares, los roles de cada uno de sus miembros y la voluntad de mantener los estereotipos o de romper con ellos, los compromisos y obligaciones que impone la estructura familiar o que cada miembro asume (voluntaria o involuntariamente) dentro de ella, … Todas estas cuestiones las desarrolla Sara Torres en este libro, pero hay otras sobre las que también merece la pena hablar porque hasta hace poco tiempo – por lo que fuera, y valga la ironía – no solían captar la atención del canon literario. Me estoy refiriendo a asuntos relativos a los conflictos de género, a la exposición pública de su diversidad, al choque de esta exposición con los esquemas de valores más tradicionales. Además, nos referimos a los condicionamientos culturales tales como la monogamia – tanto hetero como homosexual – y lo difícil que resulta romper con ellos o, simplemente, convivir junto con otros sistemas relacionales. Por otra parte, habría que resaltar la falta de complejos de la autora a la hora de hablar de homosexualidad femenina, la ausencia de mojigaterías y la exposición abierta y desgarrada de la misma, cosa que paulatinamente está más presente en la literatura patria y que nos indica, por qué no decirlo, que nuestra sociedad va madurando hacia posiciones tolerantes con todo tipo de diversidad a pesar del renacer de ciertos discursos trogloditas que pretenden desandar lo que tanto trabajo está costando construir.

Finalmente, mención especial merece el tratamiento que hace la autora del tema de la pérdida. Torres la aborda desde dos perspectivas bien distintas. Por un lado, la ausencia emparentada con la muerte de su madre y la sensación de vacío y culpabilidad que le deja y, por otro, la ausencia que implica el fin de una relación amorosa sobre todo cuando la ruptura viene motivada por factores externos a dicha relación. El luto literal y metafórico se impone en ambas ocasiones con todo lo que conlleva en cuanto lamento, reflexión o añoranza.

Para ser una narración relativamente breve – poco más de doscientas páginas – y la primera incursión en la ¿novela? de la autora, entendemos que es un debut prometedor que nos puede llevar a futuras obras igual o incluso más atractivas que esta.

Lo que hay (Reservoir Books, 2022) | Sara Torres ! 224 páginas |17,90 euros.

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