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Los otros, la piedad y la belleza

leche

 

Leche

Marina Perezagua

Los Libros del Lince, 2013

ISBN: 978-84-15070-30-6

181 páginas

17,90 €

Prólogo de Ray Loriga

 

 

Rafael Suárez Plácido

El primer impacto fue una portada que acaricia a la mirada. Ya me ocurrió algo parecido con Criaturas abisales (Los Libros del Lince, 2011), su primer y anterior libro de relatos, desde que la tuve entre mis manos. Una portada suave que en nada anticipa las hermosas historias que íbamos a encontrar en su interior. Tonos pastel nada dulzones presagiaban un elenco de personajes que iban a sobrellevar situaciones difíciles que a cada párrafo podrían cambiar y muy a menudo lo harían para peor, sin concesiones de autor primerizo a la galería. Las historias de Criaturas abisales producen desasosiego en el lector, pero no lo liberan hasta el último suspiro, porque ya desde el primer cuento, “Lengua foránea”, este lector sabe que puede ocurrir cualquier giro inesperado hasta el momento mismo del desenlace. Cuando llegó a mis manos Leche (Los Libros del Lince, 2013), volvió a ocurrir algo semejante: una suerte de «sensual desasosiego» para las mentes. No me cabe duda de que Los Libros del Lince es una de las editoriales que, aun siendo tan joven —o quizás por ello mismo—, mejor edita narrativa en castellano. Me encantan sus portadas que siempre son diferentes pero reconocibles y esta, con una acuarela del artista norteamericano Walton Ford, es de las que más me ha gustado hasta el momento. Un enorme toro blanco posee con sensual brutalidad a un puma (creo que es un puma) que al mismo tiempo lo muerde y acaricia con sus garras. Es la imagen perfecta que funciona como colofón de la anterior colección de relatos, Criaturas abisales, y como presentación de esta, a la vez que nos introduce en uno de los mejores relatos del libro, “Mio Tauro”.

Pero ya basta de rodeos alrededor de la protagonista. Con este, su segundo libro de relatos, podemos asegurar que su autora, la sevillana afincada en Nueva York, Marina Perezagua (1978), entra definitivamente en ese cupo de narradores de los que pasamos a esperar con impaciencia su siguiente libro. Y sabemos que es así desde el primer relato, a mi modo de ver el mejor de la colección. Un entretenido y sabio tratado sobre algunos de los aspectos más sombríos de la naturaleza humana y también sobre cómo es posible revertir el orden prefijado de las cosas y tratar de llevar una vida más o menos digna incluso cuando todo se vuelve en contra nuestra. El nombre del relato, “Little boy”, nos enfrenta de golpe a uno de los momentos más duros y polémicos del siglo XX, el lanzamiento de la primera bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Siempre se ha dicho, y es cierto, que aún se están padeciendo las secuelas de ese acto. Marina Perezagua sabe que es así y trata la situación con todas sus consecuencias, a la vez que nos ofrece una intensa guía sobre el modo de sentir y de pensar japonés. El relato se articula con una crónica sobre una serie de conversaciones que tienen lugar entre la narradora, en una suerte de viaje iniciático en Japón para conocer a la familia de su prometido, y J., una mujer que ha sobrevivido a aquella explosión que le cogió de lleno en un día de colegio cuando sólo tenía trece años. A partir de aquí, el lector puede esperarlo todo, porque eso es lo que ocurre en la historia que cuenta el relato: las «vueltas de tuerca«, de las que habla Ray Loriga en el «prólogo», se van sucediendo con la maestría narrativa que ya dejó patente la autora en su anterior libro y que, en este, se asienta como tiene que ser: apenas sin notarse.

Han pasado dos años desde que publicó ese libro anterior y ya observamos al menos una diferencia importante: la piedad con los personajes. Marina Perezagua nos quiere mostrar el otro lado del mundo. Una realidad habitada por seres que no aparecen habitualmente en nuestras vidas, pero que tienen todo el derecho a estar ahí y a vivir sin ser juzgados por su diferencia. A veces es casi inevitable. ¿Quién se atrevería a juzgar a la protagonista de “Mio Tauro” por haber transgredido los tabúes más serios que pesan sobre la mujer en materia sexual, después de haber leído sus cartas a sus amados, sean estos quienes fueran? ¿No es cierto que el soldado japonés que nos paraliza en “Leche” salva la vida al niño con su repudiable acción? Marina Perezagua, por su parte, se mueve con soltura entre estas historias que podrían haberlo sido de la depravación humana y nos ayuda a observar los hechos desde otro punto de vista, aunque a veces esto resulte francamente difícil. Nunca nadie es del todo culpable. Por unos minutos, nos pone en el lugar del que es diferente y, a veces, nos quedamos en ese sitio. Sólo por eso ya hay que acercarse a estas historias, que rezuman Freud y rezuman Lacan con algunos de los aspectos que más nos interesan de Foucault. ¡Hay tanto de Foucault en estos relatos, en esta galería de «raros« o de «pervertidos«! Marina Perezagua les da la oportunidad de contarnos sus historias y, en algunas ocasiones, ese acercamiento ayuda a sentirnos más cercanos al otro. En este mundo no siempre las divisiones entre lo correcto y lo que no lo es son tan claras como quieren hacernos ver. Los materiales de los que se vale la autora son básicamente dos: una prosa clara, nítida y sólida que hace avanzar las historias sin más resquicios que los que ella considera necesarios y, especialmente, una mente muy abierta que disecciona sus propias limitaciones y las de sus personajes, “Quien no estuvo allí no puede imaginar lo que pasó”, y las conjuga con el deseo de comprender y de hacernos llegar el resultado de ese conocimiento tan novedoso.

En cuanto a nosotros, los que nos consideramos afortunados por ser sus lectores, sólo nos queda reflexionar sobre la apuesta tan arriesgada que nos ha hecho Marina Perezagua, disfrutar de un libro como este Leche y esperar, eso sí, con muchas ganas, a que se publique el próximo.

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