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Los sótanos de la ciudad


Fugitiva ciudad

Manuel Rico

Hiperión, 2012

ISBN: 978-84-9002-003-6

94 páginas

10 €

Premio Internacional «Miguel Hernández-Comunidad Valenciana» 2012

Rafael Suárez Plácido 

Cuando hablamos de conocer una ciudad, nos estamos refiriendo a su casco antiguo o, a lo sumo a un barrio concreto, reconocido o reconocible por algo. Pocas veces caemos en la cuenta de que las ciudades que vemos no son sino la parte visible de un iceberg, que oculta mucho más de lo que nos ofrece. En la portada de este libro, hay un dibujo de una línea de horizonte, o del cielo, de cualquier ciudad moderna actual y de un espacio por abajo, que podría simbolizar todo aquello que no se ve fácilmente, ni con una visita. A veces, la forma de reconocerlo es haber pasado un tiempo allí, otras veces, haber leído una obra que tenga sus raíces en esa misma ciudad y el momento de confirmar eso que se ha leído, ese sí, ha de ser una visita –al menos una visita- a la ciudad. El autor del dibujo es José Manuel Rico, una de las dos personas a quienes está dedicado este poemario de Manuel Rico. ¿Quién es Manuel Rico? Es muchas cosas (poeta, narrador, editor, crítico…) pero para mí, además de todo ello, es el editor de la Poesía Completade Manuel Vázquez Montalbán, uno de mis poetas y prosistas favoritos de la literatura española de la segunda mitad del siglo pasado, que también fue muchas cosas y que, quizás por ello, vio como su poesía -sin duda, parte esencial de su obra- quedaba en un discretísimo segundo plano, quizás también como la parte oculta, mucho mayor que la visible, del iceberg de la portada. También Vázquez Montalbán escribió un poemario titulado Ciudad y con unos versos suyos inicia Manuel Rico la primera parte de este poemario. Son cuatro versos, pero en los dos primeros adivino buena parte del significado de este libro: “pero sólo serás libre al llegar a Memoria / la ciudad donde habita tu único destino”. Memoria y ciudad. Memoria y Fugitiva ciudad: Memoria también fugitiva. No se trata de una ciudad con sus calles más céntricas ni monumentos más conocidos, aunque en muchos de estos poemas se reflejen las calles del Madrid natal, especialmente en la primera parte, o de la Barcelona donde se conocieron otras experiencias posteriores. La ciudad fugitiva es una serie de ciudades en las que se han recordado libros o versos o autores que han ido creando la figura del lector que es la base de todas las figuras posteriores. Pero vayamos por partes.

El gran tema del libro es la Memoria. El autor desea transmitir a la generación que sigue a la suya, la generación de sus hijos, su Memoria personal, una especie de Crónica sentimental. Para ello va a utilizar la Poesía. Y considera, acertadamente en mi opinión, que para entender todo lo vivido cabalmente hay que remontarse al 39. La idea del fugitivo, el viajero que huye o que trata de huir del viento frío que le persigue a todas partes, porque incluso forma parte de él mismo, está asociado a Walter Benjamin, que aparece en el primer poema, “Casi un preludio”, en el que ya encontramos al Manuel Rico que se alinea con los perdedores, con los que siempre salieron derrotados al exilio o incluso a la muerte: “… El viento / de la orfandad de Benjamin y el viento del exilio, / de nocturnos de hollín en la Francia del sur/ del año 39”. La “Francia del sur del año 39” fue -no lo olvidemos- la España del norte que recién salía de esa guerra fraticida y que iba a marcar para muchos el inicio de esa generaciones de españoles perdedores en todas las batallas. Fue la misma España que acabó con el sueño de la libertad de Benjamin, que falleció en condiciones nunca suficientemente aclaradas en un pueblito del Pirineo, cuyo nombre quedará unido para siempre al final de la vida y de la libertad, convirtiéndose en un símbolo que íbamos a llevar tatuado en la piel y que aún llevaremos, mientras habitemos los pasajes de la memoria, quién sabe cuánto tiempo.

El libro está dividido en cinco partes que están ordenadas cronológicamente. De ellas, la primera, “De los barrios inciertos” y la tercera “Más allá de las patrias”, tienen en común que sus poemas llevan título y parece que forman parte de un proyecto de obra común, el de esa “fugitiva ciudad” del título, más en la primera parte que en la tercera. Pensemos que es Madrid o Barcelona, pero también Roma, Berlín, Viena o Frankfurt. Esa ciudad-iceberg que navega a la deriva por aguas casi siempre heladas al destino que ya todos conocemos. Son poemas que están impregnados de lo social y que siempre hacen referencia a un hecho o a una historia marcada por la derrota. No se trata sólo de la cara más conocida de esas ciudades, al contrario, nos movemos por polígonos industriales, barrios periféricos, bares del miedo, trenes de cercanías o hipermercados.

“De los barrios inciertos” trata de sus padres, de la infancia y de los primeros años de formación que llegaron con las inolvidables primeras lecturas, poesía y ensayo, Sharon Olds, T. S. Eliot, A. Gramsci y C. Pavese. En la segunda parte, “Días en ti con música de fondo” asistimos a un libro nuevo, en el que el protagonista es el descubrimiento del amor y el escenario, Barcelona. Son versos de amor y de batalla, que presagian esa otra batalla que trata de conseguir la dignidad para los suyos, para sí mismo. Y de eso trata la tercera parte del libro, “Más allá de las patrias”, donde se consolidan esos primeros esbozos de juventud, donde el poeta maduro reconoce con sus propios ojos el mundo, más poesía, más luchas desiguales, a más perdedores y consolida su formación como escritor, llegando hasta los años inmediatamente anteriores a los que vivimos, de los que se trata en la quinta parte, una serie de sonetos a la manera del Blas de Otero de Ángel fieramente humano, sobre el presente sin la carga de espiritualidad que nos ofrecía también el gran poeta vasco.

El poema “Nebulosa”, que inicia la primera de esas partes, ya nos va aclarando cuáles van a ser los rasgos más destacados del libro: formalmente, el uso del encabalgamiento, a veces, abrupto; la adjetivación sonora y, muy especialmente, las enumeraciones (sustantivos, adjetivos, oraciones subordinadas, verbos). Muchos de los poemas son enumeraciones, a veces caóticas, pero normalmente ordenadas ‘in crescendo’ a partir de las que va tomando forma la historia, porque siempre hay una historia detrás. No es difícil reconocer las lecturas asimiladas del omnipresente Vázquez Montalbán, gran poeta español de la Ciudad y la Memoria, y también con esa adjetivación tan rica, que también encontramos en la otra gran influencia, Jaime Gil de Biedma, a quien cita al empezar la cuarta parte del libro: “Formentor, medio siglo. 1959-2009”, un homenaje a lo que supuso una puesta al día en la poesía española, la primera que se produjo desde la generación del 27, en esa generación del 50 que tomó la bandera de la poesía social. Del mismo modo, van asomando otras influencias a las que va citando, la mayoría de ellos poetas. Y los cita porque la literatura forma parte de la vida de Manuel Rico. Muchas veces la literatura es la vida y el poeta quiere dejar constancia de ello. Ya hemos citado a Walter Benjamin, que para muchos es poeta antes que pensador. Pero también cita a Handke, a Vicente Gaos, a Antonio Machado; y a algunos amigos como Gelman, Diego Jesús Jiménez y Dulce Chacón. Casi todos ellos han sido, algunos son aún, de esa raza de los que nunca ganaron nada más que lo que fueron capaces de escribir, a veces, con su propia sangre. de los que sólo ganaron un lugar en nuestra memoria. Es posible que esa línea más social de la poesía española del siglo XX: Antonio Machado, Blas de Otero, Gil de Biedma y Vázquez Montalbán tenga su continuidad en poetas como Manuel Rico que en esta Fugitiva ciudad plantea con éxito el proyecto de poesía total, poesía de la Memoria.

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