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Lost, remake

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Brilla, mar del Edén

Andrés Ibáñez

Galaxia Gutenberg, 2014

ISBN: 978-84-15863-78-6

768 páginas

29 €

 

 

 

José Martínez Ros

«Muchos afirmarían más tarde que habían visto la isla desde lo alto unos minutos antes del accidente. Esto significaría una altura de unos diez mil metros, aunque es posible que el avión llevara ya un rato des­cendiendo. No lo sé. Yo no la vi. El hecho es que en un cierto punto del viaje, cuando nos encontrábamos en medio del océano Pacífico, calculo que cerca del meridiano 170, los sistemas eléctricos del avión deja­ron de funcionar.»

Un gran avión cargado de pasajeros que atraviesa el Pacífico. Hay a bordo gente de las más diversas razas, nacionalidades, creencias. De repente, sin explicación, todos los sistemas fallan y el avión se ve obligado a realizar un amerizaje en el corazón del océano. La situación de los supervivientes es desesperada; sin embargo, en el horizonte, divisan una isla, una isla enorme y desconocida. Su única esperanza. Allí podrán esperar hasta que lleguen, inevitablemente, los equipos de rescate. Pero eso no sucede. Nadie parece haberse percatado. Nadie acude a rescatarlos. El mundo los ignora. Y en la isla, empiezan a suceder una serie de hechos asombrosos y, casi siempre, terroríficos: sonidos inquietantes, vestigios de presencia humana. Visiones. Y, además, poco a poco, van advirtiendo que en la isla no están solos…

Supongo que a todos, o casi todos, les suena, ¿verdad? Estamos hablando de Lost (Perdidos), la famosísima serie de televisión de J. J. Abrams y Damon Lindelof. Pero también nos referimos a la última novela de Andrés Ibáñez (Madrid, 1961), Brilla, mar del Edén. Como él mismo explicó en una entrevista: “Viendo un capítulo de la tercera parte de la serie Perdidos, me dije: Puf, la van a estropear, y me puse a escribir para contar lo que a mí me gustaba, muchas vidas, muchos personajes. Quería crear muchos mundos en miniatura, recorrer diferentes dogmas y creencias”. ¿No les parece un experimento sorprendente (y a la vez, arriesgadísimo)? Partir de la misma premisa y, a partir de ahí, dar rienda suelta a tu imaginación, construir tu propia versión de una narración que embrujó a millones de espectadores durante varios años. Lo normal es que se hubiera quedado en una obra curiosa, una especie de ‘fan fiction’ de calidad. Lo excepcional es que el escritor madrileño ha escrito una de las novelas más relevantes, ambiciosas y, sí, divertidas y geniales publicadas en español (o en cualquier otra lengua) de las últimas décadas. 

Es probable que muchos de ustedes no hayan leído aún a Andrés Ibáñez. A los que ya conocemos su obra, nos asombra un poco menos que haya conseguido escribir algo de la magnitud de Brilla, mar del Edén. Ibáñez es uno de los autores más originales de la literatura en español. Ha sido pianista de jazz mientras vivía en Nueva York, compuesto una ópera basada en El Quijote y escrito obras de teatro en inglés representadas en el Off-Off-Broadway, pero, sobre todo, destaca por novelas de una imaginación desbordante como La música del mundo –Premio Ojo Crítico-, El mundo en la Era de Varick o La sombra del pájaro lira o cuentos como los recogidos en El perfume del cardamomo que conjugan la influencia de Jorge Luis BorgesVladimir Nabokov, Thomas PynchonJulio Cortázar o Lezama Lima. Sus obras que pueden tratar de un extraterrestre que intenta salvar a la humanidad de sí misma durante el cambio de milenio, un fantasma oriental hambriento de sexo o un joven que viaja a otro planeta en busca de su alma, suelen presentar universos paralelos, realidades escindidas. Reivindican constantemente la capacidad sanadora de la mente humana para cambiar el mundo o para crear nuevos mundos.

Brilla, mar del Edén es una novela de aventuras y supervivencia que atrapa desde la primera línea. Los protagonistas descubren que están en esa isla misteriosa para superar una serie de pruebas íntimas, a superar sus límites físicos y mentales, a introducirse en un universo plagado de trampas y maravillas. También es una novela postmoderna que, como RayuelaEl arco iris de gravedadAda o el ardorEl atlas de las nubes o Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, intenta y consigue construir un mundo autónomo que parte de la “realidad”, pero que la modifica profundamente, con sus propias reglas, prodigios y obsesiones. Hay referencias a Perdidos, pero también a la obra de Roberto Bolaño y Haruki Murakami (y a la de muchos otros autores de todas las épocas). Dentro de sus vastas setecientas páginas, hay un sinfín de historias cruzadas, novelas-dentro-de-la-novela (ambientadas en España, la India, México o Japón), alusiones culturales que van del ‘pulp’ y la ciencia-ficción a la música clásica. Es una novela increíblemente lúdica y, al tiempo, un desafío constante para el lector, pues te obliga, para disfrutarla plenamente a una entrega absoluta sin cuestionamientos ni prejuicios; y la más apasionante (e importante) de un autor español que he leído en muchos años.

Si hubiera sido publicada por un autor norteamericano, británico, argentino o japonés, el autor de esta reseña estaría seguro que se convertiría -puesto que lo merece- en un clásico de la narrativa contemporánea, que se venderían muchísimos ejemplares y sería traducida a varias lenguas. Y esta reseña sería innecesaria. Como, lamentablemente, no estoy seguro de que sea así, escribo estas líneas y os repito: créanme y lean.

«Cuando llegamos a la playa, salté al agua para ayudar a bajar a los pasajeros mayores y a los niños que venían en la balsa, y fue entonces cuando pisé por primera vez la tierra de la isla. Llevamos la balsa hasta la arena, y una vez allí me adentré unos metros en tierra, hasta internar­me en la sombra de los cocoteros. Resultaba extraño el silencio que había en aquel lugar. Se oía el rumor de las olas, el silbido del viento, el grito distante de las aves marinas. Nada más. Era como el silencio del fin del mundo, o del principio del mundo. Era como el silencio del pa­raíso, o quizá el silencio que hay en el país de los muertos.»

[Publicado en Notodo]

admin

5 comentarios

    • Hombre! Yo, personalmente, sí que lo echaba de menos, amigo Chris…

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