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Macarra ‘made in England’

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Lionel Asbo. El estado de Inglaterra

Martin Amis

Anagrama, 2014. Colección «Panorama de narrativas»

ISBN: 978-84-339-7880-6

360 páginas

19,90 €

Traducción de Jesús Zulaika

 

 

Alejandro Luque

Lionel posee el mismo nombre que Messi, pero físicamente es clavado a Wayne Rooney, el rudo delantero del Manchester United, incluso en sus incisivos separados. Delincuente precoz, se gana la vida con turbias actividades como la reventa de objetos robados –el «reseteo»– o el cobro a morosos con la ayuda de Jon y Joel, una pareja de pitbulls a la que alimenta con una explosiva dieta de tabasco. Su apellido postizo, Asbo, responde a las siglas de ‘Anti-Social Behaviour Order’, es decir, «Orden librada en casos de comportamiento antisocial». Su vida es un continuo entrar y salir de la cárcel, y su idea del amor se reduce al visionado de porno en internet. “Es como la cárcel”, afirma. “Con el porno sabes dónde estás”.

Pero Lionel convive con su antagonista, su sobrino Desmond, de quien se hizo cargo cuando éste quedó huérfano a temprana edad. Lejos de seguir los pasos criminales de su tío, Des es un chico sensible y educado, aficionado a la lectura, que sueña con formar una familia decente. El único «pero» que podemos ponerle es que mantiene relaciones sexuales con su abuela Grace, de 39 años, a la sazón la madre de Lionel.

Tal es el planteamiento de Lionel Asbo. El estado de Inglaterra, la última novela de Martin Amis, ayer ‘enfant terrible’ de las letras británicas y hoy casi un clásico viviente, sin duda un narrador en estado de pletórica madurez. Las primeras páginas permiten intuir una caricatura feroz, un retrato grotesco del macarra ‘made in England’ con el telón de fondo de la imaginaria ciudad de Diston –que fonéticamente recuerda a Aston, la deprimente cuna del rock duro–, “un mundo de cursivas y de signos de admiración”. Sin embargo, lo que parecía una astracanada se disfraza pronto con la capa de la tragedia, o de la tragicomedia, desde el momento en que Desmond rellena para Lionel un boleto de la loto que resulta premiado.

El matón de barrio se convierte de la noche a la mañana en millonario, y es súbitamente catapultado a la fama. Amis no tarda mucho en dar respuesta a la pregunta elemental: ¿Logrará el dinero y la popularidad redimir a Lionel Asbo? Obviamente no. En cambio, nos permitirá asomarnos a otros mundos tan zafios como Diston, aunque barnizados de engañoso glamour: el de los tabloides sensacionalistas, que encuentran en nuestro nuevo rico un irresistible foco de atención, o el de las élites financieras, que han sustituido la llamada cultura del esfuerzo por los abracadabras de la economía especulativa.

Cabe destacar el formidable trabajo de lenguaje que Amis despliega a lo largo de toda la novela, combinando registros cultos con exhibiciones de buen oído cuando se trata de remedar el habla de un Lionel casi analfabeto, pasando por esos constantes juegos de palabras que, a buen seguro, habrán dado sus buenos quebraderos de cabeza a Jesús Zulaika, traductor de la obra.

The New Yorker ha definido Lionel Asbo como “una de las novelas más divertidas de Martin Amis”. Sin embargo, no es exactamente la diversión su cualidad más destacada. La novela es una sátira, y una sátira no es siempre un chiste. El lector gozará con algunas situaciones más o menos desopilantes, sí, pero sentirá también un escalofrío conforme vaya llegando a una conclusión: la sociedad actual ha dejado a sus Desmond muy poco espacio entre la degradación del barrio y el no menos degradado famoseo. En esta imparable vulgarización, en esta hooliganización de la vida pública y privada, encuentra Amis un buen motivo para reflexionar, también desde el desenfado.

Una de las conclusiones, para la que no hacía falta -pensarán algunos- invertir 350 páginas, es que el dinero no da la felicidad. «Verás, es lo que pasa cuando ganas más de cien millones de libras«, explica Lionel. «Que te quedas insensible. Ni feliz. Ni triste. Insensible…«. Pero bajo la sonrisa irónica de Amis adivinamos otra pregunta: ¿Y si somos igual de insesibles sin el consuelo de esos cien millones de libras?

 [Publicado parcialmente en Mercurio]

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