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Madre Comercio

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Una mariposa en la máquina de escribir

Cory MacLauchlin

Anagrama, 2015. Colección «Biblioteca de la memoria»

ISBN: 978-84339-0798-1

368 páginas

24,90 €

Traducción de Daniel Najmías

 

 

Fran G. Matute

Como todo el mundo sabe, La conjura de los necios (c. 1963) de John Kennedy Toole es una novela-milagro. Primero, porque estuvo a punto de no ver la luz. Y segundo, porque cuando finalmente lo hizo, en 1980, le cambió la vida a mucha gente. No solo a Thelma Toole, la sufrida madre del autor, que se convirtió en una célebre heroína de la noche a la mañana, gracias a su impenitente esfuerzo por conseguir la publicación de esta novela tras el suicidio de su hijo; también, por ejemplo, a Jorge Herralde, que vio cómo gracias a ella se extendía su “fiebre amarilla”; y ya puestos, me cambió la vida a mí, porque este fue el libro que me reconcilió con la lectura a la tierna edad de dieciocho años.

Sin exagerar demasiado, creo que habré comprado esta novela unas quince veces, y siempre la terminaba regalando. No me quedé con un ejemplar hasta 2009, cuando salió en la colección “Biblioteca Anagrama”, en una hermosa edición con tapa dura color oro, que di por definitiva. Creo también que es el único libro que he releído en más de una ocasión. Creo igualmente que es la única novela que, tras leerla traducida, he leído luego en su idioma original. Recuerdo que mis primeras búsquedas en internet tuvieron que ver con el libro, con cuestiones biográficas del autor, del que siempre quise saber más. Me llegué a comprar una gorra con orejeras, que todavía conservo. Y cuando fui a Nueva Orleans no pude evitar fotografiarme junto a la estatua que tiene allí Ignatius J. Reilly, en plena Canal Street. Y ya puestos, confieso que todas mis claves secretas, las que uso para acceder a mis cuentas de lo que sea, tienen algo que ver con La conjura de los necios. Al menos así era hasta esta misma mañana… 😉

Con estos antecedentes, queda claro que yo tenía que leer, sí o sí, Una mariposa en la máquina de escribir, la biografía supuestamente definitiva de John Kennedy Toole, que me ha resultado apasionante no solo por el retrato humano y cercano que se ofrece del malogrado escritor sino porque hace las veces de perfecto ‘making of’ de La conjura de los necios. No se le puede pedir más al trabajo del estudioso Cory MacLauchlin, profesor universitario y entusiasta de Nueva Orleans, que se percibe serio desde la primera página, en el sentido de que aborda con objetividad los tremendismos que siempre han rodeado la figura del biografiado, otorgándoles así su debida dimensión. Por su prurito académico, se trata igualmente de un trabajo sustentado en una impecable labor de investigación que se ve compensada, o mejor dicho, complementada, gracias a una narrativa limpia y emotiva que te obliga a devorar las páginas de esta fascinante y excelentemente bien contada historia. Porque por encima de datos y anécdotas, fechas y lugares, lo que aquí se narra es una tragedia desoladora que MacLauchlin sabe poner en primer plano, sin efectismos, sin necesidad de recurrir al amarillismo como hicieron otros antes que él.

Para ello, para dar cuerpo a lo anterior, MacLauchlin contextualiza, que es algo que inexplicablemente no siempre hacen los biógrafos. Lo hace con la ciudad de Nueva Orleans, que dibuja con precisión en todas sus épocas; lo hace con el joven Toole creciendo y empapándose de ella; lo hace con la particular situación económica de sus padres, luchando siempre por salir adelante y condicionando inconscientemente la carrera de su único hijo; y lo hace con la propia obra del autor, circunscribiéndola al momento en que se gestó.

Y una vez comprendido el tiempo y el lugar, MacLauchlin se esmera por exponer, con todos sus matices, la personalidad de un niño creativo y sensible como pocos, terriblemente observador, dotado de una mirada irónica sin igual, divertido y profesional, afable y equilibrado, que se vio sepultado por las circunstancias. Sí, la intensa relación con su madre marcó gran parte de la infancia y adolescencia de Toole. Sí, el continuo rechazo editorial fue el principio del fin, lo que terminó desequilibrándolo. Hasta aquí las verdades absolutas, las que ya se conocían. «Madre Comercio» llamaba Ignatius a la señorita Trixie, y esas dos palabras marcan ciertamente la odisea de Toole. Pero MacLauchlin se encarga de matizar todo lo anterior, de forma que la supervisora sombra de la madre apenas aparecerá, salvo como rémora económica, durante la adultez del escritor; y el análisis en detalle del tortuoso intercambio epistolar que Toole vivió con Robert Gottlieb, entonces editor de Simon & Schuster, deja entrever que la relación entre ambos fue mucho más cordial de lo que se especuló en su momento. También apunta MacLauchlin que las enfermedades mentales no eran ajenas a la familia Toole: su propio padre, de hecho, no acabó demasiado cuerdo. Deben tenerse en cuenta, por tanto, diversos factores a la hora de analizar los motivos del fatídico suicidio, quizás el punto hacia el que confluye inexorablemente esta biografía, que hace bien en no “opinar” nunca al respecto, siendo éste, a mi juicio, uno de sus grandes aciertos.

Otro de los grandes méritos de Una mariposa en la máquina de escribir es la forma que tiene de integrar el relato puramente vivencial con la futura construcción de la obra literaria de Toole. No es que sea necesario releer La conjura de los necios para sumergirse en plenitud en esta biografía, pero sí que creo que el disfrute será mayor cuánto más recuerdo se tenga de las peripecias de Ignatius y compañía, pues lo que MacLauchlin pone aquí de relieve es que toda la literatura de Toole es eminentemente experiencial. Las conexiones entre su vida y su obra son ciertamente esclarecedoras. La conjura de los necios, por ejemplo, es puro Nueva Orleans: en ella nacen todos sus personajes, ella es la que nutre todo el imaginario del joven Toole, de ahí que la novela deba concebirse, por encima de cualquier etiqueta (lo cómico, ese gran yugo), como un cántico a la ciudad que lo vio nacer. «Tu novela no va de nada», le dijo Gottlieb a Toole en uno de sus comentarios más duros. Su novela iba de todo, su novela era Nueva Orleans.

Y ahora sí, lo que todos estabais esperando:

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