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Mecánica del poder

Desnudez

Giorgio Agamben

Anagrama, 2011. Colección «Argumentos»

ISBN: 978-84-339-6332-1

151 páginas

15 €


Traducción de Mercedes RomanoMaría Teresa D’Meza y Cristina Sardoy



Rafael Suárez Plácido

La obra de Giorgio Agamben transita entre tres de las influencias clave del pensamiento de la segunda mitad del siglo XX: por un lado, Martin Heidegger -de quien fue alumno entre 1966 y 1968-, por otro, Walter Benjamin -de quien es uno de los editores de su Obra Completa en italiano- y finalmente, Michel Foucault, de quien ha retomado sus estudios de Biopolítica para dejarnos su aportación más argumentada y estructurada, hasta el momento: la idea del ‘Homo Sacer’, que muy a grandes rasgos podríamos traducir como “hombre vigilado” en un constante “estado de excepción”. Foucault ya sostuvo que uno de sus precedentes era la figura del «panóptico», ideado a fines del s. XIX por el inglés Jeremy Bentham, un artefacto, una construcción, que permitía mantener vigilados constantemente, con un solo vigilante, a un gran número de personas. Desde luego, habría que pensar que nos estamos refiriendo a personas que estén cumpliendo una pena por algún delito. Foucault ya adelantó que en esos tiempos era absolutamente confundible e intercambiable una prisión que un colegio, o que una fábrica o un convento, a todos había que vigilarlos constantemente, a todos se les presuponía culpabilidad. Uno de los ensayos de este libro, el llamado “Identidad sin persona”, redunda en los orígenes de este concepto. Y es llamativo porque ese origen es la idea de que todos deseamos ser reconocidos por los otros. Todos somos, en tanto que los demás saben que somos. Sólo a través del reconocimiento de los otros, el hombre puede constituirse como persona.

El camino es largo, y va desde la antigua Roma, donde la máscara que supone nuestra identidad, es la que nos proporciona una identidad social y un rol, hasta la edad moderna, en la que se comienzan los “censos pormenorizados” de la población reclusa. Pero siempre, lo que empezó siendo un un modo de reconocer a los reclusos y a los reincidentes, termina convirtiéndose en el modo de controlar a todo el resto de la población: medidas anatómicas, fotos, huellas dactilares… Todos estos elementos han pasado a formar parte de nuestro actual D.N.I. Por eso es muy fácil pensar que todos los censos que se continúan proponiendo para la población reclusa en cualquier país del mundo formarán parte de la identidad de la próxima generación. Es una forma de explicar ese permanente “estado de excepción” en el que nos hemos asentado. Comenta Agamben que la industria del sector biométrico recomienda que se acostumbre a los niños a este tipo de controles en comedores escolares, escuelas secundarias e incluso primarias… Un triste panorama, no sólo por lo que es en sí, sino por la manera en que se programa ir introduciendo esto en nuestras vidas, hasta que llegue el momento, siempre llega, en que se verá como algo normal: justo y necesario.


En este mismo  sentido, de la búsqueda de los mecanismos del Poder, abunda el ensayo: “Sobre lo que podemos no hacer”. Hace ya bastantes años que sabemos que el Poder actúa sobre la potencia del hombre, es decir, separándolo de lo que puede hacer. Ahora Agamben nos propone que también actúa sobre lo que pueden no hacer. “Impotencia” no significa sólo ausencia de Potencia, “no poder hacer”, sino sobre todo “poder no hacer.” “Es sobre esta otra y más oscura cara de la potencia sobre la que hoy prefiere actuar el Poder que se define irónicamente como «democrático», que separa a los hombres de lo que pueden no hacer.” Claro, sólo así entendemos que se pueda llegar al caso de argumentar como delito el no hacer algo o no decirlo. El no responder a un hecho de una manera determinada.


Como ya hizo en algunos de sus libros anteriores, Agamben ha reunido aquí una serie de ensayos, algunos escritos para conferencias o seminarios, y otros directamente para su publicación en este volumen. El denominador común, claro, es el propio autor: sus lecturas, su búsqueda en fuentes clásicas y en los textos sagrados, y en esos autores críticos algunos de los cuales ya he mencionado. En el primero de los ensayos, “Creación y salvación”, considera cada uno de estos dos hechos, originariamente propios de lo religioso, como el objeto actual de la Poesía y de la Filosofía respectivamente. Pero siempre considerando que son dos objetos en uno, íntimamente relacionados, lo que explica que “Platón era, en el origen, un poeta trágico que, mientras se dirigía al teatro para hacer representar su trilogía, escuchó la voz de Sócrates y quemó sus tragedias para dedicar se de lleno a la Filosofía.” Aun así, Filosofía y Poesía han de ir juntas: “Una obra crítica o filosófica que no mantenga de algún modo una relación esencial con la creación está condenada al vacío, así como una obra de arte o de poesía que no contempla en sí una exigencia técnica está destinada al olvido.”


El ensayo que más me ha interesado es “¿Qué es lo contemporáneo?” Se parte de formular dos preguntas esenciales: ¿De quién y de qué somos contemporáneos? y ¿Qué significa ser contemporáneo? Agamben toma una cita de Roland Barthes: “Lo contemporáneo es lo intempestivo.” Este aparente oxímoron, ya que “intempestivo” hay que tomarlo en el sentido de “inactual”, procede de Nietzsche, cuando escribe: “Esta consideración es intempestiva porque intenta entender como un mal, un inconveniente y un defecto algo de los cual la época, con justicia, se siente orgullosa, esto es, su cultura histórica, porque pienso que todos somos devorados por la fiebre de la historia y deberíamos, al menos, darnos cuenta de ello.” En este texto hay dos expresiones que comentar: la primera el “con justicia” que me sorprende. Si la época se siente orgullosa “con justicia”, no entiendo cuál es el problema, ni por qué hay que darse cuenta de ello. Y la segunda es precisamente esta última. No se trata ya de cambiar algo, sino de “al menos, darnos cuenta de ello.” Es de alguna manera asumir que es muy difícil solucionar los problemas, pero es mejor conocerlos que vivir conformes en la ignorancia.


Agamben también nos propone su propia definición de lo contemporáneo: “es aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo, para percibir, no sus luces, sino su oscuridad.” El poeta contemporáneo, el filósofo contemporáneo, puede percibir sus luces, pero lo que le caracteriza es la visibilidad de lo oscuro.


El ensayo que da nombre al libro es también el más extenso: “Desnudez”. Se trata de un recorrido por el concepto de Desnudez e Imagen, o Gracia y Pecado, a lo largo de los siglos. El detonante es una ‘performance’ de Vanesa Beecroft, en la que cien mujeres desnudas, están de pie inmóviles e indiferentes ante la mirada de unos visitantes, todos hombres y vestidos, que han estado haciendo una cola para entrar en la sala. Tras una vuelta casi militar, los hombres se alejaban con embarazo del lugar. A partir de ahí, el autor desarrolla una hipótesis que va argumentando con ayuda de textos sagrados y de estudios teológicos, sobre qué es la Desnudez y qué es el Pecado. ¿Estaban realmente desnudas las modelos? ¿O han de darse otras características para pensar que estamos desnudos? Adán y Eva estaban desnudos en el Paraíso, y no fue hasta que Dios les echó de allí y les condenó al Pecado, que no tuvieron conciencia de esa desnudez. ¿Qué escribieron Aby Wartburg y Walter Benjamin al respecto? ¿Estamos realmente desnudos cuando realmente lo estamos, o sólo en determinadas circunstancias? ¿Es necesaria la desnudez o puede ser, incluso un freno en algunas circunstancias? O lo que es más importante: ¿qué es estar desnudos? ¿Cuándo estamos desnudos?


Estos son algunos de los motivos que llevan a reflexionar a Giorgio Agamben, siempre apoyándose en una bibliografía en la que Aristóteles, Agustín de Hipona, Nietzsche, Wartburg y Walter Benjamin son protagonistas y viajan en primera clase. He visto por ahí que el nuevo trabajo de Agamben se llama Opus dei. Promete ser muy interesante, tanto como este Desnudez y los demás trabajos que ha ido ofreciéndonos este hombre culto e inquieto que ama Sevilla.

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