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Mi patria es la verdad

Voces humanas

MANUEL MACHUCA| Por iniciativa propia, la BBC había decidido que la verdad era más importante que el consuelo y que, a la larga, resultaría más efectiva. Pero no había ninguna garantía. La verdad lleva a la confianza, pero no a la victoria y ni siquiera a la felicidad.

He tenido la tentación, al leer esta excelente novela de la escritora británica Penelope Fitzgerald, ambientada en la Batalla de Inglaterra de la Segunda Guerra Mundial, de hacer un alegato en favor de la prensa como servicio público, como derecho del ciudadano de a pie a estar informado y no contaminado por los intereses de unos cuantos, en favor de la patria como espacio común de todos y no solo de esos mismos cuantos, y no digo que no lo vaya a hacer, en especial porque la lectura ha coincidido con el último capítulo electoral acaecido en un país como el mío, en el que la bandera y la patria siguen siendo propiedad de aquellos cuantos que la utilizan para ocultar tras de sí sus intereses particulares. No digo que no lo vaya a hacer, porque soy débil de voluntad, pero antes debo contar algo de esta novela, escrita por la autora de La librería, obra que se hizo famosa en España gracias a la adaptación al cine que realizó Isabel Coixet.

La acción se sitúa en los años 1940 y 1941, los años del Blitz, en los que la aviación alemana bombardeó con saña las principales ciudades del Reino Unido, al objeto de facilitar la invasión del único país europeo que resistía el empuje del ejército nazi. La noche del 7 de septiembre de 1940, Londres comenzó a sufrir un ataque aéreo por parte de la Luftwaffe que se prolongó durante cincuenta y siete noches seguidas y que aún se repitió catorce veces más a lo largo de aquellos dos años en la capital y otras nueve ciudades de Gran Bretaña. En medio del caos y la destrucción, la BBC, el servicio público de radio y posteriormente televisión del Reino Unido, continúa siendo fiel a la verdad, a lo que los oyentes confiaban que siguiera llevándose a cabo, a pesar del desagrado que la idea suscitaba entre muchas autoridades.

Penelope Fitzgerald trabajó para la BBC durante la Segunda Guerra Mundial, un momento histórico en el que la radio fue, al contrario que en la Guerra Civil española con Queipo de Llano, un elemento de cohesión e información para los hogares.

La Broadcasting House, sede de la BBC, es el escenario del que apenas salen los protagonistas ni muchos de los trabajadores, por una parte, absolutamente implicados en el papel esencial que jugaban en defensa de la patria, y por otra, temerosos de perecer en alguno de los ataques. Ese ambiente cerrado, ajeno a lo que sucede fuera, va produciendo un mundo aparte en el que emergen las complejas relaciones humanas y la necesidad de resistir.

Confieso que me costó entrar en la novela porque desde el principio la autora nos introduce en un ambiente rutinario, donde unos personajes, quizás en otro momento grises, hechos a trabajos monótonos, repetitivos, luchan por recuperar esos hábitos como forma de supervivencia. Normalizar situaciones extraordinarias es una de las grandes armas que tiene el ser humano para enfrentarlas y en este caso, junto a un profundo sentido del deber, lo que tiene que hacer cada cual y lo que debe esperar de los que están al lado y de los que están más lejos, en otras tareas, en otras necesidades, eran las armas que poseían estos, y digo bien, patriotas, porque solo son patriotas los que defienden el bien común por encima de los intereses particulares. No, Abascal, la patria no es tu bandera, tu religión ni tus costumbres; la patria es contribuir al bienestar de todos, los que piensan como tú y los que no. Por ejemplo:

…Es Queso Nacional, señor Brooks. Los productores han acordado unir sus marcas mientras dure la guerra, en interés del esfuerzo bélico aliado…

… Era antipatriótico no separar la basura en comida para los cerdos, comida para las gallinas, papel de aluminio (que servía, al parecer para la construcción de barcos de guerra) …

… La nación se defendía contando grandes cantidades de cosas pequeñas y metiéndolas en distintos contenedores…

… y que la cosecha de moras ha sido excelente, y que, por tanto, es nuestro deber patriótico hacer mermelada…

Bien común y defensa de la verdad. Habrá quien piense que Gran Bretaña es un país con suerte en las guerras, que son los elementos los que derrotan a los ejércitos que la han combatido, desde Roma a Alemania pasando por nuestra Armada Invencible. Creo que hay otro secreto, que se desvela en esta novela, y que es entender el verdadero sentido, el único que tiene, la patria, ese concepto tan baboseado y que se ha vuelto tan mezquino en España.

Y la verdad, la defensa de la verdad, jugarse la vida por transmitir al pueblo lo que sucedía, más allá de los pareceres de los políticos, también forma parte de lo que significa la palabra patriota. Como instalar micrófonos en los tejados del edificio para transmitir los bombardeos con todo su realismo, con toda su crudeza, para que quienes tienen que luchar sepan a lo que se están enfrentando.

A pesar de todo, Voces humanas no es una novela sobre la Segunda Guerra Mundial sino sobre el ser humano. Sobre su capacidad de resistencia, sobre el sentido del deber. Me ha parecido magistral la capacidad de la autora británica de ambientar la historia, de crear una atmósfera que nos envuelve a los personajes y al lector, al que hace formar parte también de la trama. Es un homenaje a los subalternos, como la Operación Masacre de Rodolfo Walsh, como El beso de la mujer araña de Manuel Puig. Es un reconocimiento a los grandes protagonistas de la Historia que nunca aparecen en los libros, que probablemente no vencen en ninguna batalla pero que sin ellos es imposible ganar la guerra. Estos Sam Brooks o Jeff Haggard que representan un periodismo que ya no existe en los grandes medios y que ha quedado relegado a un margen en la actualidad. Las nuevas dictaduras en un periodo de aparente máxima libertad, a la que alude Javier Salvago en su último libro de cuentos El corazón de oro y otros relatos.

Lean esta novela y pregúntense si no les gustaría vivir en un país de patriotas como estos. Yo lo tengo bastante claro, y me apunto a hacer mermelada de moras. O de melocotón, que es el tiempo. Y como pueden comprobar, no, no me sobrepuse a la tentación. Y me quedo tan fresco. A gusto, vaya.

Voces humanas (Impedimenta, 2019) | Penelope Fitzgerald| Novela| 197 páginas| 19,95 € |Traducción de Eduardo Moga

 

admin

2 comentarios

  1. Reseña encantadora y veraz. No puedo estar más de acuerdo con Manuel Machuca en la necesidad de limpiar de babas la noción de ‘patria’. Penelope Fitzgerald, con ese nombre tan británico, recuerda cuando en la vieja Albión ser patriota significaba defender la Isla, entera, de la amenaza del totalitarismo codicioso, de los débiles y dudosos propios, y también de los sediciosos. Todo un ejemplo moral.

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